Mostrando entradas con la etiqueta UPyD. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta UPyD. Mostrar todas las entradas

sábado, 11 de abril de 2015

Nacho Prendes y las primarias de Ciudadanos

Albert Rivera, líder de Ciudadanos, siempre se ha distinguido por ejercer de adalid de las elecciones primarias. Una y otra vez, en diferentes tertulias, ha repetido hasta la saciedad que todos los partidos políticos deben regirse por elecciones primarias para elegir a sus candidatos. Opción más que plausible el hecho de que los simpatizantes de un partido elijan con su voto al candidato de su organización en una determinada cita electoral. No obstante, cabe recordar que las palabras "primarias" causan alergia en formaciones como el Partido Popular, donde se imponen las falanges para señalar ad hoc al candidato, o son un mero formalismo en Podemos, donde los congresos a la búlgara en los que, oh casualidad, siempre se impone la lista señalada por la cúpula -más falanges-, están a la orden del día.

Sin embargo, en plena descomposición interna de UPyD, es significativa la rebeldía que muestra Ciudadanos en Asturias, capaz de deslegitimar a Albert Rivera, Cicerón del partido, dando un giro de 180 grados a los formalismos iniciales. Con la cúpula de UPyD en Asturias desmantelada con una gestora, Ignacio Prendes, actual diputado del grupo en la Junta, ha decidido sumarse a Ciudadanos en un último intento por cerrar una lista conjunta. Conjunta, cabe decir, no de UPyD y Ciudadanos, sino de los expulsados de UPyD, bajo ninguna sigla política, y de Ciudadanos. En resumen, la integración con calzador de Ignacio Prendes y acólitos en Ciudadanos. Porque sí. Por las buenas. Porque lo dice el jefe. Sin unas elecciones primarias que estaban programadas hasta ayer.

Por lo que es sabido, Ciudadanos Asturias iba a organizar unas primarias para elegir a su candidato a la Junta de Asturias, pero su aplazamiento indefinido parece contradecir la principal normativa de C's. Desde la rama asturiana de la formación, se defienden en que las primarias no están especificadas en sus estatutos, pero como algunos somos perros viejos de Breda donde el valor de la palabra es innegable, seguimos dándole un valor equiparable al de la ley. Y sorprende que la palabra de Rivera, que proclama a los cuatro vientos las bondades de las elecciones primarias, sean tomadas por el pito del sereno por cuatro advenedizos en Asturias para crear un reparto del botín que ni en el saqueo de Roma, con sus consiguientes repartos de sillones entre el saliente Ignacio Prendes, de quien siempre han contado bondades, pero cuyos últimos gestos no parecen muy locuaces, y los desconocidos entrantes naranjas, voraces de morder la manzana del árbol del Edén doquiera haya elecciones futuras.

La contraréplica a Albert Rivera en la materia de las elecciones primarias puede ser la punta del iceberg que desestabilice todo el organigrama de Ciudadanos y su expansión territorial. Expansión, por cierto, muy criticable cuando se hace introduciendo paracaidistas kamikazes que huyen despavoridos de otros partidos como PP, PSOE y UPyD, pisoteando los valores cívicos de una alternativa realista al inmovilismo bipartidista y a la vía rupturista de Podemos. Y es que acciones como las de C's en Asturias, donde se prefiere el reparto del sillón a pasar por la votación de los simpatizantes, huelen al vicio de los partidos viejos. Huelen a colonianismo del sector crítico de UPyD, huyendo de un barco a medio hundir en Trafalgar para salvar el pellejo, que en política se materializa en el despacho, cambiando solo de siglas y de color políticos. Huele, sin duda alguna, a casta.

Y si Ciudadanos está llamado a ser un movimiento regenerador de la vida política, qué menos que cualquier candidato, sea su origen el que sea, se llame Ignacio Prendes o Fulano de Guzmán, se someta al escrutinio de los simpatizantes para votar por el candidato a las elecciones autonómicas. Lo contrario es empezar a hundir la credibilidad de Ciudadanos desde dentro. Supongo que Albert Rivera tenga algo que decir sobre esto.

martes, 24 de marzo de 2015

UPyDEP

Tras las elecciones andaluzas del 22 de mayo y los pésimos resultados de UPyD, Rosa Díez sigue sin hacer autocrítica. Ni se va ni se replantea una convergencia con Ciudadanos. No quiere saber nada de Albert Rivera. «¿Quién es ese?», podría decir de un momento a otro, intentando en vano soltar un chascarrillo propio de Rosa. De fondo suenan cuchillos afilados: Irene Lozano y Álvaro Anchuelo, con otros tres dirigentes del partido, hacen las maletas. «Si me queréis, irse», Rosa dixit imitando a Lola Flores.

