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miércoles, 14 de septiembre de 2016

El extraño colegueo entre Partido Popular y Podemos

Parece mentira, pero sigue el colegueo entre el Partido Popular y Podemos. La banda de la cachiporra, liderada por el Macho Alfa que es Pablo Iglesias, aquella que iba a barrer a la Casta asaltando los cielos en beneficio de La Gente, ha suavizado su discurso en su camino por el desierto y ya no vocifera como antaño, cuando Pablo rapeaba sus discursos echando bilis por la boca mientras el coro de la manada entraba en trance y coreaban su habitual “sí se puede”, que debe ser el equivalente al rebaño de ovejas de Rebelión en la Granja cuando balaban aquello de “cuatro patas sí, dos patas no”. De hecho, Pablo se ha especializado en el susurro y en el comadreo con el clan de Mariano Rajoy, dejando entrever esa connivencia entre ambas formaciones como buena relación de simbiosis en beneficio propio y mutuo. 

Ese comadreo se dejó entrever en la sesión de investidura de Mariano Rajoy, cuando, entre sonrisas e hilos de voz suplicantes, Iglesias le decía que era “estupendo”, que tenía un “gran sentido del humor” y que era un “parlamentario con retranca”, a lo cual Rajoy replicaba con su habitual sorna que Iglesias también es “estupendo” y que “a veces me gustaría ser como usted” (sic). Todo eso apenas medio año después de que Iglesias, en su tono de gato arisco, pusiera a Pedro Sánchez a caer de un burro, gritándole su otrora habitual discurso de rapero antisistema, recordándole los tiempos del GAL y votando junto al PP en contra de la investidura de un Presidente socialista. El mismo que, con toda su cara de cemento armado, le pide a Sánchez un paso adelante para presentarse a otra investidura y hacer un “Gobierno del cambio.

Aquel día solo faltaron las carantoñas y los arrumacos ante la perpleja mirada del resto del Parlamento. Pero el comadreo no quedó solo ahí, sino que volvió a surgir este martes en la Comisión de Economía con la intervención de Luis de Guindos. En lugar de rapear su habitual ripio contra la “casta”, Pablo volvió a dedicar a De Guindos una tierna voz de súplica y colegueo, recordándole con retranca sus tiempos de oposiciones y provocándole la risa, sudoroso y complacido, después de que el Ministro se chuleara ante el resto de representantes del arco parlamentario y siguiera mintiendo por doquier sobre el nombramiento de José Manuel Soria como directivo del Banco Mundial.

Resulta extraño ver la tranquilidad que anida últimamente en Pablo Iglesias. No hace ni dos años pululaba por los platós de televisión enseñando los dientes como Isabel Pantoja en sus tiempos con Julián Muñoz y rapeando sus discursos de La Tuerka bajo la influencia de su puño izquierdo y del parné de Hugo Chávez. Y sin embargo, en su trigésimo cambio de estrategia política, prefiere coleguear con Mariano Rajoy y con Luis de Guindos para sonsacarles una sonrisita, como quien le hace carantoñas a un bebé para que expulse los gases, llamándolo “estupendo” y “parlamentario con retranca”. Cualquiera diría, viendo las ironías que se gastan Pablo y Mariano entre ellos y viendo cómo solo endurecen su lenguaje cuando se trata de mentar a Pedro Sánchez y a Albert Rivera, que están en su salsa y que prefieren coexistir en un mar de tranquilidad a costa de que Partido Socialista y Ciudadanos se diluyan en unas nuevas elecciones, polarizando el voto y creando un nuevo bipartidismo. Porque, si no es cierto, al menos dan esa sensación.

martes, 6 de septiembre de 2016

Mariano, vete

Va siendo hora de que Mariano Rajoy dé un paso atrás. Que dé paso a una nueva generación de políticos capaces de enderezar el timón del Partido Popular sin estar rodeados por un halo de corrupción del que Mariano no sabe cómo desprenderse. Que los españoles no tenemos que estar sufriendo sus continuos envites, su manía por “perseverar”, como dijo ayer en la cumbre del G-20, su obcecación por seguir enquistando el panorama político nacional como si su continuo reto con Pedro Sánchez fuese un asunto personal. Tampoco es de recibo la perseverancia de Pedro Sánchez, dicho sea de paso, pero leñe, que ya van dos elecciones generales donde vale, que sí, Mariano, que ganaste las elecciones, pero no tienes una mayoría absoluta. Y tú, tan poco acostumbrado a negociar, después de cuatro años de rascarte el peritoneo sin hacer las reformas que España necesitaba, después de convertir al Partido Popular en un lodazal de corrupción, quitando de forma puntual algún jarrón chino moteado por hongos, no pareces entender la situación actual.

Detrás de Mariano está la historia de una década de Partido Popular inmersa en una realidad paralela, sin rumbo ni timón, sin otro proyecto político para España más que ir tirando hacia delante, ir sacando las castañas del fuego según el criterio suicida del BCE y sentarse a verlas venir. Sin afrontar la corruptela sistémica con reformas legales, sin defender la unidad de España con el Estado de Derecho en la mano frente a quienes quieren trocear la soberanía nacional, sin enfrentarse a la realidad de un Estado hipertrofiado que requiere una inmediata reforma estructural, comenzando por el sistema público de pensiones, continuamente achantado por el acomplejamiento del buenismo político y por la acritud personal de Rajoy al debate ideológico.

