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miércoles, 14 de septiembre de 2016

El extraño colegueo entre Partido Popular y Podemos

Parece mentira, pero sigue el colegueo entre el Partido Popular y Podemos. La banda de la cachiporra, liderada por el Macho Alfa que es Pablo Iglesias, aquella que iba a barrer a la Casta asaltando los cielos en beneficio de La Gente, ha suavizado su discurso en su camino por el desierto y ya no vocifera como antaño, cuando Pablo rapeaba sus discursos echando bilis por la boca mientras el coro de la manada entraba en trance y coreaban su habitual “sí se puede”, que debe ser el equivalente al rebaño de ovejas de Rebelión en la Granja cuando balaban aquello de “cuatro patas sí, dos patas no”. De hecho, Pablo se ha especializado en el susurro y en el comadreo con el clan de Mariano Rajoy, dejando entrever esa connivencia entre ambas formaciones como buena relación de simbiosis en beneficio propio y mutuo. 

Ese comadreo se dejó entrever en la sesión de investidura de Mariano Rajoy, cuando, entre sonrisas e hilos de voz suplicantes, Iglesias le decía que era “estupendo”, que tenía un “gran sentido del humor” y que era un “parlamentario con retranca”, a lo cual Rajoy replicaba con su habitual sorna que Iglesias también es “estupendo” y que “a veces me gustaría ser como usted” (sic). Todo eso apenas medio año después de que Iglesias, en su tono de gato arisco, pusiera a Pedro Sánchez a caer de un burro, gritándole su otrora habitual discurso de rapero antisistema, recordándole los tiempos del GAL y votando junto al PP en contra de la investidura de un Presidente socialista. El mismo que, con toda su cara de cemento armado, le pide a Sánchez un paso adelante para presentarse a otra investidura y hacer un “Gobierno del cambio.

Aquel día solo faltaron las carantoñas y los arrumacos ante la perpleja mirada del resto del Parlamento. Pero el comadreo no quedó solo ahí, sino que volvió a surgir este martes en la Comisión de Economía con la intervención de Luis de Guindos. En lugar de rapear su habitual ripio contra la “casta”, Pablo volvió a dedicar a De Guindos una tierna voz de súplica y colegueo, recordándole con retranca sus tiempos de oposiciones y provocándole la risa, sudoroso y complacido, después de que el Ministro se chuleara ante el resto de representantes del arco parlamentario y siguiera mintiendo por doquier sobre el nombramiento de José Manuel Soria como directivo del Banco Mundial.

Resulta extraño ver la tranquilidad que anida últimamente en Pablo Iglesias. No hace ni dos años pululaba por los platós de televisión enseñando los dientes como Isabel Pantoja en sus tiempos con Julián Muñoz y rapeando sus discursos de La Tuerka bajo la influencia de su puño izquierdo y del parné de Hugo Chávez. Y sin embargo, en su trigésimo cambio de estrategia política, prefiere coleguear con Mariano Rajoy y con Luis de Guindos para sonsacarles una sonrisita, como quien le hace carantoñas a un bebé para que expulse los gases, llamándolo “estupendo” y “parlamentario con retranca”. Cualquiera diría, viendo las ironías que se gastan Pablo y Mariano entre ellos y viendo cómo solo endurecen su lenguaje cuando se trata de mentar a Pedro Sánchez y a Albert Rivera, que están en su salsa y que prefieren coexistir en un mar de tranquilidad a costa de que Partido Socialista y Ciudadanos se diluyan en unas nuevas elecciones, polarizando el voto y creando un nuevo bipartidismo. Porque, si no es cierto, al menos dan esa sensación.

martes, 6 de septiembre de 2016

Mariano, vete

Va siendo hora de que Mariano Rajoy dé un paso atrás. Que dé paso a una nueva generación de políticos capaces de enderezar el timón del Partido Popular sin estar rodeados por un halo de corrupción del que Mariano no sabe cómo desprenderse. Que los españoles no tenemos que estar sufriendo sus continuos envites, su manía por “perseverar”, como dijo ayer en la cumbre del G-20, su obcecación por seguir enquistando el panorama político nacional como si su continuo reto con Pedro Sánchez fuese un asunto personal. Tampoco es de recibo la perseverancia de Pedro Sánchez, dicho sea de paso, pero leñe, que ya van dos elecciones generales donde vale, que sí, Mariano, que ganaste las elecciones, pero no tienes una mayoría absoluta. Y tú, tan poco acostumbrado a negociar, después de cuatro años de rascarte el peritoneo sin hacer las reformas que España necesitaba, después de convertir al Partido Popular en un lodazal de corrupción, quitando de forma puntual algún jarrón chino moteado por hongos, no pareces entender la situación actual.

Detrás de Mariano está la historia de una década de Partido Popular inmersa en una realidad paralela, sin rumbo ni timón, sin otro proyecto político para España más que ir tirando hacia delante, ir sacando las castañas del fuego según el criterio suicida del BCE y sentarse a verlas venir. Sin afrontar la corruptela sistémica con reformas legales, sin defender la unidad de España con el Estado de Derecho en la mano frente a quienes quieren trocear la soberanía nacional, sin enfrentarse a la realidad de un Estado hipertrofiado que requiere una inmediata reforma estructural, comenzando por el sistema público de pensiones, continuamente achantado por el acomplejamiento del buenismo político y por la acritud personal de Rajoy al debate ideológico.

Algunos todavía tenemos muy presente en la memoria aquel contubernio de Valencia donde Mariano se proclamó prócer del Partido Popular y dijo que los conservadores se fueran al partido conservador y los liberales al partido liberal. Aquel día el PP quedó huérfano de ideología y emprendió un camino autócrata y personalista consistente en no contradecir al líder. Quienes lo hicieron, comenzando por María San Gil, fueron quedando por el camino. Y Mariano sigue ahí, una década después, como un gato que siempre cae de pie, convencido de que España le necesita, cuando España lo que necesita es la regeneración democrática que nos prometió hace cinco años y que no cumplió escudándose en el déficit público y en otras milongas. Y hoy, con los rupturistas de Podemos tocando a las puertas del poder, deseosos de trocear y arrancar la más preciada página de nuestra historia reciente que es la Transición, es la hora de coger el toro por los cuernos y afrontar la realidad. O emprender las reformas legales, fiscales, institucionales y administrativas para regenerar España respetando la Constitución, o vamos camino de la desintegración como Nación.

Eso Mariano no lo entiende. Nunca lo entendió. Nunca tuvo un proyecto de regeneración para España salvo el ir salvando los muebles a base de vender el ajuar. Y dada la situación, en su empeño por “perseverar” en sus errores, lo mejor es que Mariano se aparte una vez cumplida su función política, si es que alguna vez tuvo alguna. Que deje paso a otros liderazgos en el Partido Popular para una nueva etapa política basada en el entendimiento con otras fuerzas parlamentarias, empezando por Ciudadanos. Porque el problema radica en que ese entendimiento es imposible con quien un día suscribe un acuerdo de regeneración democrática y al día siguiente se cachondea del personal, nos toma por idiotas y nomina a José Manuel Soria como candidato al Banco Mundial escudándose en historias sobre el funcionariado. Así que, visto lo visto, Mariano, vete. Y llévate contigo a Pedro Sánchez.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El no-no de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez sigue enroscado en su no-no y no atiende a razones. En la sesión de investidura, a Albert Rivera solo le faltó ataviarse de luces de neón y mandar un S.O.S. por telégrafo. “Pedro, que tenemos mayoría parlamentaria para controlar a un Gobierno del Partido Popular en minoría”. Pero Pedro Nono sigue empecinado en sus trece y no escucha. El prócer de la Democracia parece querer a toda costa llegar a la Presidencia del Gobierno en lugar de dejar que Mariano Rajoy se coma sus palabras de aumento del gasto público cuando llegue Bruselas a decir lo mismo que Pedro: “No es no”.