El desastre electoral de Andalucía es solo la gota que colma el vaso. El cisma upydiense comenzó a tomar forma con la consolidación de Ciudadanos a nivel nacional y generó la primera ola de inconsistencia con las declaraciones de Sosa Wagner. De aquellas, Irene, Álvaro y la cúpula del partido llamaron a Sosa de todo. Les faltó decir que Sosa era el conde Drácula y que de noche bebía la sangre de niños inocentes a través de una cánula camuflada en su pajarita. Cualquier reunión con Ciudadanos acababa del mismo modo, en una relación sempiterna que siguió su curso natural hasta que el aprendiz -Albert- superó a la profesora -Rosa-. Y Rosa, cómo no, se puso hecha un basilisco y cargó contra la formación naranja en El País con su tono habitual, escupiendo fuego y predicando en el desierto.

A pesar de los hechos, reconozco que Rosa es un baluarte político con una trayectoria interesante a leer entre renglones, en ocasiones torcidos. Pero más de treinta años en política son muchos. Son tres décadas de pasos errantes entre el PSOE y UPyD. Y el tiempo, con una sociedad que reclama nuevos rostros, juega en su contra y en beneficio de Albert. De hecho, es su principal punto débil, unido al personalismo de UPyD. Porque, hablemos claro, UPyD es «el partido de Rosa Díez» y Rosa Díez es UPyD. UPyD podría llamarse, de hecho, Rosa Díez et al.

Por eso, Rosa tiene que entender a los díscolos de su formación. No puede perder peones con la relevancia de Irene Lozano del modo en que hizo con Sosa Wagner. El tiempo de las siglas ya pasó y es hora de realizar un camino unido sin personalismos antes de que UPyD quede sepultada en el fango político por luchas internas o desmembrada y partida a la mitad entre convergentes y divergentes, salvo que quiera acabar como Izquierda Unida, desvaneciéndose en un limbo mientras sus filas son aspiradas por Podemos.

Será duro para una mujer del carácter como Rosa compartir liderazgos y toma de decisiones, pero la única salida honorable es la convergencia con Ciudadanos, tanto para su formación como para la sociedad española que quiere una opción política fuerte entre el bipartidismo y el auge de Podemos, capaz de regenerar el espacio político español respetando la Constitución y sin volar el edificio construído en la Transición. Lo cual, ojo al dato, no significa la integración de UPyD en el partido de Rivera, sino la formación de una alianza como mínimo de cara a las elecciones generales. Cualquier otra salida es un paso en falso que seguirá llevando a UPyD al abismo y a los chascarrillos que hablan de UPyDEP. En manos de Rosa está sumar fuerzas y crear un grupo parlamentario sólido y fuerte que une a la población centrista y constitucionalista de este país o seguir anclada en los personalismos y en las amargas luchas de titanes que llevarán a su formación por la calle de la amargura.

lunes, 16 de marzo de 2015

Teniente Díez

Hace unos meses, Sosa Wagner, eurodiputado de UPyD, propuso que su partido estudiase una posible alianza con Ciudadanos, la formación política encabezada por Albert Rivera en Cataluña y en proceso de expansión territorial. La decisión de Rosa Díez fue unánime. Emulando las formas de Iosif Stalin, con la salvedad del poblado bigote, señaló con su dedo autómata a Wagner y bravó: «¡Purga!». Al menos un servidor, que tiende a adornar la vida real con un surrealismo de tintes horteras, lo ve así. Y Wagner fue purgado y sustituído por Enrique Calvet, en el punto de mira de su Lideresa por díscolo.