Algunos todavía tenemos muy presente en la memoria aquel contubernio de Valencia donde Mariano se proclamó prócer del Partido Popular y dijo que los conservadores se fueran al partido conservador y los liberales al partido liberal. Aquel día el PP quedó huérfano de ideología y emprendió un camino autócrata y personalista consistente en no contradecir al líder. Quienes lo hicieron, comenzando por María San Gil, fueron quedando por el camino. Y Mariano sigue ahí, una década después, como un gato que siempre cae de pie, convencido de que España le necesita, cuando España lo que necesita es la regeneración democrática que nos prometió hace cinco años y que no cumplió escudándose en el déficit público y en otras milongas. Y hoy, con los rupturistas de Podemos tocando a las puertas del poder, deseosos de trocear y arrancar la más preciada página de nuestra historia reciente que es la Transición, es la hora de coger el toro por los cuernos y afrontar la realidad. O emprender las reformas legales, fiscales, institucionales y administrativas para regenerar España respetando la Constitución, o vamos camino de la desintegración como Nación.

Eso Mariano no lo entiende. Nunca lo entendió. Nunca tuvo un proyecto de regeneración para España salvo el ir salvando los muebles a base de vender el ajuar. Y dada la situación, en su empeño por “perseverar” en sus errores, lo mejor es que Mariano se aparte una vez cumplida su función política, si es que alguna vez tuvo alguna. Que deje paso a otros liderazgos en el Partido Popular para una nueva etapa política basada en el entendimiento con otras fuerzas parlamentarias, empezando por Ciudadanos. Porque el problema radica en que ese entendimiento es imposible con quien un día suscribe un acuerdo de regeneración democrática y al día siguiente se cachondea del personal, nos toma por idiotas y nomina a José Manuel Soria como candidato al Banco Mundial escudándose en historias sobre el funcionariado. Así que, visto lo visto, Mariano, vete. Y llévate contigo a Pedro Sánchez.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El no-no de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez sigue enroscado en su no-no y no atiende a razones. En la sesión de investidura, a Albert Rivera solo le faltó ataviarse de luces de neón y mandar un S.O.S. por telégrafo. “Pedro, que tenemos mayoría parlamentaria para controlar a un Gobierno del Partido Popular en minoría”. Pero Pedro Nono sigue empecinado en sus trece y no escucha. El prócer de la Democracia parece querer a toda costa llegar a la Presidencia del Gobierno en lugar de dejar que Mariano Rajoy se coma sus palabras de aumento del gasto público cuando llegue Bruselas a decir lo mismo que Pedro: “No es no”.

Pero Mariano, al igual que Pedro Sánchez, también es feliz en sus trece. Mariano es feliz recibiendo piropos y besitos de Pablo Iglesias, que ha recargado durante las vacaciones la pila del amor que lleva en su coleta sudada y pretende revestirse no ya de socialdemócrata, sino de hippie internacionalista con tufo a naftalina y a Woodstock, que es un paso más en su metamorfosis kafkiana que solo se creen los gilipollas que pululan por España sin dar un palo al agua. “Pero qué gustirrinín verte en la tribuna, Mariano”, dice Pablo. “Uy, uy, Pablo, que me pongo verraco”, replica Mariano. “Espera, espera, que te azoto hasta sangrar”, contesta Pablo, que como buen macho alfa es mucho de escribir sobre cómo azotar a mujeres en sus Telegram.

Hay que ver la complicidad entre Mariano y Pablo, que ni se sonrojan cuando desvelan la existencia de lo que muchos pensamos: esa pinza entre Partido Popular y Podemos que tiene secuestrada nuestra Democracia desde el 20-D, que pretende obligarnos a elegir un nuevo bipartidismo que permita a Rajoy gobernar ad infinitum con el lema “o yo o el caos podemita”, y que hace que el Partido Popular sea el único partido sin una renovación profunda desde el albur de los tiempos. Que ya ni siquiera te pedimos el gran sacrificio de unas primarias en el Partido Popular, Mariano, sino que designes ad interim a una mujer trabajadora, honesta y con dos bemoles como, pogamos por ejemplo, Ana Pastor, y que no la relegues a un puesto de jarrón chino como la Presidencia del Congreso.

Pero eso a Rajoy le da igual. Él escucha a Pablo Iglesias acusar a Núñez Feijoo de ser amigo de un narcotraficante -fue a hablar el que cobra del narcorégimen de Diosdado Cabello- y se conchaba con Pablo para lanzarse besitos desde la tribuna. Él oye lo de renovación y le da un intríngulis al intestino. Lleva trece años –¡trece años!– como cabeza del Partido Popular, perdiendo elecciones en sus inicios frente a un tío tan nefasto como Rodríguez Zapatero hasta que, un buen día, la gente le votó por hastío, por simple cansancio de tener un Gobierno repleto de mentirosos compulsivos, y porque salvo UPyD, no había otra gran alternativa. Y ahí sigue, cautiva y desmantelada una alternativa liberal –o al menos socioliberal– desde el contubernio de Valencia, con un gran sector de votantes del PP metiendo su papeleta en la urna mientras se pinzan la nariz. “No soporto a Rajoy, pero los otros son aún peores”, se oye una y otra vez por los pasillos de los colegios electorales. Qué políticos más considerados, que nos obligan a votar entre lo malo y lo peor.

Por eso, y por otras tantas razones, Pedro Nono debería hacer caso de las luces de neón que emana Albert Rivera desde la tribuna de oradores y dar su brazo a torcer. Porque tampoco es que la solución sea muy buena, desde luego no lo es, pero es mejor que seguir mareando la perdiz al personal con elecciones un 25-D. Y porque al menos habría un Gobierno en minoría que puede ser controlado a nivel parlamentario por PSOE y Ciudadanos, obligando a Mariano a dialogar, a él que le da tanta pereza el diálogo, a enfrentarse a la realidad de la necesidad que tiene España de regenerar su sistema parlamentario y sus administraciones públicas, y arrinconando al lumpen chavista durante cuatro años en los que seguirá desinflándose gracias a la pésima gestión de ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Cádiz. Gracias, Manuela. La cuestión, al final, está en si Rajoy muestra interés por arrinconar a Coleta Morada o por resucitarlo con un apasionado y romántico beso desde la tribuna de oradores.

jueves, 7 de abril de 2016

El día de la marmota

La política española se ha convertido en un pandemónium digno del libro Guinness. Cien días después del 20-D, las posiciones de cada partido político han cambiado poco, salvando el acuerdo entre PSOE y Ciudadanos, que más bien parece una delgada cuerda de nailon a punto de resquebrajarse. Y es que la política española sigue enquistada en la trinchera defensiva, en una especie de línea Maginot de la que nadie quiere salir a otear el horizonte, a mirar por el futuro de la sociedad española dejando de lado el habitual revanchismo político. Parece que aun no han entendido una de las declaraciones principales de los españoles que fueron a las urnas el 20-D: la necesidad de llegar a acuerdos entre las distintas formaciones del arco parlamentario, sin enquistarse en el discurso de precampaña, una vez rota la mayoría absoluta del Partido Popular.

