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lunes, 12 de septiembre de 2016

La Diadanacht

Una Diada más, y van cuarenta. En la antepenúltima de la última Diada después del antes de la Independencia marcharon Puigdemont, Mas, Rufián, Junqueras, Llach, Colacau, Rahola y celebrities de las altas esferas catalanas, mezcladas después de tantos siglos de esnobismo con lo que la burguesía catalana antes tildaba de chusma charnegil, gente con mezcla de genes y apellidos poco nobles como Díaz, Fernández y García. “Meu estimat espós, ¿cómo vamos a construir una Catalunya fort mezclando nuestra estirpe con un casposo Díaz?”, preguntaba preocupada Montserrat Martorell, señora de noble cuna, a su marido, ávido lector de las necrológicas de La Vanguardia, en los fulgurosos años cuarenta. “Sí, Montse, dónde vamos a parar… ¡Anda, mira, le petó la patata a Carles!”. “Se lo tiene merecido, por charnego”.

De la celebración de la Supremacía de la Raza Catalana se hicieron destacar dos cosas, aparte la reunión de Puigdemont con un representante de un antepasado del Siglo de las Luces que más bien parecía el Capitán Garfio. La primera, la samba con el sambenito de un círculo de papel con ínfulas de sombrero que Puigdemont y compañía portaban orgullosos y nobles, al cual daban vuelta y vuelta mientras bailaban al ritmo de un cha-cha-chá seguramente de origen catalán. A Puigdemont se le veía cara preocupada, como si no supiera marcar el ritmo sin que se le cayera la peluca, y meneaba el papel adelante y atrás, hacia arriba y hacia abajo, vuelta y vuelta, como si el papel-sombrero fuese un cerdo adobado en una parrilla, como si en un momento pidiese dinero al Estat feixista espanyol y al siguiente lo ocultase, por poner un ejemplo, en el Banco de Andorra. Imagínense el posible caudal recaudado con tanta vuelta al papel-sombrero. Reconozco que tanto meneo al papelillo en cuestión obnubiló mi subconsciente y esta noche tuve pesadillas con Puigdemont.

La segunda situación a destacar fue, sin duda alguna, la declaración de Artur Mas, ex-Presidente de la Generalidad y terrateniente de los Pujol-Ferrusola, clan archiconocido por quitar dinero a la pérfida burguesía catalana y dársela a los pobres tiñosos y disentéricos. Artur afirmó categórico, con su habitual media sonrisa de raposo, que se encontraba muy a gustito con “esta gente de bien” porque, como ustedes saben, en Cataluña hay dos tipos de gente: la “gente de bien”, situada en un espectro político entre el independentismo tradicional de Esquerra y la CUP y la derecha neoindependentista y de rancio abolengo de Tresvergencia; y luego la “gente de mal”, los bellacos que todavía tienen la osadía de toser por la calle, dar lecciones de Democracia y decirle a la Raza Superior que sigan siendo españoles de segunda categoría. ¡Cómo se le ocurre tamaña desfachatez a la “gente de mal”! Con ellos a Treblinka, Mauthausen y Auschwitz en trenes de larga distancia –subvencionados por el Estado opresor, cómo no–, que no se les puede seguir permitiendo pisar suelo del Imperio Sacro-Catalán. ¡Hombre ya!

La marea independentista puede seguir presumiendo de ejemplar y democrática, pero por mucho que insistan en su habitual engañifa, algunos somos perros viejos y sabemos cómo acaban los movimientos nacionalistas, cómo se traducen en un aquelarre racista que divide a una sociedad según el criterio del gobernante de turno, que para más inri se salta la legalidad a la torera sin que nadie le tosa e intenta poner en jaque a un Estado de Derecho que parece anestesiado frente al envite fascistoide de Convergéncia. Y si tanto les molesta que les comparemos con la Alemania nazi, que al menos les digan a los cuperos que no emulen la Kristallnacht quemando retratos del Rey y banderas de España entre teas ardientes. Que entre quemar una bandera y dar una paliza a un simpatizante del Partido Popular o de Ciudadanos hay una línea muy delgada, y más después de cuarenta años de políticos nacionalistas como Artur Mas que han dividido la sociedad entre “gente de bien” y “gente de mal”, tal y como reconoció ayer.