Pero Mariano, al igual que Pedro Sánchez, también es feliz en sus trece. Mariano es feliz recibiendo piropos y besitos de Pablo Iglesias, que ha recargado durante las vacaciones la pila del amor que lleva en su coleta sudada y pretende revestirse no ya de socialdemócrata, sino de hippie internacionalista con tufo a naftalina y a Woodstock, que es un paso más en su metamorfosis kafkiana que solo se creen los gilipollas que pululan por España sin dar un palo al agua. “Pero qué gustirrinín verte en la tribuna, Mariano”, dice Pablo. “Uy, uy, Pablo, que me pongo verraco”, replica Mariano. “Espera, espera, que te azoto hasta sangrar”, contesta Pablo, que como buen macho alfa es mucho de escribir sobre cómo azotar a mujeres en sus Telegram.

Hay que ver la complicidad entre Mariano y Pablo, que ni se sonrojan cuando desvelan la existencia de lo que muchos pensamos: esa pinza entre Partido Popular y Podemos que tiene secuestrada nuestra Democracia desde el 20-D, que pretende obligarnos a elegir un nuevo bipartidismo que permita a Rajoy gobernar ad infinitum con el lema “o yo o el caos podemita”, y que hace que el Partido Popular sea el único partido sin una renovación profunda desde el albur de los tiempos. Que ya ni siquiera te pedimos el gran sacrificio de unas primarias en el Partido Popular, Mariano, sino que designes ad interim a una mujer trabajadora, honesta y con dos bemoles como, pogamos por ejemplo, Ana Pastor, y que no la relegues a un puesto de jarrón chino como la Presidencia del Congreso.

Pero eso a Rajoy le da igual. Él escucha a Pablo Iglesias acusar a Núñez Feijoo de ser amigo de un narcotraficante -fue a hablar el que cobra del narcorégimen de Diosdado Cabello- y se conchaba con Pablo para lanzarse besitos desde la tribuna. Él oye lo de renovación y le da un intríngulis al intestino. Lleva trece años –¡trece años!– como cabeza del Partido Popular, perdiendo elecciones en sus inicios frente a un tío tan nefasto como Rodríguez Zapatero hasta que, un buen día, la gente le votó por hastío, por simple cansancio de tener un Gobierno repleto de mentirosos compulsivos, y porque salvo UPyD, no había otra gran alternativa. Y ahí sigue, cautiva y desmantelada una alternativa liberal –o al menos socioliberal– desde el contubernio de Valencia, con un gran sector de votantes del PP metiendo su papeleta en la urna mientras se pinzan la nariz. “No soporto a Rajoy, pero los otros son aún peores”, se oye una y otra vez por los pasillos de los colegios electorales. Qué políticos más considerados, que nos obligan a votar entre lo malo y lo peor.

Por eso, y por otras tantas razones, Pedro Nono debería hacer caso de las luces de neón que emana Albert Rivera desde la tribuna de oradores y dar su brazo a torcer. Porque tampoco es que la solución sea muy buena, desde luego no lo es, pero es mejor que seguir mareando la perdiz al personal con elecciones un 25-D. Y porque al menos habría un Gobierno en minoría que puede ser controlado a nivel parlamentario por PSOE y Ciudadanos, obligando a Mariano a dialogar, a él que le da tanta pereza el diálogo, a enfrentarse a la realidad de la necesidad que tiene España de regenerar su sistema parlamentario y sus administraciones públicas, y arrinconando al lumpen chavista durante cuatro años en los que seguirá desinflándose gracias a la pésima gestión de ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Cádiz. Gracias, Manuela. La cuestión, al final, está en si Rajoy muestra interés por arrinconar a Coleta Morada o por resucitarlo con un apasionado y romántico beso desde la tribuna de oradores.

jueves, 11 de agosto de 2016

La 'dolce vita' de Villa

Mientras decenas de mineros se jugaban la vida bajando a la mina, mientras los currantes se partían el lomo en un trabajo esclavizante, José Ángel Fernández Villa, diputado del PSOE y máximo exponente del sindicalismo español durante décadas, accedió a la máxima pensión falseando una invalidez. Y es que el 'Capone' asturiano no solo acaudaló una fortuna de 1'4 millones de euros, demasiado inflada para un 'currante', sino que falseó documentos para conseguir una jubilación de 2.500 euros mensuales. Todo ello con la complicidad de la empresa pública HUNOSA y con PSOE y UGT mirando a otra parte.

Sin embargo, lo más simpático del asunto es que la situación de Villa, el 'outlaw' de las Cuencas Mineras, era vox populi en la región. Lo denunció durante años Antón Saavedra, ex secretario de la Federación Estatal de Mineros, pero ni partidos políticos ni compañeros de sindicato le hicieron caso. Mientras tanto, Villa gozaba de su jubilación, además del sueldo de dos décadas como diputado socialista, y hacía repostería con el dinero de los Fondos Mineros, dejando Asturias sin minas y sin futuro laboral. Quien debía de haberse encargado de proteger al obrero fue quien le clavó el puñal por la espalda. Y encima sigue libre.

Del falso parte de baja para conseguir la jubilación, mejor ni hablar. Queda como ejemplo de antología de la falta de controles en una empresa pública, y más concretamente en HUNOSA, donde Villa hacia y deshacía a su antojo del mismo modo que tejió una profunda red clientelar en toda la región. Villa dijo que tuvo una recaída de un viejo accidente en el Pozo Candín, pero el nuevo marqués ni había sufrido tal 'viejo accidente' ni bajaba a la mina a partirse el lomo desde hacía 12 años. La realidad era que le había caído una caja de botellas de sidra en Rodiezmo, aquella fiesta de la minería que PSOE y UGT celebraban en León y que fue suspendida en los años de Rodríguez Zapatero más por vergüenza ajena que por otra cosa. El parte de baja se falseó y Fernández Villa se jubiló con 2.500 euros al mes.

De cara a la galería, Villa fue el redentor del obrero, el paisano que defendía a sus camaradas, el trabajador que miraba por el futuro de la minería. Pero en realidad, Villa fue un chulo de playa que se adueñó del SOMA y extendió sus tentáculos al poder político para someterlo a su control. Y mientras con una mano lanzaba soflamas sindicalistas a través de un megáfono, con la otra se convertía en el sindicalista más acaudalado de la historia, en un mangante de tomo y lomo, en una especie de Rockefeller de la minería que hizo imperar la ley del silencio en Asturias. Ahora todavía queda por saber quién permitió, con su silencio, que Villa arrasara Asturias. Y esa gente tiene todavía asientos en la Junta del Principado.

jueves, 7 de abril de 2016

El día de la marmota

La política española se ha convertido en un pandemónium digno del libro Guinness. Cien días después del 20-D, las posiciones de cada partido político han cambiado poco, salvando el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, que más bien parece una delgada cuerda de nailon a punto de resquebrajarse. Y es que la política española sigue enquistada en la trinchera defensiva, en una especie de línea Maginot de la que nadie quiere salir a otear el horizonte, a mirar por el futuro de la sociedad española dejando de lado el habitual revanchismo político. Parece que aun no han entendido una de las declaraciones principales de los españoles que fueron a las urnas el 20-D: la necesidad de llegar a acuerdos entre las distintas formaciones del arco parlamentario, sin enquistarse en el discurso de precampaña, una vez rota la mayoría absoluta del Partido Popular.

El problema surge cuando el político español, independientemente de su color, está en una campaña electoral permanente. Rajoy sigue en sus trece de dejar que PSOE, Podemos y Ciudadanos se den de cuchilladas en el vientre; Sánchez sigue en sus trece de aislar a un Partido Popular necesario en cualquier acuerdo por tener mayoría en el Senado; y Podemos y Ciudadanos siguen en la tesitura de marcar distancias asemejando un nuevo bipartidismo idéntico al bipartidismo que criticaban antes del 20-D. Los unos, a pesar de perder millones de votos, y marcando alegría y salero con la petaca en el ligero, quieren ser Presidentes; los otros, la voz del «pueblo» oprimido que sufría hambre, recortes y miserias, ya no tienen la urgencia de realizar reformas y se piden Vicepresidencias y organismos de control radiofónico y de Inteligencia, pasando olímpicamente de Educación y Sanidad.