Rosa Díez es publicitada como una dirigente contestataria y de fuerte carácter, una imagen de la que ella reniega. No obstante, gobierna con buen golpe de timón un partido llamado en su momento a regenerar la vida política española. El problema es que, quizás por el silencio mediático que ella critica, quizás por sus maneras poco convincentes de cara a la ciudadanía, UPyD ha sido desplazado por Ciudadanos en el centro político que Rosa ocupaba hasta ahora en soledad. Porque decir que el PSOE es centro-izquierda y el PP centro-derecha es para empezar a reír hasta doblarse y guillotinarse por el diafragma. Y en plena competición por la predominancia de ese espacio, Rosa no está dispuesta a perder un ápice de terreno. «Aquí estaba yo primero», diría Rosa, empujando a un Albert dispuesto a priori a pactar por la convivencia de dos fuerzas emergentes. Nuevamente, adornos de tinte surrealista.

UPyD estaba llamado a regenerar la vida política de España con un movimiento reformista de trasfondo socialdemócrata, de tintes color magenta, en contraposición al inmovilismo de un PSOE escorado a la izquierda hippie y näif, gustoso de hacerle la pelota a grupos nacionalistas -tradicionalmente opuestos a la socialdemocracia; gracias, Zapatero-, y a un Partido Popular sin conservadores ni liberales, como bien gusta a Mariano Rajoy. Y Ciudadanos está llamado a ocupar ese mismo espectro político en pleno momento de convulsión nacional con un mensaje claro: dejar atrás el pasado de las trincheras y mirar hacia un futuro construído por la ciudadanía española. La clave política es la misma: regeneracionismo, reformismo, progresismo y socialdemocracia.

Y cuando se compite por un mismo espacio político, en un momento donde las fuerzas de izquierdas están creando un nuevo Frente Popular con el único propósito de alzarse con el poder, ¿por qué no pactar? ¿Dónde está el problema? ¿Por qué Rosa sigue empeñada en purgar voces críticas como las de Sosa Wagner y Enrique Calvet? ¿Acaso quiere silenciar una corriente interna de UPyD que sabe de la necesidad de sumar fuerzas para que la ciudadanía española que apuesta por el centrismo no esté infrarepresentada en un Parlamento por una Ley D'Hont que castiga a las terceras fuerzas en las circunscripciones? ¿Por qué se escuda Rosa Díez en problemas con la expansión territorial de C's y en informes sobre opacidad que ya han sido corregidos?

Recuerdo que su lema en las elecciones europeas rezaba: «La unión hace la fuerza». Y que el eslógan de Ciudadanos decía: «La fuerza de la unión». O quizás fuese al revés, no recuerdo. En cualquiera de los casos, el mensaje es claro. Albert insiste en que está cansado de llamar a la puerta de UPyD. Rosa niega la mayor y dice que ni pares ni nones. Que para mí el puchero, la garcilla, el plato y tú convidas. Al final, Rosa parece un caballo de Troya del bipartidismo (PP y PSOE) y del rupturismo constitucional (Podemos) que pretende silenciar la voz de una ciudadanía que aboga por el reformismo sin necesidad de procesos constituyentes, por la regeneración democrática sin necesidad de regresar a los autos de fe, por la reforma administrativa y fiscal sin necesidad de encender antorchas y parasitar la Plaza del Sol, por la reconstrucción de España sin los dictámenes de Ángela Merkel ni de Nicolás Maduro. Una pena, desde luego, pero es menester advertir a Rosa Díez que luego no vaya plañidera a quejarse de los resultados electorales. La realidad es la que es y Rosa, teniente de un cuerpo de marines, tal y como ella define a su partido, parece obviarla.

martes, 10 de marzo de 2015

Magentas, morados y naranjitos

La estrategia de comunicación del Partido Popular es nefasta. Caótica. Estrambótica. Apocalíptica. Parece realizada por el peor enemigo. ¿Qué digo por el peor? Por un dirigente de Podemos. De las pantallas de plasma en las que se escuda Mariano Rajoy para evitar las preguntas de la prensa, algo sobradamente natural en una Democracia, al nombramiento de Rafael Hernando como portavoz del partido en el Congreso de los Diputados, hay un trecho largo. Entre ambos momentos históricos distan numerosos dislates comunicativos. Suponemos que el rollo näif buenista de Pedro Arriola esté detrás. Gran estratega este Arriola.