viernes, 15 de enero de 2016

El birreme socialista en zozobra

 
Es complicado entender a Pedro Sánchez. De repente se viste con la bandera rojigualda en sus mítines y al poco tiempo sacrifica a cuatro senadores vírgenes de su partido para que la atildada cleptocracia de CiU y sus esbirros de Esquerra prostituyan el Senado con su verborrea antiespañola. Un día se levanta constitucionalista y al siguiente se acuesta con anticonstitucionalistas deseosos de romper España. Un día brava que nunca pactará con el populismo de Podemos, mirando con ojos de leguleyo a la cámara, y al siguiente dice que bueno, que qué le vamos a hacer, que habrá que pactar, aunque enfrente suyo tenga a un partido que pone como punto clave la "autodeterminación" de los "pueblos" de España. Perdón, de "Estepaís". Sic, sic y sic.

Nos encanta el mar de contradicciones en el que navega Pedro Sánchez. Un birreme manejado por socialistas que reman según les viene en gana, ora a bavor, ora a estribor, incluso metiendo la marcha atrás, dependiendo de dónde sople el viento, en medio de un mar agrietado por el kráken de Pablo Iglesias y su sempiterno intento de engullir la embarcación socialista. Nos encanta Pedro por eso, porque nos permite cantidad de escritos sobre su piélago de incoherencias y paradojas, cojeando de pies distintos y haciendo malabares verbales dependiendo de si pisa arena movediza o cemento armado.

Lo que no sabemos, mirando incluso por el bien de los remeros, es si un birreme como el socialista puede mantenerse en calma con un capitán tan insólito. Quizás sea tiempo de otro capitán a bordo para no hacer zozobrar al país. No sé si nos explicamos. ¿Algún capitán Ahab con ganas de centrar el PSOE?

sábado, 9 de enero de 2016

Carles I de Cataluña

 
Habemus Papam: Carles Puigdemont. Carles I de Cataluña. El esperpento ha llegado a su etapa final después de que la CUP haya llegado a un acuerdo de investidura con Junts pel Sí, coalición liderada por la extinta Convergéncia. Recuerden: un partido anticapitalista, antisistema y antiburgués sellando pactos con un partido de derechas, capitalista y del más rancio abolengo. Coherencia en su grado máximo.

En su intento por mantener el orgullo, la CUP dijo por activa y por pasiva que no querían un President salpicado por la corrupción. Y va Artur Mas y les mete doblado a Puigdemont, señor burgués con estilo capilar a lo Phil Spector y gran afición por pagar obras de arte a través de la empresa gestora del agua. Todo un ejemplo de honradez política, y eso sin tener en cuenta la verborrea clasista y racista que vierte en Twitter.

Huelga decir que Artur Mas no se va porque no lo echan ni con aceite hirviendo. Si Mas hubiese sido el general Murat, hoy seguiríamos siendo franchutes. Será conseller en cap, que es un buen puesto para vestir santos y figurar en el organigrama del 'procés'. Esperemos, por el bien del 'pople', que en el pacto de investidura se especifique la cuantía de un gran retrato al óleo del otrora President que presida el Parlament en sustitución de la bandera rojigualda.

Por ende, el 'procés', o la farsa independentista, sigue adelante. Era algo sabido, delineado con gran fanfarria por las ingeniosas manos del hidalgo Don Artur en su lucha contra los molinos feixistas. Quizás, incluso, los soberanistas tengan suerte y el golpe de Estado, que es la palabra clave escondida detrás del 'procés', acabe en independencia si en España seguimos sin Gobierno, a imagen y semejanza de la Marcha Verde en el Sáhara. Quién sabe. Solo queda por definir si la República de Cataluña será Popular o Pujolesca y si la pensión de Carmen Forcadell la pagará Cristóbal Montoro o Andorra.

miércoles, 6 de enero de 2016

Carta de Artur Mas a SS.MM. los Reyes Magos


Queridos Reyes Magos:

Este año me he portado muy bien. Dividí mi CiU en dos para darle una parte del juguete a Duran i Lleida y convoqué elecciones en mi aula. Y aunque alguna vez sisé de la caja de caudales de papá para quitarle los caramelos, los chicos me han vuelto a votar porque soy un niño bueno y porque prometí independizarles del Claustro de Profesores, que son un nido de víboras fascistas y opresoras.