Todos siguen en sus trece, en unas trincheras ideológicas desde las que los líderes políticos no son capaces de alcanzar unos acuerdos básicos para el futuro de nuestro país, en una permanente campaña electoral donde la rueda de prensa, el postureo, las apariciones en televisión y los tuits resultan más importantes que los pactos políticos. Cien días después, y salvando el pacto entre PSOE y Ciudadanos que también se enmarca en un claro postureo mediático, los mensajes de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera siguen enquistados en el mismo punto de salida, mientras los españoles parecemos clones de Bill Murray encerrados en Punxsutawney en 'El día de la marmota'. 

La cuestión, al final, será saber cuánto tiempo más seguiremos inmersos en ese 'día de la marmota' con la parsimonia habitual del españolito de a pie, sin necesidad de rodear el Congreso de los Diputados y mandarlos a todos a freir espárragos de una vez. Porque si un político no es capaz de alcanzar unos acuerdos mínimos para la sostenibilidad de un país, lo mejor que puede hacer es irse a su casa y dejar de j*der la marrana. Algo sobre lo que deberían reflexionar los líderes de todos los partidos del arco parlamentario.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El pandemónium español

Pedro Sánchez tiene la pelota de formar Gobierno sobre su tejado. Y en el intento por acelerar los trámites, Partido Popular y Podemos le piden quince días de penitencia antes de subir al patíbulo. Quince días en los que, es de suponer, los de Iglesias pondrán lo imposible encima de la mesa para que Sánchez sude la gota gorda antes de aceptar y rendir pleitesía a la formación morada.

De todos modos, quien piensa que la negociación se reduce al binomio Sánchez-Iglesias, con el apéndice de Alberto Garzón, está equivocado. En una de las hipótesis, Sánchez no solo necesita el beneplácito de Iglesias para ser Presidente de Gobierno, sino el voto a favor o la abstención de formaciones independentistas como Esquerra y la extinta Convergencia Democrática, con quienes la única negociación posible pasa por aceptar la autodeterminación de Cataluña, lo cual no es tema baladí porque supone la ruptura 'de facto' del orden constitucional actual. ¿Sería Sánchez capaz de convertir al PSOE en un partido capaz de romper los esquemas de la Transición con total de acceder a la poltrona?

Pedro Sánchez tiene un largo y tortuoso camino para ser Presidente de España, teniendo en cuenta que en su propio partido los barones afilan cuchillos y hacen nudos de soga. Podemos, como viene siendo habitual, sigue con su discurso pachanguero mientras mantiene la vista en unas futuras elecciones donde dé el 'sorpasso' al Partido Socialita y se convierta en oposición con opción de Gobierno. Al fin y a la postre, como dijo Íñigo Errejón: "Nuestra tarea es repetir a Lenin".

Ahora bien, siempre queda una opción viable: que Mariano Rajoy, como líder del Partido Popular, se haga el harakiri y se abstenga para favorecer una hipotética alianza entre PSOE y Ciudadanos, evitando la entrada de Podemos en un hipotético Gobierno. Es una de tantas hipótesis, pero beneficiaría un acuerdo con una fuerza constitucionalista como Ciudadanos en detrimento de otro acuerdo con una fuerza rupturista como Podemos. O lo que viene siendo permanecer en Guatemala en lugar de meterse en Guatepeor. Eso, teniendo presente que no sería necesario el chantaje de las formaciones independentistas en los acuerdos de Gobierno. ¿Sería el PP capaz de hacer semejante sacrificio, aun habiendo ganado las elecciones, en beneficio de ese acuerdo para alejar del Gobierno a Podemos y a los partidos independentistas? Dejamos la pregunta en el aire.

Pase lo que pase, el pandemónium está en marcha. Os diríamos que os sentéis con un bol de palomitas para disfrutar del espectáculo si no fuera porque en ello nos va nuestro futuro como sociedad y como Nación.

viernes, 22 de enero de 2016

Nada nuevo bajo el sol


Hace siete meses, Pablo Iglesias aseguró que no sería vicepresidente de Pedro Sánchez. Que nunca iría de la mano del Partido Socialista. Que el PSOE, al igual que el Partido Popular, era un partido corrupto y salpicado por decenas de casos de corrupción. Que si tarjetas black, que si EREs en Andalucía, que si patatín, que si patatán. O imitando las palabras de Tania Sánchez: «No voy a pactar con el PSOE. No. Punto». La retórica habitual en las filas de Podemos.

Siete meses después, tras las elecciones del 20-D, la retórica podemista parece cambiar, del mismo modo que lo hizo en tres ocasiones su programa electoral. Pablo se ofrece como Vicepresidente de un triunvirato liderado por Pedro Sánchez y vigilado por Izquierda Unida. El Gobierno del cambio, dice, donde primero son los sillones y luego las propuestas. Siete meses en los que el PSOE ha pasado, a ojos de Podemos, de ser un partido de la casta a ofrecer la imagen inmaculada del cambio político; de ser un partido neoliberal a ser un amiguete, un compay, un posible socio de Gobierno. Siete meses en los que llovieron chuzos sobre Sánchez y acólitos que ahora parecen importar poco en las filas socialistas, muy falta de memoria reciente.

Dicen que son el cambio. El Gobierno del cambio. Pero, por el momento, visitando la hemeroteca y vislumbrando el sinfín de discordancias y paradojas, en Podemos han demostrado seguir siendo igual que los políticos de antaño, especialmente esos socialistas de la era de Rodríguez Zapatero a los que criticaban por decir una cosa y hacer la contraria. La premisa máxima continúa siendo la dialéctica del grouchomarxismo: «Tengo estos principios, pero si no le gustan tengo otros». Nada nuevo bajo el sol.

miércoles, 20 de enero de 2016

Adiós, casta; hola, neocasta

 
Hasta hace unos días, y durante los dos últimos años, el Partido Socialista era, a ojos de Pablo Iglesias y la Santa Compañía, el partido de la "casta", el envés de la derecha neoliberal que mercantilizaba las condenadas y sufridas almas del populacho tremendón con recortes en derechos sociales. Era el partido de las tarjetas black, del consejo de administración de Bankia, de las puertas giratorias que giran y giran sin cesar, entrando ora Felipe González ora Trinidad Jiménez, de los ERE, del caso Marea, de múltiples corruptelas y siseos de la caja de bienes y caudales, del denostado régimen de 1978 cuyo candado había que abrir hasta que Iglesias "refundó" su partido en la socialdemocracia nórdica y pasó a decirle simplemente "adiós" y "gracias", con un brindis de J&B y un achís con mocos.

Pero todo forma parte de un pasado muy lejano en una galaxia muy remota, porque Pablo Iglesias va amoldando paultinamente su discurso hacia el entendimiento común de "las izquierdas". A Pablo se le da bien adaptar su discurso para su plebe, aunque en realidad no debería molestarse mucho, porque si hoy sale a un estrado y rutia, su público rutiaría al unísono y no dirá nada del descarado intento de acaudalar más parabienes monetarios con su fragmentación en cuatro grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados. Es, como PP y PSOE, otro partido más de la casta, con su propio rebaño que cree en Pablo como figura mesiánica y redentora y lo adulan como a un escapulario.

En cualquier caso, como no sabemos muy bien disfrazar la realidad con eufemismos, preferimos dejarle la tarea a Íñigo Errejón y a sus núcleos irradiadores. En alas del posible fucturo pacto entre PSOE y Podemos para aupar a Pedro Sánche a la Presidencia el Gobierno, me imagino a sus community mánagers borrando tweets en masa y reeducando en centros especiales a sus comentaristas en redes sociales. Plasticidad fenotípica a tutiplén.