El problema surge cuando el político español, independientemente de su color, está en una campaña electoral permanente. Rajoy sigue en sus trece de dejar que PSOE, Podemos y Ciudadanos se den de cuchilladas en el vientre; Sánchez sigue en sus trece de aislar a un Partido Popular necesario en cualquier acuerdo por tener mayoría en el Senado; y Podemos y Ciudadanos siguen en la tesitura de marcar distancias asemejando un nuevo bipartidismo idéntico al bipartidismo que criticaban antes del 20-D. Los unos, a pesar de perder millones de votos, y marcando alegría y salero con la petaca en el ligero, quieren ser Presidentes; los otros, la voz del «pueblo» oprimido que sufría hambre, recortes y miserias, ya no tienen la urgencia de realizar reformas y se piden Vicepresidencias y organismos de control radiofónico y de Inteligencia, pasando olímpicamente de Educación y Sanidad.

Todos siguen en sus trece, en unas trincheras ideológicas desde las que los líderes políticos no son capaces de alcanzar unos acuerdos básicos para el futuro de nuestro país, en una permanente campaña electoral donde la rueda de prensa, el postureo, las apariciones en televisión y los tuits resultan más importantes que los pactos políticos. Cien días después, y salvando el pacto entre PSOE y Ciudadanos que también se enmarca en un claro postureo mediático, los mensajes de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera siguen enquistados en el mismo punto de salida, mientras los españoles parecemos clones de Bill Murray encerrados en Punxsutawney en 'El día de la marmota'. 

La cuestión, al final, será saber cuánto tiempo más seguiremos inmersos en ese 'día de la marmota' con la parsimonia habitual del españolito de a pie, sin necesidad de rodear el Congreso de los Diputados y mandarlos a todos a freir espárragos de una vez. Porque si un político no es capaz de alcanzar unos acuerdos mínimos para la sostenibilidad de un país, lo mejor que puede hacer es irse a su casa y dejar de j*der la marrana. Algo sobre lo que deberían reflexionar los líderes de todos los partidos del arco parlamentario.

miércoles, 3 de febrero de 2016

El pandemónium español

Pedro Sánchez tiene la pelota de formar Gobierno sobre su tejado. Y en el intento por acelerar los trámites, Partido Popular y Podemos le piden quince días de penitencia antes de subir al patíbulo. Quince días en los que, es de suponer, los de Iglesias pondrán lo imposible encima de la mesa para que Sánchez sude la gota gorda antes de aceptar y rendir pleitesía a la formación morada.

De todos modos, quien piensa que la negociación se reduce al binomio Sánchez-Iglesias, con el apéndice de Alberto Garzón, está equivocado. En una de las hipótesis, Sánchez no solo necesita el beneplácito de Iglesias para ser Presidente de Gobierno, sino el voto a favor o la abstención de formaciones independentistas como Esquerra y la extinta Convergencia Democrática, con quienes la única negociación posible pasa por aceptar la autodeterminación de Cataluña, lo cual no es tema baladí porque supone la ruptura 'de facto' del orden constitucional actual. ¿Sería Sánchez capaz de convertir al PSOE en un partido capaz de romper los esquemas de la Transición con total de acceder a la poltrona?

Pedro Sánchez tiene un largo y tortuoso camino para ser Presidente de España, teniendo en cuenta que en su propio partido los barones afilan cuchillos y hacen nudos de soga. Podemos, como viene siendo habitual, sigue con su discurso pachanguero mientras mantiene la vista en unas futuras elecciones donde dé el 'sorpasso' al Partido Socialita y se convierta en oposición con opción de Gobierno. Al fin y a la postre, como dijo Íñigo Errejón: "Nuestra tarea es repetir a Lenin".

Ahora bien, siempre queda una opción viable: que Mariano Rajoy, como líder del Partido Popular, se haga el harakiri y se abstenga para favorecer una hipotética alianza entre PSOE y Ciudadanos, evitando la entrada de Podemos en un hipotético Gobierno. Es una de tantas hipótesis, pero beneficiaría un acuerdo con una fuerza constitucionalista como Ciudadanos en detrimento de otro acuerdo con una fuerza rupturista como Podemos. O lo que viene siendo permanecer en Guatemala en lugar de meterse en Guatepeor. Eso, teniendo presente que no sería necesario el chantaje de las formaciones independentistas en los acuerdos de Gobierno. ¿Sería el PP capaz de hacer semejante sacrificio, aun habiendo ganado las elecciones, en beneficio de ese acuerdo para alejar del Gobierno a Podemos y a los partidos independentistas? Dejamos la pregunta en el aire.

Pase lo que pase, el pandemónium está en marcha. Os diríamos que os sentéis con un bol de palomitas para disfrutar del espectáculo si no fuera porque en ello nos va nuestro futuro como sociedad y como Nación.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

El referéndum andaluz de Iglesias

 

Cuando un debate político es aburrido y tedioso, como lo fue el de Atresmedia el ‪#‎7D‬, lo normal es quedarnos con la murga de las anécdotas. Que si el Choperhaugen de Pablo Iglesias, el nerviosismo espídico de Albert Rivera, los zascas de Soraya Sáenz de Santamaría o el pasotismo de Pedro Sánchez. Pero entre anécdota y anécdota, queremos destacar la metedura de pata de Pablo Iglesias, líder emérito de Podemos, quien aseguró con su habitual arrogancia que Andalucía celebró en aquel famoso 28-F un referéndum independentista para quedarse en España. 

