La política española se ha convertido en un pandemónium digno del
libro Guinness. Cien días después del 20-D, las posiciones de cada
partido político han cambiado poco, salvando el acuerdo entre PSOE y
Ciudadanos, que más bien parece una delgada cuerda de nailon a punto de
resquebrajarse. Y es que la política española sigue enquistada en la
trinchera defensiva, en una especie de línea Maginot de la que nadie
quiere salir a otear el horizonte, a mirar por el futuro de la sociedad
española dejando de lado el habitual revanchismo político. Parece que
aun no han entendido una de las declaraciones principales de los
españoles que fueron a las urnas el 20-D: la necesidad de llegar a
acuerdos entre las distintas formaciones del arco parlamentario, sin
enquistarse en el discurso de precampaña, una vez rota la mayoría
absoluta del Partido Popular.
El problema surge cuando el político español, independientemente de su
color, está en una campaña electoral permanente. Rajoy sigue en sus
trece de dejar que PSOE, Podemos y Ciudadanos se den de cuchilladas en
el vientre; Sánchez sigue en sus trece de aislar a un Partido Popular
necesario en cualquier acuerdo por tener mayoría en el Senado; y Podemos
y Ciudadanos siguen en la tesitura de marcar distancias asemejando un
nuevo bipartidismo idéntico al bipartidismo que criticaban antes del
20-D. Los unos, a pesar de perder millones de votos, y marcando alegría y
salero con la petaca en el ligero, quieren ser Presidentes; los otros,
la voz del «pueblo» oprimido que sufría hambre, recortes y miserias, ya
no tienen la urgencia de realizar reformas y se piden Vicepresidencias y
organismos de control radiofónico y de Inteligencia, pasando
olímpicamente de Educación y Sanidad.
Todos siguen en sus trece,
en unas trincheras ideológicas desde las que los líderes políticos no
son capaces de alcanzar unos acuerdos básicos para el futuro de nuestro
país, en una permanente campaña electoral donde la rueda de prensa, el
postureo, las apariciones en televisión y los tuits resultan más
importantes que los pactos políticos. Cien días después, y salvando el
pacto entre PSOE y Ciudadanos que también se enmarca en un claro
postureo mediático, los mensajes de Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera
siguen enquistados en el mismo punto de salida, mientras los españoles
parecemos clones de Bill Murray encerrados en Punxsutawney en 'El día de
la marmota'.
La cuestión, al final, será saber cuánto tiempo
más seguiremos inmersos en ese 'día de la marmota' con la parsimonia
habitual del españolito de a pie, sin necesidad de rodear el Congreso de
los Diputados y mandarlos a todos a freir espárragos de una vez. Porque
si un político no es capaz de alcanzar unos acuerdos mínimos para la
sostenibilidad de un país, lo mejor que puede hacer es irse a su casa y
dejar de j*der la marrana. Algo sobre lo que deberían reflexionar los
líderes de todos los partidos del arco parlamentario.
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