Recuerden, ladies and gentleman: PSOE, bien; PP, mal. PSOE ya no es caca; PP, detritus. Salvar al soldado Pedro, hundir al sargento Rajoy. Visça PSOE. Adiós, casta; hola, neocasta.

viernes, 15 de enero de 2016

El birreme socialista en zozobra

 
Es complicado entender a Pedro Sánchez. De repente se viste con la bandera rojigualda en sus mítines y al poco tiempo sacrifica a cuatro senadores vírgenes de su partido para que la atildada cleptocracia de CiU y sus esbirros de Esquerra prostituyan el Senado con su verborrea antiespañola. Un día se levanta constitucionalista y al siguiente se acuesta con anticonstitucionalistas deseosos de romper España. Un día brava que nunca pactará con el populismo de Podemos, mirando con ojos de leguleyo a la cámara, y al siguiente dice que bueno, que qué le vamos a hacer, que habrá que pactar, aunque enfrente suyo tenga a un partido que pone como punto clave la "autodeterminación" de los "pueblos" de España. Perdón, de "Estepaís". Sic, sic y sic.

Nos encanta el mar de contradicciones en el que navega Pedro Sánchez. Un birreme manejado por socialistas que reman según les viene en gana, ora a bavor, ora a estribor, incluso metiendo la marcha atrás, dependiendo de dónde sople el viento, en medio de un mar agrietado por el kráken de Pablo Iglesias y su sempiterno intento de engullir la embarcación socialista. Nos encanta Pedro por eso, porque nos permite cantidad de escritos sobre su piélago de incoherencias y paradojas, cojeando de pies distintos y haciendo malabares verbales dependiendo de si pisa arena movediza o cemento armado.

Lo que no sabemos, mirando incluso por el bien de los remeros, es si un birreme como el socialista puede mantenerse en calma con un capitán tan insólito. Quizás sea tiempo de otro capitán a bordo para no hacer zozobrar al país. No sé si nos explicamos. ¿Algún capitán Ahab con ganas de centrar el PSOE?

miércoles, 9 de diciembre de 2015

El referéndum andaluz de Iglesias

 

Cuando un debate político es aburrido y tedioso, como lo fue el de Atresmedia el ‪#‎7D‬, lo normal es quedarnos con la murga de las anécdotas. Que si el Choperhaugen de Pablo Iglesias, el nerviosismo espídico de Albert Rivera, los zascas de Soraya Sáenz de Santamaría o el pasotismo de Pedro Sánchez. Pero entre anécdota y anécdota, queremos destacar la metedura de pata de Pablo Iglesias, líder emérito de Podemos, quien aseguró con su habitual arrogancia que Andalucía celebró en aquel famoso 28-F un referéndum independentista para quedarse en España. 

Cualquier persona con dos dedos de enfrente sabe que el 28 de febrero de 1980, Andalucía celebró un referéndum para iniciar el proceso autonómico por la vía del artículo 151 de la Constitución, cuyos casos particulares de Jaén y Almería son dignos de una película de José Luis López Vázquez. Pero también podríamos no saberlo, porque a fin y a la postre, no somos politólogos. Como diría George Eliot: "Bendito sea el hombre que no teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras". Y no, no hemos atribuido mal la cita, como también suele hacer Pablo con Winston Churchill.

Sin embargo, Pablo Iglesias dice ser politólogo con un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, y sí sería solícito que, como candidato a la Presidencia del Gobierno, tuviese el valor de callar y tragar saliva antes de bravar una soplapollez digna de libro. Porque vamos a tener que pensar que, si no tiene ni pajolera idea de la materia por la cual le han hecho doctor, menos sabrá de economía cuando promete una bajada de impuestos siendo el coste de su proyecto político de más de 200.000 millones de euros; de leyes, cuando dice que la Educación debe ser reconocida como derecho en la Constitución, algo que ya recoge el artículo 27; o de geopolítica, cuando habla de establecer un consejo de paz para frenar el avance del Daesh, como si unos psicópatas asesinos fuesen a claudicar a cambio de una bandeja de magdalenas de Manuela Carmena.

En definitiva, hay analistas que aseguran que Pablo Iglesias fue el ganador del debate de Atresmedia. También lo dicen varias encuestas virtuales que, oh casualidad, han sido avasalladas por bots de Twitter. Para nosotros, el debate no tuvo ningún ganador porque fue una discusión soporífera y desesperante, una tortura dialéctica peor que hacer una maratón en tacones. Mejor hubieran hecho emitiendo un documental de National Geographic para no tener que escuchar a un politólogo diciendo tamaña sarta de bagatelas y a otros tres políticos calentando las orejas al personal con lenguas viperinas.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El día después del 27-S

Lo bueno de las elecciones es que siempre ganan todos. Pasa lo mismo con las ‪#‎eleccionescatalanas‬ del ‪#‎27S‬, donde Oriol Junqueras no dudó en salir a la palestra y decir que ‪#‎JuntspelSí‬ había ganado en escaños y votos. La realidad es distinta: un 47% de los votantes apoyaron a formaciones abiertamente independentistas (Junts pel Sí y CUP), mientras el 52% apoyaron a otros partidos, entre unionistas y partidarios de una tercera vía. Sí es cierta su victoria en escaños, aunque más bien sea una victoria amarga: si CiU y Esquerra sumaban 71 escaños hace tres años, ahora en coalición, desligada Unió y con la suma de ANC, Omnium y otras asociaciones, llegan a los 62. Tampoco es para tirar cohetes, aunque hay que reconocer que tampoco está tan mal. No obstante, ¿para qué tanta alforja en este viaje?

Quien sí puede presumir de resultados es Inés Arrimadas y Ciudadanos, que suben de 9 a 25. No está mal teniendo en cuenta el apagón informativo que sufre su formación en los medios de comunicación catalanes. Y quien tampoco puede echar cohetes es el Partido Popular, que baja considerablemente, y el PSC de Iceta, que «mantiene los muebles», expresión muy al uso en los diarios del día después, aunque descendiendo. Ambos sufren el auge de Ciudadanos como principal partido constitucionalista en Cataluña.

Al final, las #eleccionescatalanas no fueron más que otras elecciones autonómicas, a pesar de la cantinela independentista. Como plebiscito, Artur Mas lo perdió, dado que el independentismo no llegó al 50% de los votos. Y como elecciones autonómicas, puede darse con un canto en los dientes: la hemeroteca es amplia y todos sabemos que Convergéncia no es capaz de movilizar como lo hacía el clan Pujol, y que necesita a la izquierda marxista de Esquerra —tengo estos principios, pero si quiere tengo otros— para mantenerse viva.

En cualquier caso, debe mirarse con preocupación un dato: la división de una sociedad casi a la mitad en torno a un debate vacuo y falto de contenido. Básicamente porque, un día después del #27S, Junts pel Sí, ganadora de las elecciones y perdedora del psueoplebiscito, tiene la obligación de gobernar para los catalanes y de preocuparse por solucionar los problemas básicos de una sociedad: paro, sanidad, educación, pensiones, corrupción... Mientras esos problemas siguen congelados, como si los catalanes se alimentaran del aire y el dinero cayese de los árboles, Artur prefiere mantener el dislate separatista y enconar a una sociedad hacia polos cada vez más opuestos, al mismo tiempo que la arroja por un precipicio para salvar su propia reputación, manchada hasta las cejas con los casos de corupción que asolan Convergéncia.