Cualquier persona con dos dedos de enfrente sabe que el 28 de febrero de 1980, Andalucía celebró un referéndum para iniciar el proceso autonómico por la vía del artículo 151 de la Constitución, cuyos casos particulares de Jaén y Almería son dignos de una película de José Luis López Vázquez. Pero también podríamos no saberlo, porque a fin y a la postre, no somos politólogos. Como diría George Eliot: "Bendito sea el hombre que no teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras". Y no, no hemos atribuido mal la cita, como también suele hacer Pablo con Winston Churchill.

Sin embargo, Pablo Iglesias dice ser politólogo con un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, y sí sería solícito que, como candidato a la Presidencia del Gobierno, tuviese el valor de callar y tragar saliva antes de bravar una soplapollez digna de libro. Porque vamos a tener que pensar que, si no tiene ni pajolera idea de la materia por la cual le han hecho doctor, menos sabrá de economía cuando promete una bajada de impuestos siendo el coste de su proyecto político de más de 200.000 millones de euros; de leyes, cuando dice que la Educación debe ser reconocida como derecho en la Constitución, algo que ya recoge el artículo 27; o de geopolítica, cuando habla de establecer un consejo de paz para frenar el avance del Daesh, como si unos psicópatas asesinos fuesen a claudicar a cambio de una bandeja de magdalenas de Manuela Carmena.

En definitiva, hay analistas que aseguran que Pablo Iglesias fue el ganador del debate de Atresmedia. También lo dicen varias encuestas virtuales que, oh casualidad, han sido avasalladas por bots de Twitter. Para nosotros, el debate no tuvo ningún ganador porque fue una discusión soporífera y desesperante, una tortura dialéctica peor que hacer una maratón en tacones. Mejor hubieran hecho emitiendo un documental de National Geographic para no tener que escuchar a un politólogo diciendo tamaña sarta de bagatelas y a otros tres políticos calentando las orejas al personal con lenguas viperinas.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El día después del 27-S

Lo bueno de las elecciones es que siempre ganan todos. Pasa lo mismo con las ‪#‎eleccionescatalanas‬ del ‪#‎27S‬, donde Oriol Junqueras no dudó en salir a la palestra y decir que ‪#‎JuntspelSí‬ había ganado en escaños y votos. La realidad es distinta: un 47% de los votantes apoyaron a formaciones abiertamente independentistas (Junts pel Sí y CUP), mientras el 52% apoyaron a otros partidos, entre unionistas y partidarios de una tercera vía. Sí es cierta su victoria en escaños, aunque más bien sea una victoria amarga: si CiU y Esquerra sumaban 71 escaños hace tres años, ahora en coalición, desligada Unió y con la suma de ANC, Omnium y otras asociaciones, llegan a los 62. Tampoco es para tirar cohetes, aunque hay que reconocer que tampoco está tan mal. No obstante, ¿para qué tanta alforja en este viaje?

Quien sí puede presumir de resultados es Inés Arrimadas y Ciudadanos, que suben de 9 a 25. No está mal teniendo en cuenta el apagón informativo que sufre su formación en los medios de comunicación catalanes. Y quien tampoco puede echar cohetes es el Partido Popular, que baja considerablemente, y el PSC de Iceta, que «mantiene los muebles», expresión muy al uso en los diarios del día después, aunque descendiendo. Ambos sufren el auge de Ciudadanos como principal partido constitucionalista en Cataluña.

Al final, las #eleccionescatalanas no fueron más que otras elecciones autonómicas, a pesar de la cantinela independentista. Como plebiscito, Artur Mas lo perdió, dado que el independentismo no llegó al 50% de los votos. Y como elecciones autonómicas, puede darse con un canto en los dientes: la hemeroteca es amplia y todos sabemos que Convergéncia no es capaz de movilizar como lo hacía el clan Pujol, y que necesita a la izquierda marxista de Esquerra —tengo estos principios, pero si quiere tengo otros— para mantenerse viva.

En cualquier caso, debe mirarse con preocupación un dato: la división de una sociedad casi a la mitad en torno a un debate vacuo y falto de contenido. Básicamente porque, un día después del #27S, Junts pel Sí, ganadora de las elecciones y perdedora del psueoplebiscito, tiene la obligación de gobernar para los catalanes y de preocuparse por solucionar los problemas básicos de una sociedad: paro, sanidad, educación, pensiones, corrupción... Mientras esos problemas siguen congelados, como si los catalanes se alimentaran del aire y el dinero cayese de los árboles, Artur prefiere mantener el dislate separatista y enconar a una sociedad hacia polos cada vez más opuestos, al mismo tiempo que la arroja por un precipicio para salvar su propia reputación, manchada hasta las cejas con los casos de corupción que asolan Convergéncia.

Lo mejor de todo es que, dada la macedonia que conforma Junts pel Sí, entre progresistas, ecocomunistas, movimientos sociales y la derecha del rancio abolengo convergente, las puñaladas por la espalda no han hecho más que comenzar. Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Con el paso de los días, veremos quién es el pescador y quién es el pez.

miércoles, 27 de mayo de 2015

El día después

Las elecciones autonómicas y municipales ya pasaron, y la euforia de algunos partidos, paralela a la tristeza de otros, se ha disipado mientras sus líderes se sientan a reflexionar los posibles pactos. Los españoles han elegido virar del azul al rojo el color del mapa político y se entiende. Al menos, en parte. No hace falta ser analista para saber que la sangría de diputados que sufre el Partido Popular en toda España se debe a la abstención de sus votantes, que no saben si acudir a las urnas con una pinza en la nariz o quedar tomando el vermouth del domingo viendo pasar a los radiantes votantes del PSOE y de Podemos-Somos-Ganemos y cía. Aun así, Mariano Rajoy debe estar feliz y seguro, porque ni se le ha visto ni se le espera, como viene siendo habitual.