Este año sólo os pido un sable láser para matar a mis enemigos de la CUP porque no han querido elegirme delegado de la clase. Bueno, y también que vuelva a ser elegido como delegado si tengo que volver a convocar elecciones. Ah, ya de paso, ¿podréis traerme un procés nuevo? Y si no es mucho pedir, ¿podríais quitarme de encima a estos cuatro botiflers que no paran de mirarme mientras os escribo? 

Fdo:
Artur Mas

jueves, 15 de octubre de 2015

San Artur Mártir

Jolgorio a la entrada de los Juzgados. Llega Artur Mas. ¡El Mesías ha llegado! Viste de blanco. Impoluto. Abre los brazos. Se obra el milagro. Las esteladas se convierten en palomas; las palomas, en clones de Jordi Pujol; los clones, en pagarés al Banco de Andorra. ¡Aleluya! Le suceden los apóstoles. Pregonan su palabra. Oriol Junqueras mira ora a Hospitalet ora a Reus. Raül Romeva se deshace en lágrimas que empañan sus Txin Txin Afflelou. ¡In-de-pen-den-tzia! ¡Hossanah! Gritos de traidores a los jueces feixistas y españolistas. Artur se detiene, sonríe y dice: «No obréis con malicia, hijos míos, pues vuestro será el Reino de Catalonia». Los aplausos derrumban un capitel de los Juzgados, hecho que cronifica Pilar Rahola para el Nou Testament Catalá. El Evangelio según Rahola. Pilar se humedece de solo pensarlo.

Tras Artur Mas aparecen 400 alcaldes con los bastones de mando. Parece una reunión de jubilados en pilates, brazo arriba, brazo abajo. Airean sus bastones orientándolos hacia los Juzgados, con aire de ultraje. ¡Muerte a los feixistas! Artur vuelve a sonreír: «No obréis con...». Le corta Oriol: «Artur, tira p'alante». Artur dice: «Trátame con más respeto, que soy el Mesías». Raül se enjuaga las lágrimas. El gentío sigue exclamando vivas, ayes, jaculatorias y jotas aragonesas al paso de San Artur Mártir. Uno baila un chotis opresor en el fragor de la alegría.

Los 400 alcaldes siguen meneando el bastón al aire. Uno le atiza a una paloma, es decir, a un clon de Jordi Pujol. Lo abuchean y le llaman pepero. Cómo osa. ¡Votante de Inés Arrimadas!, gritan. Artur lo fulmina con la mirada y lo hace cenizas. La gente aplaude. ¡Milagro! ¡Hossanah! ¡Aleluya! ¡Palomitas! ¡Churros! ¡Coca-Cola! La prensa, testimonial, se agolpa en un reducto, retransmitiendo las obras y milagros de San Artur Mártir, pero su aura es tan luminosa que ciega todas las cámaras, salvo las de TV3.

A la salida, Artur vuelve a sentir la euforia de la plebe. Llevan palmas y laureles. Le agitan la melena al viento. Sonríe. Nunca la vio tan gorda. ¡Pero mira que son gilipollas estos tíos!, piensa mientras recoge los pagarés del suelo con un movimiento a lo Senador Palpatine. Clamores, vivas y esteladas al viento. Una le da en la cabeza. Artur se desmaya. Al rato se despierta. Raül, plañidero, con una peineta en la calva, le llora encima. ¡Quita de ahí, botifler! ¿Habrá sido todo un sueño?, se pregunta.

lunes, 28 de septiembre de 2015

El día después del 27-S

Lo bueno de las elecciones es que siempre ganan todos. Pasa lo mismo con las ‪#‎eleccionescatalanas‬ del ‪#‎27S‬, donde Oriol Junqueras no dudó en salir a la palestra y decir que ‪#‎JuntspelSí‬ había ganado en escaños y votos. La realidad es distinta: un 47% de los votantes apoyaron a formaciones abiertamente independentistas (Junts pel Sí y CUP), mientras el 52% apoyaron a otros partidos, entre unionistas y partidarios de una tercera vía. Sí es cierta su victoria en escaños, aunque más bien sea una victoria amarga: si CiU y Esquerra sumaban 71 escaños hace tres años, ahora en coalición, desligada Unió y con la suma de ANC, Omnium y otras asociaciones, llegan a los 62. Tampoco es para tirar cohetes, aunque hay que reconocer que tampoco está tan mal. No obstante, ¿para qué tanta alforja en este viaje?