Lo mejor de todo es que, dada la macedonia que conforma Junts pel Sí, entre progresistas, ecocomunistas, movimientos sociales y la derecha del rancio abolengo convergente, las puñaladas por la espalda no han hecho más que comenzar. Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Con el paso de los días, veremos quién es el pescador y quién es el pez.

miércoles, 27 de mayo de 2015

El día después

Las elecciones autonómicas y municipales ya pasaron, y la euforia de algunos partidos, paralela a la tristeza de otros, se ha disipado mientras sus líderes se sientan a reflexionar los posibles pactos. Los españoles han elegido virar del azul al rojo el color del mapa político y se entiende. Al menos, en parte. No hace falta ser analista para saber que la sangría de diputados que sufre el Partido Popular en toda España se debe a la abstención de sus votantes, que no saben si acudir a las urnas con una pinza en la nariz o quedar tomando el vermouth del domingo viendo pasar a los radiantes votantes del PSOE y de Podemos-Somos-Ganemos y cía. Aun así, Mariano Rajoy debe estar feliz y seguro, porque ni se le ha visto ni se le espera, como viene siendo habitual.

El PSOE, que vuelve a ganar en Asturias y recupera Extremadura, puede cambiar el mapa político si pacta con Podemos en Comunidades como Castilla La Mancha, y con Compromís en Valencia. Todos los feudos populares han sido dinamitados en su mayoría a la mitad, obteniendo en general la mitad de diputados y ediles que hace cuatro años. Aun siendo la lista más votada, pierde alcaldías como Valencia, Madrid y Oviedo, entre otras muchas, y baluartes como Esperanza Aguirre, Rita Barberá y Carlos Fabra no son ni la mitad de lo que eran, superados por las marcas blancas de Podemos, que a día de hoy sigo sin entender por qué no se presenta con una única marca en todas las ciudades. 

Dentro de unos días, España va a ser una escabechina de pactos y de repartos de poder. Y Podemos, que está en contra de ese «reparto de poder» clásico, tan propio de la casta, será la llave para repartir las cartas de naipe. No les quedará otra que entenderse con la «casta socialista», de la que despotricaban en tertulias y mítines, y pactar con ellos. Manuela de Alcaldesa y Gabilondo en la Autonomía. Y así en esa media España donde la ciudadanía ha dado la espalda a un Partido Popular hundido en el más absoluto y miserable fango, gracias a la «loable» gestión de Mariano Rajoy, y no ha respaldado a la derecha con una mayoría suficiente para gobernar. 

Vendrán días de carcajadas a mandíbula batiente en los que nos deleitaremos con las excusas, los perdones, los vuesas mercedes y los apretones de mano y de mandíbula. Veremos a Pablo Iglesias cediendo poder al PSOE. A Podemos saltando de las tertulias y haciendo política, si es que saben. A Ada Colau presidiendo plenos en un Ayuntamiento. A Pedro cediendo alcaldías a Podemos. A Izquierda Unida en el sitio de siempre, intentando no morir en el intento. A UPyD desmembrada, con Rosa Díez corriendo en chanclas. A Ciudadanos sin saber si virar a la derecha o a la izquierda, sabiendo que tiene un electorado que lo mira con lupa. Y a un Partido Popular comatoso, sin programa ni ideología, una mera fachada en plena calle Génova donde Mariano Rajoy sigue actualizando sus datos macroeconómicos, sin ser consciente de la realidad, en su obtuso mundo. Serán días de risas y lágrimas, pero al menos sea lo que quiere la sociedad española. Alea iacta est.

domingo, 29 de marzo de 2015

Concatenando a José Villa

José Ángel Fernández Villa, il padrino del socialismo asturiano, entró en la comisión de investigación de la Junta del Principado con 1,4 millones de euros y salió con la misma fortuna. Cerrada la comisión, los asturianos siguen sin saber el origen del dinero oculto de José Villa que, también es casualidad, regularizó en 2012 acogiéndose a la amnistía fiscal aprobada por el Gobierno del Partido Popular. Los enemigos en las urnas pasan a ser amistades en el fisco. 

Ignacio Prendes, diputado en la Junta por UPyD y Presidente de la comisión, no desaprovechó la oportunidad de llevar la sardina a su ascua y emitió un borrador con sus propias conclusiones. Según Prendes, hay una «concatenación de hechos clara» entre el final de la obra de la residencia geriátrica de Felechosa, promovida por el Montepío de la Minería, y la regularización del dinero. No aporta pruebas, claro está, pero pide responsabilidades políticas. Y se cierra la sesión. Martillazo en la mesa y a comer, que la vida son dos días.

Un día después, José Villa sigue disfrutando de su fortuna regularizada. Millón y medio de euros ganados como un buen y honrado trabajador, subiendo y bajando de la mina, dejando uñas entre las piedras y pulmones entre el polvo y el grisú. Cualquiera puede coger una calculadora y hacer las cuentas. ¿Tienes 70 años, trabajaste en la minería y solo ahorraste 7.000 euros? Qué tonto eres, hijo mío, ahora podrías tener millón y medio de euros.

El insulto a la minería asturiana es más aberrante viniendo de un hombre que decía luchar por los derechos de los trabajadores, que levantaba el puño en Rodiezmo al son de la Internacional mientras se desgañitaba en una lucha imaginaria, inexistente, entre autopistas cortadas e imágenes de bonachonería con la Guardia Civil. El pon-y-quita presidentes autonómicos es un ejemplo de la corrupción sistémica en todos los niveles de la sociedad, pero también de la conivencia de la sociedad con la corrupción, harto conocida en Asturias a través de las cuotas sindicales y de los tejemanejes empresariales. Quién quiere a Francia, Reino Unido y Rusia teniendo al Gobierno, la patronal y los sindicatos como la Triple Entente de una sociedad corrompida hasta los cimientos.

En Asturias, donde al fin y a la postre solo son un millón de habitantes, conocen la biografía de José Villa al dedillo. Saben de su origen, su ascenso, su entronización y su caída. Saben que la ruina empresarial es derivada de su capitalización como jeque sindical en conivencia con los diferentes gobiernos autonómicos y del reparto de un jugoso pastel entre la casta político-sindical mientras la juventud emigraba en masa. Los Fondos Mineros son sujeto de decenas de chistes. No hace falta que Ignacio Prendes, Nachín para los amigos, hable de «claras concatenaciones de hechos» en una comisión parlamentaria. Todos sabemos que si quieres ocultar un hecho delictivo, lo mejor es montar la farsa de una comisión parlamentaria. De José Villa está todo hablado. Su fortuna no será aclarada ni ante una comisión ni ante un Juzgado. Pero es vox populi y su juicio, el juicio a SOMA-UGT, ya tiene veredicto.

martes, 17 de marzo de 2015

El pedo de José Bono

José Bono es más inoportuno que un pedo en un ascensor. Siempre lo fue, lo sigue siendo y puedo afirmar categóricamente que lo seguirá siendo. Pero para el otrora Ministro de Defensa y uno de los jefazos del aquelarre socialista, todo vale, cuescos incluidos, para malvender unas pusilánimes memorias que no interesan a nadie. Porque de José Bono se conoce hasta la talla de sus calzoncillos -usa la L- gracias a su filia por los platós de televisión. Pendonea aquí y allá, sacando oro líquido de su nueva juventud a cuenta de taquígrafos. 

No soy muy pródigo para las memorias de los políticos. Una vez leí las de José María Aznar porque me encontré el libro a un euro en un mercadillo y pensé que me volvían los pálpitos y me cortaba la respiración. Así que tampoco voy a leer las de José Bono. Ni las de Rodríguez Zapatero. Ni las de Casares Quiroga. Ni las de Carmen de Mairena. La mejor biografía de un político es la hemeroteca que queda tras sus acciones de Gobierno, la cual, en el caso de Bono, es ingente. Pero es más aun interesante la dualidad de su hipotético socialismo estando del lado de Rodríguez Zapatero en el Consejo de Ministros o de su inexistente patriotismo, sonriendo al Presidente que pactó la disgregación territorial, la Nación de naciones, el nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña y el prólogo de la balcanización de España.