El PSOE, que vuelve a ganar en Asturias y recupera Extremadura, puede cambiar el mapa político si pacta con Podemos en Comunidades como Castilla La Mancha, y con Compromís en Valencia. Todos los feudos populares han sido dinamitados en su mayoría a la mitad, obteniendo en general la mitad de diputados y ediles que hace cuatro años. Aun siendo la lista más votada, pierde alcaldías como Valencia, Madrid y Oviedo, entre otras muchas, y baluartes como Esperanza Aguirre, Rita Barberá y Carlos Fabra no son ni la mitad de lo que eran, superados por las marcas blancas de Podemos, que a día de hoy sigo sin entender por qué no se presenta con una única marca en todas las ciudades. 

Dentro de unos días, España va a ser una escabechina de pactos y de repartos de poder. Y Podemos, que está en contra de ese «reparto de poder» clásico, tan propio de la casta, será la llave para repartir las cartas de naipe. No les quedará otra que entenderse con la «casta socialista», de la que despotricaban en tertulias y mítines, y pactar con ellos. Manuela de Alcaldesa y Gabilondo en la Autonomía. Y así en esa media España donde la ciudadanía ha dado la espalda a un Partido Popular hundido en el más absoluto y miserable fango, gracias a la «loable» gestión de Mariano Rajoy, y no ha respaldado a la derecha con una mayoría suficiente para gobernar. 

Vendrán días de carcajadas a mandíbula batiente en los que nos deleitaremos con las excusas, los perdones, los vuesas mercedes y los apretones de mano y de mandíbula. Veremos a Pablo Iglesias cediendo poder al PSOE. A Podemos saltando de las tertulias y haciendo política, si es que saben. A Ada Colau presidiendo plenos en un Ayuntamiento. A Pedro cediendo alcaldías a Podemos. A Izquierda Unida en el sitio de siempre, intentando no morir en el intento. A UPyD desmembrada, con Rosa Díez corriendo en chanclas. A Ciudadanos sin saber si virar a la derecha o a la izquierda, sabiendo que tiene un electorado que lo mira con lupa. Y a un Partido Popular comatoso, sin programa ni ideología, una mera fachada en plena calle Génova donde Mariano Rajoy sigue actualizando sus datos macroeconómicos, sin ser consciente de la realidad, en su obtuso mundo. Serán días de risas y lágrimas, pero al menos sea lo que quiere la sociedad española. Alea iacta est.

sábado, 11 de abril de 2015

Nacho Prendes y las primarias de Ciudadanos

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, siempre se ha distinguido por ejercer de adalid de las elecciones primarias. Una y otra vez, en diferentes tertulias, ha repetido hasta la saciedad que todos los partidos políticos deben regirse por elecciones primarias para elegir a sus candidatos. Opción más que plausible el hecho de que los simpatizantes de un partido elijan con su voto al candidato de su organización en una determinada cita electoral. No obstante, cabe recordar que las palabras "primarias" causan alergia en formaciones como el Partido Popular, donde se imponen las falanges para señalar ad hoc al candidato, o son un mero formalismo en Podemos, donde los congresos a la búlgara en los que, oh casualidad, siempre se impone la lista señalada por la cúpula -más falanges-, están a la orden del día.

Sin embargo, en plena descomposición interna de UPyD, es significativa la rebeldía que muestra Ciudadanos en Asturias, capaz de deslegitimar a Albert Rivera, Cicerón del partido, dando un giro de 180 grados a los formalismos iniciales. Con la cúpula de UPyD en Asturias desmantelada con una gestora, Ignacio Prendes, actual diputado del grupo en la Junta, ha decidido sumarse a Ciudadanos en un último intento por cerrar una lista conjunta. Conjunta, cabe decir, no de UPyD y Ciudadanos, sino de los expulsados de UPyD, bajo ninguna sigla política, y de Ciudadanos. En resumen, la integración con calzador de Ignacio Prendes y acólitos en Ciudadanos. Porque sí. Por las buenas. Porque lo dice el jefe. Sin unas elecciones primarias que estaban programadas hasta ayer.

Por lo que es sabido, Ciudadanos Asturias iba a organizar unas primarias para elegir a su candidato a la Junta de Asturias, pero su aplazamiento indefinido parece contradecir la principal normativa de C's. Desde la rama asturiana de la formación, se defienden en que las primarias no están especificadas en sus estatutos, pero como algunos somos perros viejos de Breda donde el valor de la palabra es innegable, seguimos dándole un valor equiparable al de la ley. Y sorprende que la palabra de Rivera, que proclama a los cuatro vientos las bondades de las elecciones primarias, sean tomadas por el pito del sereno por cuatro advenedizos en Asturias para crear un reparto del botín que ni en el saqueo de Roma, con sus consiguientes repartos de sillones entre el saliente Ignacio Prendes, de quien siempre han contado bondades, pero cuyos últimos gestos no parecen muy locuaces, y los desconocidos entrantes naranjas, voraces de morder la manzana del árbol del Edén doquiera haya elecciones futuras.

La contraréplica a Albert Rivera en la materia de las elecciones primarias puede ser la punta del iceberg que desestabilice todo el organigrama de Ciudadanos y su expansión territorial. Expansión, por cierto, muy criticable cuando se hace introduciendo paracaidistas kamikazes que huyen despavoridos de otros partidos como PP, PSOE y UPyD, pisoteando los valores cívicos de una alternativa realista al inmovilismo bipartidista y a la vía rupturista de Podemos. Y es que acciones como las de C's en Asturias, donde se prefiere el reparto del sillón a pasar por la votación de los simpatizantes, huelen al vicio de los partidos viejos. Huelen a colonianismo del sector crítico de UPyD, huyendo de un barco a medio hundir en Trafalgar para salvar el pellejo, que en política se materializa en el despacho, cambiando solo de siglas y de color políticos. Huele, sin duda alguna, a casta.