Quien sí puede presumir de resultados es Inés Arrimadas y Ciudadanos, que suben de 9 a 25. No está mal teniendo en cuenta el apagón informativo que sufre su formación en los medios de comunicación catalanes. Y quien tampoco puede echar cohetes es el Partido Popular, que baja considerablemente, y el PSC de Iceta, que «mantiene los muebles», expresión muy al uso en los diarios del día después, aunque descendiendo. Ambos sufren el auge de Ciudadanos como principal partido constitucionalista en Cataluña.

Al final, las #eleccionescatalanas no fueron más que otras elecciones autonómicas, a pesar de la cantinela independentista. Como plebiscito, Artur Mas lo perdió, dado que el independentismo no llegó al 50% de los votos. Y como elecciones autonómicas, puede darse con un canto en los dientes: la hemeroteca es amplia y todos sabemos que Convergéncia no es capaz de movilizar como lo hacía el clan Pujol, y que necesita a la izquierda marxista de Esquerra —tengo estos principios, pero si quiere tengo otros— para mantenerse viva.

En cualquier caso, debe mirarse con preocupación un dato: la división de una sociedad casi a la mitad en torno a un debate vacuo y falto de contenido. Básicamente porque, un día después del #27S, Junts pel Sí, ganadora de las elecciones y perdedora del psueoplebiscito, tiene la obligación de gobernar para los catalanes y de preocuparse por solucionar los problemas básicos de una sociedad: paro, sanidad, educación, pensiones, corrupción... Mientras esos problemas siguen congelados, como si los catalanes se alimentaran del aire y el dinero cayese de los árboles, Artur prefiere mantener el dislate separatista y enconar a una sociedad hacia polos cada vez más opuestos, al mismo tiempo que la arroja por un precipicio para salvar su propia reputación, manchada hasta las cejas con los casos de corupción que asolan Convergéncia.

Lo mejor de todo es que, dada la macedonia que conforma Junts pel Sí, entre progresistas, ecocomunistas, movimientos sociales y la derecha del rancio abolengo convergente, las puñaladas por la espalda no han hecho más que comenzar. Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Con el paso de los días, veremos quién es el pescador y quién es el pez.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Después de la Diada

Dice Ferrer Molina que si la Policía sorprendiese hoy a Jordi Pujol abriendo la caja fuerte del Banco de España con una media calada en la cabeza y distribuyese las imágenes de la captura, el acontecimiento sería recibido con displicencia en buena parte de Cataluña con la frase: «Otro ataque más al procés».

A un sector de la población catalana le da igual que el clan Pujol esté en el punto de mira judicial: lo vinculan a un ataque del 'Estat espanyol' para cercenar la identidad nacional. Tampoco parece importarles que el pago de comisiones, de entre el 3 y el 5%, fuese una práctica común en los años de Pujol. Lo avisó Pasqual Maragall en el Parlament, pero todo quedó en agua de borrajas, oculto en una senyera que al poco tiempo pasó a ser estelada. Para ese sector tampoco son de vital importancia las donaciones a CatDem, la fundación de Convergéncia, a cambio de contratos públicos.

Para qué nos vamos a engañar: ese sector de catalanes no se diferencia tanto de los españoles que respaldan con su voto a los partidos de los ERE o de la Gürtel. Pero mientras en el resto del país funciona la sonora pandereta del «y tú más», en Cataluña se tapan las corruptelas con la bandera y se pone en marcha el 'procés' como cota de mallas contra la desdicha, contra la desazón del 'Estat opressor', contra la vil maquinaria 'feixista' de Madrid, 'Espanya ens roba' y todas esas letanías. Un hecho insólito, el refugiarse en el sentimentalismo y en la caduca ideología nacionalista, nunca visto desde mediados del siglo XX.

El sentimiento independentista, el querer formar un ente social independiente de otro grupo mayor, puede ser legítimo y libre en cualquier sociedad civilizada y madura. El que firma estas palabras, aun sabiendo que el dogma no siempre es aplicable a la práctica, respeta la libertad individual de asociación y de desasociación, incluso a la hora de construir y deconstruir Estados, aunque parezcan palabras mayores. 