Ahora, años después, cuando le sopla el viento de sotavento y lleva en volandas el pedo de su ascensor, José Bono dice congraciarse con la verdad. Y revela documentos secretos, y dice que Rouco Varela mandaba SMS, y se reúne con Pablo Iglesias poniendo la zancadilla a Pedro Sánchez, y desvela que Artur Mas y Rodríguez Zapatero jugaban a redactar novelas negras que presentaron a la sociedad como Estatutos, porque no sabe muy bien cómo recuperar el protagonismo perdido. Como Felipe González, José Bono es un jarrón chino, muy simpático para adornar, pero con tal forma y fondo que no vale ni para sostener un ramo de mimosas en los primeros estertores de la primavera. Y en un último intento por resultar simpático y bonachón, airea sus cuescos verbales en recintos cerrados para que los demás olamos su perfume.

En tamaña stuación, alguien debería decirle a José Bono que sus miserias no importan a nadie. Que si le gusta escribir, que se decante por los sonetos. O que empiece a pintar paisajes. Que empiece por pintar Seseña al óleo. O un retrato de El Pocero al carboncillo. Él, tan socialista de salón y talonario, tan católico de comulgar con pan de molde, tan crítico con el aeropuerto de Castellón y tan silencioso con el de Ciudad Real. José, querido José, en boca cerrada no entran moscas. Tu tiempo ya pasó. Deja a Pedro que haga su trabajo. Bien o mal, lo dirá el futuro. Y si no te gusta, afíliate a Podemos y sigue tirando pedos.

jueves, 12 de febrero de 2015

Don Tomás & The PSM Band

Ayer despertábamos con la noticia de que Pedro Sánchez sacaba pecho y cortaba la cuajada del PSM. Tal y como le recomendaba un servidor hace un par de días: que entrara con una katana en Ferraz y cercenara cabezas de viejos díscolos, empezando por Rodríguez Zapatero y José Bono. El caso es que rodaba la cabeza de Tomás Gómez por las redacciones de los periódicos cuando el susodicho salía a un estrado, estirado, galán cuan portugués, a despotricar contra Pedro. Igual que un niño de teta cuando lleva las notas a los padres y dice que suspendió porque «el profesor le tiene manía», igual que el pichafloja cuando no se le levanta y echa la culpa a los psicofármacos, Tomás echó balones fuera —algún balón le dio en el ojo a un periodista— y puso a parir a los presentes. «Pedro, hijoputa, caca, pedo, culo, pis», le faltó decir.

A su vera, José Antonio Carmona, alcaldable de Madrid. Como es ignífugo, dice poner las dos manos sobre las ascuas, en un intento por demostrar la inocencia de Tomás —Don Tomás a partir de ahora, no vaya a tacharme de aguirrista—. Ya puestos a quemar extremidades, me pregunto por qué las manos y no los pies. Detrás de Don Tomás, palmeros con complejo de periquitos, cuello arriba, cuello abajo. Cuidado con la artrosis, Maru. Entre todos afilaron cuchillos, sierras y material de matarife. «Vamos a por ti, Pedro, cabrón, caca, pedo, culo, pis», vinieron a decir, porque según la cúpula del PSM, Tomás es el Mesías, los domingos comen su cuerpo y su sangre y todo el guirigay es ilegal. Vamos, que Tomás —perdón, Don Tomás— merece un respeto. ¡Qué respeto! Merece ir bajo palio por la Gran Vía y desayunar una lubina a la plancha en Casa Lucio todos los miércoles. Lubina a buen ser de Tazones.

Todos hemos pedido en miles de ocasiones que las cúpulas de los partidos políticos sean menos benevolentes con la mínima sospecha de corrupción. Les hemos pedido crueldad, sangre, sudor, vísceras y hematuria cuando circulaban por corrillos y mentideros que Fulanito había trincado dinero. Y justo cuando el Fiscal emite unas conclusiones sobre el caso judicial del tranvía de Parla, Pedro Sánchez —reconozco que cada día me cae mejor— hace lo que debe hacer un Secretario General. Matarlos a todos, que Dios los seleccione y pulsar el botón de reset. No basta con descabezar una organización, sino también apartar a todo el equipo capaz de respaldar al corrupto.

Lo más chusco del asunto es ver a un perdedor innato como Tomás —perdón, Don Tomás—, otrora invicto alcalde de su cama de nido, torpe parlamentario, hinchando la pechera y poniendo su testiculera por sombrero, hablando de conspiraciones «de la derechona en consonancia con PRISA y Rubalcaba» sin que se eche a reír de sus propias ocurrencias de patán patético, y atrincherándose en la sede del PSM como el POUM en la Barcelona de 1936. A pesar de ser expulsado —quizás porque Pedro Sánchez sabe más de lo que conoce la opinión pública—, Don Tomás podría haberse marchado digno, elocuente y sensato, dando una rueda de prensa en la que explicaba su renuncia por estar en el punto de mira de la Justicia. Al fin y a la postre, uno sospecha de un sobrecoste de más de cien millones de euros en las obras de un tranvía, cuando incluso la Comunidad de Madrid escribía al Ayuntamiento para para que frenara las obras y las supliera por nuevas líneas de autobús.

Por el contrario, Don Tomás eligió el envite en una rueda de prensa con el aire enrarecido de andrógenos, arropado por una decena de palmeros que asentían hasta cuando les hacía comer un cuesco —cuánto daño hacen los palmeros— y señalando con los dedos de las manos —y de los pies— a todo cuanto se moviera. Aplausos, aplausos y más aplausos. Con semejante banda de payasos lamiendo mis botas, yo me creería ser Marlon Brando. Dentro de unos días, cuando pase la tormenta y las rotativas pongan el ojo en otras noticias, quedarán rémoras de lo que fue evidente: que Pedro Sánchez, conociendo de primera mano las sospechas del PSM, hizo lo correcto y que Tomás & The Band, con sus palmas, sus berrinches, sus papagayos y sus elocuentes ayes y arsas, hicieron un monumental ridículo grabado para la posterioridad en las hemerotecas. Lo cual no me sorprende en absoluto de Tomás, harto de hacer el ridículo en la Comunidad de Madrid, pero sí de Antonio Carmona, a quien tenía por un político más elocuente.

domingo, 8 de febrero de 2015

La desorientación de Fernández Villa


José Ángel Fernández Villa, secretario general de SOMA-UGT durante más de tres décadas, dice sufrir «desorientación y confusión» para no acudir a la Junta del Principado y explicar una fortuna que asciende a 1,4 millones de euros. Para los menos ilustrados en la materia, Villa ha sido uno de los ejes pivotantes de la política regional asturiana. Como secretario del Sindicato de la Minería, presumía de poner y quitar presidentes, lo cual era muy meritorio. Líder carismático y mediático, presumía también de encerrarse en pozos para boicotear los planes de reindustrialización de Hunosa o salía hablando con picoletos en manifestaciones donde se cortaba la A-66 quemando neumáticos y utilizando técnicas de la kale borroka para conseguir sus fines políticos.