Y si Ciudadanos está llamado a ser un movimiento regenerador de la vida política, qué menos que cualquier candidato, sea su origen el que sea, se llame Ignacio Prendes o Fulano de Guzmán, se someta al escrutinio de los simpatizantes para votar por el candidato a las elecciones autonómicas. Lo contrario es empezar a hundir la credibilidad de Ciudadanos desde dentro. Supongo que Albert Rivera tenga algo que decir sobre esto.

martes, 24 de marzo de 2015

UPyDEP

Tras las elecciones andaluzas del 22 de mayo y los pésimos resultados de UPyD, Rosa Díez sigue sin hacer autocrítica. Ni se va ni se replantea una convergencia con Ciudadanos. No quiere saber nada de Albert Rivera. «¿Quién es ese?», podría decir de un momento a otro, intentando en vano soltar un chascarrillo propio de Rosa. De fondo suenan cuchillos afilados: Irene Lozano y Álvaro Anchuelo, con otros tres dirigentes del partido, hacen las maletas. «Si me queréis, irse», Rosa dixit imitando a Lola Flores.

El desastre electoral de Andalucía es solo la gota que colma el vaso. El cisma upydiense comenzó a tomar forma con la consolidación de Ciudadanos a nivel nacional y generó la primera ola de inconsistencia con las declaraciones de Sosa Wagner. De aquellas, Irene, Álvaro y la cúpula del partido llamaron a Sosa de todo. Les faltó decir que Sosa era el conde Drácula y que de noche bebía la sangre de niños inocentes a través de una cánula camuflada en su pajarita. Cualquier reunión con Ciudadanos acababa del mismo modo, en una relación sempiterna que siguió su curso natural hasta que el aprendiz -Albert- superó a la profesora -Rosa-. Y Rosa, cómo no, se puso hecha un basilisco y cargó contra la formación naranja en El País con su tono habitual, escupiendo fuego y predicando en el desierto.

A pesar de los hechos, reconozco que Rosa es un baluarte político con una trayectoria interesante a leer entre renglones, en ocasiones torcidos. Pero más de treinta años en política son muchos. Son tres décadas de pasos errantes entre el PSOE y UPyD. Y el tiempo, con una sociedad que reclama nuevos rostros, juega en su contra y en beneficio de Albert. De hecho, es su principal punto débil, unido al personalismo de UPyD. Porque, hablemos claro, UPyD es «el partido de Rosa Díez» y Rosa Díez es UPyD. UPyD podría llamarse, de hecho, Rosa Díez et al.

Por eso, Rosa tiene que entender a los díscolos de su formación. No puede perder peones con la relevancia de Irene Lozano del modo en que hizo con Sosa Wagner. El tiempo de las siglas ya pasó y es hora de realizar un camino unido sin personalismos antes de que UPyD quede sepultada en el fango político por luchas internas o desmembrada y partida a la mitad entre convergentes y divergentes, salvo que quiera acabar como Izquierda Unida, desvaneciéndose en un limbo mientras sus filas son aspiradas por Podemos.

Será duro para una mujer del carácter como Rosa compartir liderazgos y toma de decisiones, pero la única salida honorable es la convergencia con Ciudadanos, tanto para su formación como para la sociedad española que quiere una opción política fuerte entre el bipartidismo y el auge de Podemos, capaz de regenerar el espacio político español respetando la Constitución y sin volar el edificio construído en la Transición. Lo cual, ojo al dato, no significa la integración de UPyD en el partido de Rivera, sino la formación de una alianza como mínimo de cara a las elecciones generales. Cualquier otra salida es un paso en falso que seguirá llevando a UPyD al abismo y a los chascarrillos que hablan de UPyDEP. En manos de Rosa está sumar fuerzas y crear un grupo parlamentario sólido y fuerte que une a la población centrista y constitucionalista de este país o seguir anclada en los personalismos y en las amargas luchas de titanes que llevarán a su formación por la calle de la amargura.

lunes, 16 de marzo de 2015

Teniente Díez

Hace unos meses, Sosa Wagner, eurodiputado de UPyD, propuso que su partido estudiase una posible alianza con Ciudadanos, la formación política encabezada por Albert Rivera en Cataluña y en proceso de expansión territorial. La decisión de Rosa Díez fue unánime. Emulando las formas de Iosif Stalin, con la salvedad del poblado bigote, señaló con su dedo autómata a Wagner y bravó: «¡Purga!». Al menos un servidor, que tiende a adornar la vida real con un surrealismo de tintes horteras, lo ve así. Y Wagner fue purgado y sustituído por Enrique Calvet, en el punto de mira de su Lideresa por díscolo.

Rosa Díez es publicitada como una dirigente contestataria y de fuerte carácter, una imagen de la que ella reniega. No obstante, gobierna con buen golpe de timón un partido llamado en su momento a regenerar la vida política española. El problema es que, quizás por el silencio mediático que ella critica, quizás por sus maneras poco convincentes de cara a la ciudadanía, UPyD ha sido desplazado por Ciudadanos en el centro político que Rosa ocupaba hasta ahora en soledad. Porque decir que el PSOE es centro-izquierda y el PP centro-derecha es para empezar a reír hasta doblarse y guillotinarse por el diafragma. Y en plena competición por la predominancia de ese espacio, Rosa no está dispuesta a perder un ápice de terreno. «Aquí estaba yo primero», diría Rosa, empujando a un Albert dispuesto a priori a pactar por la convivencia de dos fuerzas emergentes. Nuevamente, adornos de tinte surrealista.