Pero usar el independentismo como maquinaria de agit-prop para tapar las vergüenzas toreras de la corrupción, teniendo de líder del 'procés' al delfín del clan Pujol, es una auténtica calamidad, un desafío a las leyes de la lógica y un signo de la podredumbre de una sociedad sumida en la ceguera ideológica. Y que sea precisamente Convergéncia, el partido del 3%, de los casos Palau, ITV y Banca Catalana, quien lidere el 'procés', deja entrever una falta de compromiso de la sociedad con la ética y la decencia política. Una sociedad comprometida con la ética no permitiría que Artur Mas estuviese donde está, chulo y prepotente en sus actos de insumisión, esquivando las preguntas del resto de formaciones en el Parlament.

Si la sociedad quiere consentir esa clase de independencia liderada por la corrupción sistémica de la extinta CiU, el fraude, además de Ley, es histórico; un autoengaño masivo de parte de los catalanes, los asistentes a la Diada, que en su mayoría serán votantes de Junts Pel Sí, que prefieren vendarse los ojos antes de ver la timorata realidad de su Parlament, la podredumbre de un régimen autonómico que ha servido durante más de tres décadas para llevarse el dinero a Ginebra, como buen patriota suizo, y echar la culpa al 'Espanya ens roba'.
Los catalanes ya no tienen solo el problema del 3%, que diría Pasqual Maragall, sino un problema de hipnosis, de sugestión, en el que no son capaces de discernir la mentira en la han sido envueltos por su clase política durante tres décadas. A modo de ejercicio mental, imaginen la situación de cualquier otra zona de España donde se destapasen casos de corrupción de similares cuantías, y al día siguiente, su Presidente aclamase a voz en grito que pondrán en marcha un 'procés' de independencia porque están siendo perseguidos por la Justicia española y porque el Estat les roba.

Aun así, a pesar de la crispación social y del envenenamiento mediático, de la pesada carga de las alforjas hasta el 27-S, el mensaje de la sociedad española es claro y sabe separar el juicio a los políticos catalanes del apoyo sistemático a la sociedad catalana. El primero está dicho con anterioridad; el segundo, el mensaje a la sociedad en su conjunto, independientemente de su ideología, es que no queremos que os vayáis, que no entendemos España sin Cataluña porque sois parte de la historia común, de nuestro bagaje cultural e histórico; que no queremos un enconamiento ni un enfrentamiento guerracivilista; que queremos buscar puntos de confluencia y no de desencuentro, de entendernos y de mirar hacia el futuro, construyendo juntos el camino a seguir trazado en la misma Constitución que también ratificásteis con vuestro voto, y que dejen de engañaros haciéndoos creer que los ataques a Mas, Junqueras y compañía son agravios o injurias a los catalanes; y que hoy, al igual que hace siglos, Cataluña es sinónimo de hispanidad, y que desgajar Cataluña de España es solo la última venganza de una clase política, la catalana, manipuladora y caciquil, que ha usado la senyera para tapar el camino que lleva desde la Generalitat hasta el HSBC de Ginebra.

viernes, 17 de julio de 2015

La lista de Artur Mas

La nueva política siempre sorprende con extraños compañeros de cama. Todos los días aparecen nuevas y estrambóticas coaliciones de partidos que en el pasado se daban la espalda o se amargaban un pepino. Tras la ruptura de CiU, la rama convergente de Artur Mas no ha dudado en seguir con su hoja de ruta independentista, aun a sabiendas de que la legalidad constitucional ni la permite ni la ampara, y que por tanto se está moviendo en terreno ilegal. Veremos cómo acaba la historia después del 27-S.

En su pájara mental, Artur Mas no ha dudado en crear una lista de "convergencia" con ERC y movimientos civiles con el único fin de conseguir la independencia de Cataluña. Extraño compañero de cama, Esquerra, y extraña claudicación la de un partido histórico como el de Oriol Junqueras capaz de ir de la mano, en una extraña relación sentimental, de Artur Mas, el líder de un partido inundado por la corrupción de su sede y por el caso Pujol. Pero, huelga decir, suponemos que habiendo caché de por medio, Oriol siempre puede evadir el tufo a corrupción.