Porque, al fin y a la postre, una vez conocido el patrimonio oculto de 1,4 millones de euros que afloró con la ley de amnistía fiscal del Partido Popular -contradicciones ideológicas-, uno entiende que los fines perseguidos por Fernández Villa no eran sociales. No era alcanzar el paraíso socialista ni el cénit de la igualdad social. Tampoco que sus camaradas, que dejaban salud y vida en la mina, sufriendo silicosis y problemas respiratorios en su vejez, tuvieran una vida mejor. Prefería codearse en mítines de Rodiezmo, rodeado de altos cargos socialistas que le tenían por un meritorio sindicalista y un ejemplo del socialismo español, ese que es capaz de sumar 1,4 millones de euros desempeñando trabajos de diputado por el PSOE y de consejero de Hunosa.
34 años después, la familia de Villa alude «desorientación y confusión» para no declarar ante la Junta del Principado el origen del dinero. Sin embargo, desorientación y confusión es lo que sufren los asturianos cuando ven que los fondos mineros destinados a la reindustrialización de Asturias, claves para modernizar las cuencas mineras en particular y Asturias en general, tan necesitadas de infraestructuras y de tejido industrial, iban a manos de gente como Villa para mantener su estátus de sheriff pancartero y su postureo mediático de aldeano bonachón incapaz de romper un plato. Defensores del proletariado estafando al obrero, sindicalistas mintiendo a los que dejaban su vida y su salud en la mina, embustes sobre el socialismo en Rodiezmo, con puño en alto, cantando La Internacional, mientras acaudalaba 1,4 millones de euros, se compraba un ático en la zona chic de Oviedo y vivía como un marqués.
Y mientras tanto, miles de millones de euros desde los tiempos de José María Aznar perdidos, mal invertidos o quemados, y una región prostituida entre empresarios, políticos y sindicalistas que repartieron un pastel y sufrieron un empacho que dejó a Asturias mermada y diezmada para decenas o incluso siglos. 34 años de reinado villesco, reinado torticero y totalitario, que coinciden con la decadencia social y económica de Asturias, que urgía de un plan de reindustrialización en las Cuencas Mineras para no depender de una minería con cierre asegurado. Y mientras se evitaba el cierre de la minería inyectando dinero a fondo perdido, la reindustrialización de Asturias seguía sin dar señales de vida. Casi 4.500 millones de euros destinado a sustituir el carbón por otras actividades productivas fueron repartidos a mansalva, sin control gubernamental, con la conivencia de Francisco Álvarez Cascos, para hacer museos absurdos, polideportivos en aldeas donde la media de edad supera los sesenta años, crear edificios tecnológicos que nunca se inauguraron, subvencionar la tonada asturiana, hacer cursos de formación de bailes regionales, restaurar hórreos y un largo etcétera. Actividades inproductivas donde el político, el empresario y el sindicalista del concejo de turno se llevaba su mordida.
Entre polideportivos, museos y tonadas, los 4.500 millones de euros del Plan del Carbón fueron disminuyendo. Sin que Asturias conociese unas infraestructuras cercanas a las de Cataluña o País Vasco. Sin que Asturias conociese la reindustrialización. Sin que Asturias tuviese AVE. Sin una miserable Autovía costera, cuya obra finalizó con décadas de retraso hace apenas un mes. Sin que Asturias tuviese una comunicación decente con la meseta ni ferroviaria ni por carretera, con un peaje en el Huerna que sangra el bolsillo. Sin que Asturias sea capaz de desarrollar una actividad empresarial en términos de pymes por la elevada carga impositiva del Gobierno del Principado. Y suma y sigue.

En aquellos años, Fernández Villa decía, categórico, sin pestañear, mirando desafiante a la cámara: «Antes de cerrar un pozo, tendrán que pasar por encima de mi cadáver». 34 años después, en pleno siglo XXI, el cadáver es Asturias. Gracias a personajes pútridos como Fernández Villa, a quien Dios parece ahora castigar el mal que ha hecho a los asturianos con desorientación y confusión.

miércoles, 28 de enero de 2015

Defendiendo a Pedro Sánchez

Nunca pensé que haría esto, pero voy a alzar la voz en defensa de Pedro Sánchez Castejón. Es conocida mi animadversión al PSOE desde tiempos inmemoriales. Quizás desde el advenimiento de Rodríguez Zapatero como Secretario General del Partido y la llegada de todos los males de la izquierda española. Porque, aunque el artículo se centre en Pedro Sánchez y en el aquelarre de brujas que están montando en torno suyo para demonizarlo, la demonización del PSOE comenzó durante la era Zapatero.

Hace unos días se filtró que Rodríguez Zapatero, ínclito Don Quijote, y José Bono, testarudo Sancho Panza, tomaron café y pastas con Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, líderes de Podemos. Podéis, en nuestro caso. La reunión tuvo lugar a espaldas de Pedro Sánchez, quien, enterado de la situación, es de suponer su cabreo. Me imagino la escena de El hundimiento en la que Adolf Hitler comienza a lanzar lápices contra la cúpula del Partido en su búnker de Berlín y en seguida se me dibuja el rostro iracundo de Pedro, salvando, cómo no, la enorme distancia ideológica. 

Y es que sería normal que Pedro montase en cólera, aunque de cara a la galería sonriese y dijese que «no iba a echar más leña al fuego». Que te haga la cama gente con parné y bisoñé, psé. Pero que sean Zapatero y Bono quienes conspiren en las sombras para quitarte la cota de malla y lanzarte a la arena con los leones, debe joder. ¡Joder si debe de joder! Un personaje como Zapatero, la personificación de la hipocresía socialista incapaz de reconocer una crisis económica, de empalar a tres millones de personas y tener la facha de sonreír e irse por los cerros de Úbeda a contar nubes en vez de visitar el cadalso o pudrir su alma en lo oscuro de un desván. Y otro personaje como Bono, enano televisivo de cartón con acento de mamarracho que un día se levanta patriota y al siguiente firma doctrinas en las que el Ejército debe dejarse capturar y morir, gritando en un renuncio Allah akbar, en lugar de vendiendo cara su alma. Si al menos hubieran sido Felipe González y Alfonso Guerra, o Ramón Jáuregui y y Nicolás Redondo, querido Pedro, el dolor sería menor. Lo entiendo. Es como si me dijesen que me destituyen de mi cargo para poner a Leire Pajín. Imaginen qué tercal.

Entiendo tu pena, querido Pedro. Fui de los que alegó que tenías la oportunidad de hacer un PSOE socialdemócrata, pero que ello requería sentenciar de muerte el zapaterismo y el bonismo. Que podías europeizar el partido y adaptarlo a las grandes marcas nacionales de Francia y Alemania. Que podías ser el Manuel Valls de España: echarle un par de cojones, purgar tu partido de payasos y botarates del redil zapateril y aupar a una nueva generación de socialdemócratas. Y aún creo que tienes la oportunidad, querido Pedro, aunque cada día que pasa me caigas como un herpes labial. Serías, en definitiva, el último eslabón en la última gran oportunidad del PSOE por convertirse en un partido estatal capaz de dar estabilidad social, política y económica al país. O socialdemocratizarse o morir fagocitado por Podemos. Sin embargo, con el menage a quatre entre Zapatero, Bono, Iglesias y Errejón, menuda orgía, parece que han elegido la fagocitosis a tus anchas y musculadas espaldas. 

¿Qué puedes hacer, querido Pedro? Si quieres saber mi humilde opinión, alma cándida, opinión de quien considera que España necesita un PSOE socialdemócrata, constitucionalista y progresista, c'est ici: ponte el bigote de Iosif Stalin, entra con paso firme y militar en Ferraz, da un puñetazo en la próxima reunión de la cúpula, grita: ¡PURGA! y llévate a los últimos acólitos de Zapatero a la Lubianka. Saca pecho e imponte, Pedro. Con dos circunscripciones. ¡Coño ya!

miércoles, 7 de enero de 2015

La tercera legislatura de Zapatero

Con la última soflama mariana sobre la ley del aborto, el Partido Popular vuelve a traicionar a sus votantes, retornando al redil del acomplejamiento y dando marcha atrás en proyectos que recogía su programa electoral y por el cual sus militantes y simpatizantes votaron al partido. Y no es la primera vez. Con la excusa de la herencia recibida, Rajoy traicionó los principios de su partido y subió impuestos como el IVA y el IRPF, dañando a la clase media en un arrebato recaudador que tiene a Cristóbal Montoro por cabecilla ideológico. También hablaba de una regeneración que no ve sus frutos, porque Mariano está más cómodo en el inmovilismo y el continuismo como para afrontar la reforma fiscal y administrativa que España necesita urgentemente. Y a pesar de la propaganda de los recortes, mantiene unas políticas de gasto público que superan el billón de euros en deuda de las Administraciones Públicas, lo cual representa casi el 100% del PIB. ¿Es necesario seguir enumerando contradicciones como la política antiterrorista? ¿Qué pasa con la excarcelación de Josu Bolinaga por razones humanitarias, si dos meses después sigue en la calle vivo y coleando? ¿Qué piensa hacer con el exacerbo independentista de Cataluña y el ardid del 9-N? ¿Qué hay de la reforma fiscal? ¿Qué de la modernización administrativa? Un denso silencio contesta a las preguntas mientras Mariano mira a otro lado.