UPyD estaba llamado a regenerar la vida política de España con un movimiento reformista de trasfondo socialdemócrata, de tintes color magenta, en contraposición al inmovilismo de un PSOE escorado a la izquierda hippie y näif, gustoso de hacerle la pelota a grupos nacionalistas -tradicionalmente opuestos a la socialdemocracia; gracias, Zapatero-, y a un Partido Popular sin conservadores ni liberales, como bien gusta a Mariano Rajoy. Y Ciudadanos está llamado a ocupar ese mismo espectro político en pleno momento de convulsión nacional con un mensaje claro: dejar atrás el pasado de las trincheras y mirar hacia un futuro construído por la ciudadanía española. La clave política es la misma: regeneracionismo, reformismo, progresismo y socialdemocracia.

Y cuando se compite por un mismo espacio político, en un momento donde las fuerzas de izquierdas están creando un nuevo Frente Popular con el único propósito de alzarse con el poder, ¿por qué no pactar? ¿Dónde está el problema? ¿Por qué Rosa sigue empeñada en purgar voces críticas como las de Sosa Wagner y Enrique Calvet? ¿Acaso quiere silenciar una corriente interna de UPyD que sabe de la necesidad de sumar fuerzas para que la ciudadanía española que apuesta por el centrismo no esté infrarepresentada en un Parlamento por una Ley D'Hont que castiga a las terceras fuerzas en las circunscripciones? ¿Por qué se escuda Rosa Díez en problemas con la expansión territorial de C's y en informes sobre opacidad que ya han sido corregidos?

Recuerdo que su lema en las elecciones europeas rezaba: «La unión hace la fuerza». Y que el eslógan de Ciudadanos decía: «La fuerza de la unión». O quizás fuese al revés, no recuerdo. En cualquiera de los casos, el mensaje es claro. Albert insiste en que está cansado de llamar a la puerta de UPyD. Rosa niega la mayor y dice que ni pares ni nones. Que para mí el puchero, la garcilla, el plato y tú convidas. Al final, Rosa parece un caballo de Troya del bipartidismo (PP y PSOE) y del rupturismo constitucional (Podemos) que pretende silenciar la voz de una ciudadanía que aboga por el reformismo sin necesidad de procesos constituyentes, por la regeneración democrática sin necesidad de regresar a los autos de fe, por la reforma administrativa y fiscal sin necesidad de encender antorchas y parasitar la Plaza del Sol, por la reconstrucción de España sin los dictámenes de Ángela Merkel ni de Nicolás Maduro. Una pena, desde luego, pero es menester advertir a Rosa Díez que luego no vaya plañidera a quejarse de los resultados electorales. La realidad es la que es y Rosa, teniente de un cuerpo de marines, tal y como ella define a su partido, parece obviarla.

martes, 10 de marzo de 2015

Magentas, morados y naranjitos

La estrategia de comunicación del Partido Popular es nefasta. Caótica. Estrambótica. Apocalíptica. Parece realizada por el peor enemigo. ¿Qué digo por el peor? Por un dirigente de Podemos. De las pantallas de plasma en las que se escuda Mariano Rajoy para evitar las preguntas de la prensa, algo sobradamente natural en una Democracia, al nombramiento de Rafael Hernando como portavoz del partido en el Congreso de los Diputados, hay un trecho largo. Entre ambos momentos históricos distan numerosos dislates comunicativos. Suponemos que el rollo näif buenista de Pedro Arriola esté detrás. Gran estratega este Arriola.

Rafael Hernando tiene un trasfondo intelectual notable. Lo digo de forma irónica. Suele actuar con un discurso despectivo y tirando la pelota en tejado ajeno. Fue condenado a pagar 20.000 euros a UPyD por vulneración del honor, después de acusar al partido de Rosa Díez de haberse financiado ilegalmente. Lo hizo por tirar pelotas en tejado ajeno, lógicamente, porque el suyo, el de su partido, el de Génova 13, está semiderruído. Un coloso en llamas donde Mariano Rajoy sigue en su despacho, llamando por el telefonillo a Soraya Sáenz de Santamaría, para ordenar: "Pon la calefacción, que tengo frío".

Rafael, al igual que muchos humanos, no aprenden de sus meteduras de pata. Numerosas, como buen portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados. Entre llamar "pijo ácrata" al juez Santiago Pedraz y "villano" a Javier Bardem, las declaraciones de Hernando se suceden con palabrería siempre sujeta a una verborrea chulesca, sin medir las consecuencias que pueden tener tanto para su cargo como para la reputación de su partido.

Hace unos días, en un alarde de conocer la paleta de colores mejor que Francisco Goya, definió en un desayuno en Fórum Europa, a los diferentes partidos políticos por sus colores. Los magenta, los morados, mientras rigorizaba el mensaje con un rictus bucal algo exagerado. Y por no quedarse corto, recordó con emotividad a la mascota del Mundial de 1982, nuestro aclamado Naranjito, para calificar a Ciudadanos, el partido liderado por Albert Rivera, en un intento funesto por banalizar su mensaje político y acercarlo al de Podemos. Horas después, el hashtag #YoSoyNaranjito era trending topic y la página de Ciudadanos en Facebook conseguía más de 40.000 nuevos seguidores.