Rafael Hernando tiene un trasfondo intelectual notable. Lo digo de forma irónica. Suele actuar con un discurso despectivo y tirando la pelota en tejado ajeno. Fue condenado a pagar 20.000 euros a UPyD por vulneración del honor, después de acusar al partido de Rosa Díez de haberse financiado ilegalmente. Lo hizo por tirar pelotas en tejado ajeno, lógicamente, porque el suyo, el de su partido, el de Génova 13, está semiderruído. Un coloso en llamas donde Mariano Rajoy sigue en su despacho, llamando por el telefonillo a Soraya Sáenz de Santamaría, para ordenar: "Pon la calefacción, que tengo frío".

Rafael, al igual que muchos humanos, no aprenden de sus meteduras de pata. Numerosas, como buen portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados. Entre llamar "pijo ácrata" al juez Santiago Pedraz y "villano" a Javier Bardem, las declaraciones de Hernando se suceden con palabrería siempre sujeta a una verborrea chulesca, sin medir las consecuencias que pueden tener tanto para su cargo como para la reputación de su partido.

Hace unos días, en un alarde de conocer la paleta de colores mejor que Francisco Goya, definió en un desayuno en Fórum Europa, a los diferentes partidos políticos por sus colores. Los magenta, los morados, mientras rigorizaba el mensaje con un rictus bucal algo exagerado. Y por no quedarse corto, recordó con emotividad a la mascota del Mundial de 1982, nuestro aclamado Naranjito, para calificar a Ciudadanos, el partido liderado por Albert Rivera, en un intento funesto por banalizar su mensaje político y acercarlo al de Podemos. Horas después, el hashtag #YoSoyNaranjito era trending topic y la página de Ciudadanos en Facebook conseguía más de 40.000 nuevos seguidores.

Quizás sean detalles nimios con escasa representatividad en la vida política. Quizás sean titulares de un día que se esfuman en el sinfín de una hemeroteca digital. Pero como portavoz del PP, Hernando debería ser comedido, pausado y consecuente con sus palabras, que tienen que estar bien elegidas tanto para la crítica interna cuando sea menester como para la crítica a otras personas, partidos e instituciones. No puede ir por los platós de televisión y por desayunos informativos con su habitual porte y derrochando esa agresividad verbal, carne de titulares que minan la credibilidad del PP y dan alas a partidos como Podemos y Ciudadanos. Por eso, porque es algo tan banal que hasta un crío se daría cuenta, me pregunto si la estrategia comunicativa del PP la hace un caballo de Troya interno o son conscientes del daño que las declaraciones de Hernando generan en el partido. Y lo dice uno al que el porvenir del Partido Popular le importa un higo.

domingo, 19 de octubre de 2014

Rosacracia

Amanece con la noticia de la destitución de Sosa Wagner como europarlamentario de UPyD. Destitución disfrazada de sustitución, como si los prefijos cambiaran los conceptos. Sin embargo, lo que no es sujeto de cambio es la hemeroteca, en la que podemos reproducir fielmente un trazado lineal entre las primeras declaraciones de Wagner denunciando prácticas autoritarias en el seno de UPyD -en  el interior del partido, no en una teta, aclaro- y la decisión de sustituirlo en el Parlamento europeo por Maite Pagazaurtundúa a instancias de Rosa Diez y de una cosa llamada Consejo de Dirección.

Entre ambos puntos, equidistantes en el tiempo por tan solo mes y medio, habitan titulares y declaraciones que pusieron UPyD boca arriba, vomitando la esencia errante que viste y tiñe a Rosa Díez. Salieron sus acólitos Carlos Martínez Gorriarán e Irene Lozano a darle patadas a Wagner. El uno en la espinilla y el otro en la cartera. Y también Rosa diciendo que de prácticas autoritarias nanai. Que a lo sumo desmembraban a los díscolos en los sótanos secretos del Partido después de someterlos a torturas inimaginables heredadas del Santo Oficio. Y todo porque Wagner llamaba a estudiar una posible alianza entre UPyD y Ciudadanos, partido encabezado por Albert Rivera en Cataluña.