A pesar de no ser votante del PP, sé reconocer que los españoles le otorgaron una amplia mayoría absoluta en las elecciones del 20-N, y como demócrata, acato la voluntad de la mayoría de ciudadanos, que respaldaron al Partido Popular como castigo de unas políticas socialistas que llevaron al país al abismo económico y a una tasa de paro inimaginable apenas tres años antes. Pero Rajoy parece supeditado no a la voluntad de diez millones de votos, sino al exacerbo de las calles que se autoproclaman mayoría social —¿cómo se contabiliza la mayoría social?— para mantenerse de brazos cruzados. No establece una reforma territorial porque nacionalistas e independentistas salen a la calle. No reforma la Sanidad porque sale una marea blanca a la calle. Tampoco establece una reforma administrativa porque los funcionarios lo eufemizan como recortes. Y así con todo. Pues Mariano debe entender, si es que no lo entiende, que aunque a mí no me guste esa reforma, tiene que emprenderla porque así lo suscribió la mayoría de los españoles en 2011. Ni más ni menos.

Sin embargo, Rajoy parece dispuesto a seguir el camino trazado por su predecesor, Rodríguez Zapatero, en la mayoría de las políticas: territorial, administrativa, fiscal, económica, social... Tras lo cual me pregunto seriamente si de verdad quien gobierna es un tal Mariano Rajoy o un títere de las políticas socialistas. Porque en el PP parece que se ha instaurado un temor a cualquier tipo de manifestación, por supuesto libre en el marco legal y constitucional, pero no necesariamente capaz de amedrentar la política y secuestrar la voluntad del Parlamento porque se autoproclama con superioridad ética y moral. O lo que es lo mismo, una izquierda pancartera y radicalizada que intenta ganar en las calles lo que no es capaz de ganar en las urnas.

Por eso, por engañar a su electorado, por tergiversar su programa por enésima vez, es normal que el Partido Popular caiga en picado en las encuestas electorales de cara a las futuras elecciones generales de 2015. Si Pedro Arriola se conforma con llegar al 25% de los votos después de secuestrar la voluntad y el ideario de su partido, adelante. En el fondo, a mí me importa un rábano el Partido Popular. Que se hundan en el fango, se revolquen en el barro y escarben en la tierra buscando trufas. A mí lo que me importa es que España siga siendo sinónimo de un Estado de Derecho y del bienestar, una Democracia con valores y principios que Mariano Rajoy y sus acólitos han traicionado siguiendo las proclamas socialistas de los tiempos de Zapatero. Después de diez años, nos damos cuenta de que el tejemaneje pimpinelesco entre Zapatero y Rajoy era una pantomima y que eran lo mismo. Que no existe una herencia recibida sino heredada con muy buen gusto por parte del Partido Popular, que en vez de aplicar los principios del conservadurismo y liberalismo europeístas, se mueven en la ambigüedad dependiendo de cómo se mueve la calle. Una calle que, haga lo que hagan los dirigentes del PP, nunca va a votar a Rajoy.

jueves, 30 de octubre de 2014

El futuro del PSOE

La elección de Pedro Sánchez como nuevo secretario general del Partido Socialista no parece despertar el ánimo de sus votantes. Las últimas encuestas electorales reflejan que la renovación dentro del PSOE y la convocatoria de primarias no le reportan un aumento en el número de votos, y que incluso empata en intención de voto directa con Podemos, según refleja El Mundo. Es inequívoco que la irrupción de Podemos en el espectro político arrebata votos de un sector descontento del PSOE escorado a la izquierda, pero la estrategia electoral del Partido Socialista lleva tocada y hundida antes del auge de Pérez Rubalcaba como secretario general. De hecho, Rubalcaba no era el problema, sino la continuación de la incógnita. El problema del Partido Socialista es y será siempre la herencia de Rodríguez Zapatero.

Desde su elección como Presidente del Gobierno tras las elecciones de 2004, Zapatero ha sido la principal contrariedad del PSOE y el enigma de su sucesivo declive y desgaste a lo largo de la década. Perdonen la expresión, pero un mentecato de la catadura moral de Zapatero en la Presidencia del Gobierno fue la puntilla que acabó con España, la vía de agua que terminó de hundir el barco en el fondo del panorama internacional y el génesis de la actual situación de descrédito institucional que amenaza nuestra Democracia. A modo de resumen muy sucinto, cabe recordar tres aspectos, por citar unos pocos: su política internacional, con el desarrollo de la Alianza de Civilizaciones a partir de un sueño efímero en una noche de terrores nocturnos; la política estatal, con reformas estatutarias que no solo no frenaron el nacionalismo sino que han fomentado abiertamente el independentismo; y una política económica ligada al destrozo de la economía nacional, con un ingente aumento del gasto público que se transforma en un déficit actual de más de un billón de euros, así como una tasa de desempleo del 21%. Nada baladí para siete años de Gobierno en los que también hubo engaños masivos a la ciudadanía y casos de corrupción mientras Zapatero prometía el pleno empleo y la regeneración democrática.

Tres años después de su retirada de la primera línea política, el PSOE sigue sufriendo el efecto Zapatero porque mantiene las mismas posturas ideológicas de Zapatero. Ni más ni menos. Y es que lo que ha llevado al Partido Socialista a la friolera de 110 diputados en las últimas elecciones generales, después de que Felipe González consiguiese más de doscientos, es su ambigüedad en múltiples materias, especialmente en otra de sus estrategias políticas ligadas al pacto del Tinell y a la alianza con partidos nacionalistas con el objetivo de arrinconar al Partido Popular en varias Comunidades Autónomas. Como si el PP fuera un apestado al que liquidar y no un posible aliado en alguna materia en común. Y es que, desde un principio, Zapatero se dispuso como líder de un frente de izquierdas con el PP como enemigo común, escorando su espectro político desde el centro-izquierda socialdemócrata hacia un socialismo ye-yé ligado a la izquierda radical en determinadas materias. Ello llevó, de forma lógica, a que el electorado centrista, y con ello el principal caladero de votos, abandonara el PSOE, y que éste se nutriera de descontentos de formaciones minoritarias de izquierdas que favorecieron su ascenso al poder. 

Sin embargo, ocho años después de una política errante, los votantes de izquierdas volvieron a sus respectivos feudos, y más aun teniendo en cuenta la presencia actual de Podemos en el espectro político. Y sin un intento claro de regresar al centro-izquierda, el PSOE tiene un problema importante: la incapacidad de llegar a un elector socialdemócrata que no entiende la deriva radical de un partido que pasó de gobernar y modernizar España en los tiempos de Felipe González, con sus pros y sus contras, a denostarlo con reformas estatutarias, redefiniciones del Estado y engaños masivos a la ciudadanía. Al respecto, basta recordar los eufemismos de Zapatero para definir una crisis económica en ciernes que se llevó por delante miles de puestos de empleo y la falta de previsión del sujeto en cuestión para sortear los baches.

Ese es, a mi entender, el quid de la cuestión. El retorno al centro político. El retorno a una socialdemocracia europeísta, después de siete años de ensayos errados y anacronismos varios. Reconocer abiertamente que el zapaterismo fue una etapa absurda de la que el partido debe renegar para volver a conectar con el electorado. Que hizo más mal que bien al partido y al país y que se pueden mejorar España mediante reformas consensuadas. Algo que tiene que tener en cuenta Pedro Sánchez si no quiere ser una versión 2.0 de Rodríguez Zapatero, si no quiere acabar liquidando su propio partido y convirtiéndolo en un mal apéndice de Podemos, que sube en las encuestas mientras el PSOE sigue sin definir, a un escaso año de las elecciones generales, sus principales líneas de acción para la regeneración democrática. Como si Sánchez supiese de antemano que un partido que gobernó España durante 21 años nunca más fuese a liderar el país.