Quizás sean detalles nimios con escasa representatividad en la vida política. Quizás sean titulares de un día que se esfuman en el sinfín de una hemeroteca digital. Pero como portavoz del PP, Hernando debería ser comedido, pausado y consecuente con sus palabras, que tienen que estar bien elegidas tanto para la crítica interna cuando sea menester como para la crítica a otras personas, partidos e instituciones. No puede ir por los platós de televisión y por desayunos informativos con su habitual porte y derrochando esa agresividad verbal, carne de titulares que minan la credibilidad del PP y dan alas a partidos como Podemos y Ciudadanos. Por eso, porque es algo tan banal que hasta un crío se daría cuenta, me pregunto si la estrategia comunicativa del PP la hace un caballo de Troya interno o son conscientes del daño que las declaraciones de Hernando generan en el partido. Y lo dice uno al que el porvenir del Partido Popular le importa un higo.

domingo, 19 de octubre de 2014

Rosacracia

Amanece con la noticia de la destitución de Sosa Wagner como europarlamentario de UPyD. Destitución disfrazada de sustitución, como si los prefijos cambiaran los conceptos. Sin embargo, lo que no es sujeto de cambio es la hemeroteca, en la que podemos reproducir fielmente un trazado lineal entre las primeras declaraciones de Wagner denunciando prácticas autoritarias en el seno de UPyD -en  el interior del partido, no en una teta, aclaro- y la decisión de sustituirlo en el Parlamento europeo por Maite Pagazaurtundúa a instancias de Rosa Diez y de una cosa llamada Consejo de Dirección.

Entre ambos puntos, equidistantes en el tiempo por tan solo mes y medio, habitan titulares y declaraciones que pusieron UPyD boca arriba, vomitando la esencia errante que viste y tiñe a Rosa Díez. Salieron sus acólitos Carlos Martínez Gorriarán e Irene Lozano a darle patadas a Wagner. El uno en la espinilla y el otro en la cartera. Y también Rosa diciendo que de prácticas autoritarias nanai. Que a lo sumo desmembraban a los díscolos en los sótanos secretos del Partido después de someterlos a torturas inimaginables heredadas del Santo Oficio. Y todo porque Wagner llamaba a estudiar una posible alianza entre UPyD y Ciudadanos, partido encabezado por Albert Rivera en Cataluña.

Y es que hace unos meses, con una presencia ampliada al conjunto de España, Ciudadanos consiguió una avance importante en las últimas elecciones europeas. Aparte de la sorpresa de Podemos, que comió terreno a la izquierda tradicional de Izquierda Unida e hizo tambalear el bipartidismo reinante desde hace más de tres décadas, Ciudadanos se impuso como una alternativa paralela a la de UPyD en el terreno del centro-izquierda, con medio millón de votos y dos eurodiputados. Un resultado similar al alcanzado por UPyD en las elecciones al Parlamento europeo de 2009.


Sin embargo, y a pesar de que ambos partidos comparten una ideología de centro-izquierda basada en el socioliberalismo, el constitucionalismo y el antinacionalismo, Rosa Díez no está por la labor de seguir los consejos de Wagner y llegar a un pacto con C's. Es más, Díez ya rechazó en varias ocasiones la misma petición expresada por el propio Rivera. Y es que Rosa no parece querer compartir con Rivera, no sé si por empecinamiento personal o por alguna fobia particular, un triunfo que serviría para traer a España un poco de cordura en un mar envalentonado por dos opciones políticas extremas: el bipartidismo inmovilista -con un PP que no se sabe si viene o si va y un PSOE dando palos de ciego- y el populismo rupturista encabezado por Podemos. No entiende que los votantes de ambos partidos se circunscriben en un centro-izquierda que guarda una ideología semejante y unos valores casi idénticos, y que buscan una opción política de peso en el panorama español para competir con dos vías antagónicas que le hacen pinza y a quien ningunean.

Rosa, a quien uno puede conocer en base a sus declaraciones en los medios, parece creer que UPyD se vale por sí misma para encauzar ese voto. Y que con la futura caída del Partido Popular y el escaso interés que suscita la renovación del PSOE, ella va a recoger la fruta madura del árbol sin hacer apenas esfuerzo, subiendo como la espuma en un Congreso atomizado. Es menester decir a Rosa que se equivoca de pleno, y que debería aplicar su propio eslógan en las anteriores elecciones al pie de la letra. La unión hace la fuerza. Y más aun en el momento en el que vive España, donde la presión mediática ha convertido el bipartidismo tradicional en un sistema tripartidista ampliado a Podemos, donde se ahoga la opinión de un centro moderado y reformista mientras los micrófonos dan pábulo al rupturismo de Pablo Iglesias, al inmovilismo del PP y al reformismo yé-yé del PSOE de Pedro Sánchez, y donde parece que no existen alternativas si no es tomando el cielo por asalto o escondiéndose detrás de televisores de plasma.

UPyD podría representar ese papel de liderazgo en la llamada tercera vía, como gustan llamar en los medios de comunicación. Pero de igual modo que la izquierda se aglomera sobre una nueva formación política como Podemos en un intento por recrear un Frente Popular, el centro debe aunar fuerzas y sumar apoyos con otras formaciones. Teniendo en cuenta la ley electoral actual, la división del electorado que abandona el bipartidismo tradicional y quiere una vía reformista y moderada para modernizar España encontrará una infrarepresentación en el Congreso de los Diputados. Y todo por la terquedad de Rosa Díez y su no rotundo a una alianza con Ciudadanos, un partido hermanado en Europa dentro de los Liberales Europeos.

Pero parece que lo que es bueno para Europa no lo es para España. Que Ciudadanos puede hacer sombra a Rosa Díez. Y que cualquier díscolo que hable de sumar fuerzas, de hacer realidad su propio eslógan, es un hereje. Como Sosa Wagner, sustituido, destituido o defenestrado, aireando las verdaderas miserias de una coalición que no responde a un ideal colectivo sino al personalismo de Rosa. La democracia según Rosa. La Rosacracia, donde no caben alianzas con otros partidos del mismo espectro ideológico, donde el autoritarismo de Rosa llevará a la formación magenta a ser un grupo residual en el próximo Congreso por no tener visión de futuro, donde la sociedad que quiere transformar España siguiendo un espíritu renovado de la Transición se encontrará huérfana e infrarrepresentada por el auge del populismo y a pesar del descrédito del bipartidismo.a upy/raul-vilas/disidente-73762/