Y es que hace unos meses, con una presencia ampliada al conjunto de España, Ciudadanos consiguió una avance importante en las últimas elecciones europeas. Aparte de la sorpresa de Podemos, que comió terreno a la izquierda tradicional de Izquierda Unida e hizo tambalear el bipartidismo reinante desde hace más de tres décadas, Ciudadanos se impuso como una alternativa paralela a la de UPyD en el terreno del centro-izquierda, con medio millón de votos y dos eurodiputados. Un resultado similar al alcanzado por UPyD en las elecciones al Parlamento europeo de 2009.


Sin embargo, y a pesar de que ambos partidos comparten una ideología de centro-izquierda basada en el socioliberalismo, el constitucionalismo y el antinacionalismo, Rosa Díez no está por la labor de seguir los consejos de Wagner y llegar a un pacto con C's. Es más, Díez ya rechazó en varias ocasiones la misma petición expresada por el propio Rivera. Y es que Rosa no parece querer compartir con Rivera, no sé si por empecinamiento personal o por alguna fobia particular, un triunfo que serviría para traer a España un poco de cordura en un mar envalentonado por dos opciones políticas extremas: el bipartidismo inmovilista -con un PP que no se sabe si viene o si va y un PSOE dando palos de ciego- y el populismo rupturista encabezado por Podemos. No entiende que los votantes de ambos partidos se circunscriben en un centro-izquierda que guarda una ideología semejante y unos valores casi idénticos, y que buscan una opción política de peso en el panorama español para competir con dos vías antagónicas que le hacen pinza y a quien ningunean.

Rosa, a quien uno puede conocer en base a sus declaraciones en los medios, parece creer que UPyD se vale por sí misma para encauzar ese voto. Y que con la futura caída del Partido Popular y el escaso interés que suscita la renovación del PSOE, ella va a recoger la fruta madura del árbol sin hacer apenas esfuerzo, subiendo como la espuma en un Congreso atomizado. Es menester decir a Rosa que se equivoca de pleno, y que debería aplicar su propio eslógan en las anteriores elecciones al pie de la letra. La unión hace la fuerza. Y más aun en el momento en el que vive España, donde la presión mediática ha convertido el bipartidismo tradicional en un sistema tripartidista ampliado a Podemos, donde se ahoga la opinión de un centro moderado y reformista mientras los micrófonos dan pábulo al rupturismo de Pablo Iglesias, al inmovilismo del PP y al reformismo yé-yé del PSOE de Pedro Sánchez, y donde parece que no existen alternativas si no es tomando el cielo por asalto o escondiéndose detrás de televisores de plasma.

UPyD podría representar ese papel de liderazgo en la llamada tercera vía, como gustan llamar en los medios de comunicación. Pero de igual modo que la izquierda se aglomera sobre una nueva formación política como Podemos en un intento por recrear un Frente Popular, el centro debe aunar fuerzas y sumar apoyos con otras formaciones. Teniendo en cuenta la ley electoral actual, la división del electorado que abandona el bipartidismo tradicional y quiere una vía reformista y moderada para modernizar España encontrará una infrarepresentación en el Congreso de los Diputados. Y todo por la terquedad de Rosa Díez y su no rotundo a una alianza con Ciudadanos, un partido hermanado en Europa dentro de los Liberales Europeos.

Pero parece que lo que es bueno para Europa no lo es para España. Que Ciudadanos puede hacer sombra a Rosa Díez. Y que cualquier díscolo que hable de sumar fuerzas, de hacer realidad su propio eslógan, es un hereje. Como Sosa Wagner, sustituido, destituido o defenestrado, aireando las verdaderas miserias de una coalición que no responde a un ideal colectivo sino al personalismo de Rosa. La democracia según Rosa. La Rosacracia, donde no caben alianzas con otros partidos del mismo espectro ideológico, donde el autoritarismo de Rosa llevará a la formación magenta a ser un grupo residual en el próximo Congreso por no tener visión de futuro, donde la sociedad que quiere transformar España siguiendo un espíritu renovado de la Transición se encontrará huérfana e infrarrepresentada por el auge del populismo y a pesar del descrédito del bipartidismo.a upy/raul-vilas/disidente-73762/