Se ha llegado con el fin de conseguir la independencia de Cataluña a un punto de no retorno en el que los políticos independentistas son capaces de tirar por la borda los años de historia de sus respectivas formaciones políticas. CiU, siempre con un papel moderador en la vida política de España desde la transición, ha saltado por los aires, dejando a Duran i Lleida con una mano delante y otra detrás. Esquerra, en sus ansias de poder, ha sido capaz de pactar con un partido de derechas en un movimiento poco creíble al menos para sus afiliados y simpatizantes con principios, los cuales deducimos pasarán a engordar los votos de la CUP. Y los movimientos sociales, que más bien podríamos llamar políticos, han dado el salto a la Generalitat para conseguir el tan ansiado puesto, bien sea en una institución anclada al opresor Estat español bien a un nuevo Estado catalán. Eso sí, siempre con un dinerillo caliente en las manos.

Y en el caso de la hipotética secesión de Cataluña, cabe preguntarse: ¿qué pasaría después? Una vez que gobierne la nueva coalición independentista con gente de izquierdas y de derechas, ¿qué políticas reales se aplicarían? ¿Los recortes presupuestarios de Artur Mas respaldados por la izquierda de Oriol Junqueras? ¿Tienen Omnium Cultural y la ANC un programa económico para la Cataluña independiente o solo mantienen un discurso político sobre la independencia como si los problemas reales de los catalanes no existieran tras el día D? ¿Cómo se conjugarán las distintas ramas de la lista independentista si no es más que un mejunge sin ton ni son de infusiones con agua y aceite?

El mapa sociológico de Cataluña, ya de por sí fragmentado, parece encontrar nuevas vías de fragmentación en torno al discurso de la independencia. De cara a las próximas elecciones del 27-S, los catalanes no solo van a tener que elegir entre lanzar un órdago inviable y sin futuro al Estado español, sino también escoger entre una cuchipandi de políticos deseosos de crear su propio latifundio donde medrar a su libre antojo, aunque sea saliendo de la Unión Europea y jodiendo a la sociedad, y el resto de formaciones que, con sus sempiternos males, parecen más ancladas a la realidad. Porque, en última instancia, el problema de Cataluña no es que Artur Mas se caiga del guindo: es que, en la caída, arrastra a todos los catalanes y los enfrenta en una batalla campal sin sentido con el resto de los españoles. Su nueva lista del 27-S no es sino la enésima rama que escala en ese guindo.

lunes, 10 de noviembre de 2014

De sediciosos y traidores

 

Ya conocemos quién ha sido el vencedor de la pseudoconsulta celebrada ayer. Artur Mas. Quienes pensábamos que su ida de olla era un desbarajuste mental y torticero, o que tenía un chip de autoinmolado político en el cerebro, nos equivocamos. Igual pensaba Oriol Junqueras, que entre su fanfarrona alegría por los resultados resbalaba una lágrima. Pensaba Oriol que a la sombra iba a aupar a Esquerra a la cumbre de la Generalitat y hacer una declaración de independencia tipo balconing. Puede ser. Y posiblemente sea, porque la Historia no está escrita y solo el pueblo es protagonista de ella, dependiendo de si hace oídos sordos a la marea independentista o si se deja llevar por la acaudalada fortuna de dinero público que riega las asociaciones soberanistas. Pero, mientras tanto, el 9-N quedará en los anales de la Historia como obra y magia de Artur Mas. El genio de la chistera, con su flequillo de bisoñé graso y su sempiterna sonrisa, como diciendo: «Ahora vas y vuelves a por otra, Marianín».
 
En el lado opuesto, los perdedores son varios. Mejor dicho, somos varios. A priori, los españoles en su conjunto, que vemos cómo un Presidente de una Comunidad Autónoma, máximo representante de España en su territorio, después de haber jurado lealtad a la Constitución y al Estatuto de Autonomía, ha hecho con las leyes un barco de vapor y ha zarpado rumbo a la ruptura, a la fractura social y política de una parte de España, solo porque le apetece. Porque sí. Por mandato divino. Un President altanero y chulo que hace acopio de valor y, conociendo la debilidad del Gobierno español, se pavonea ante todos con una consulta sacada de la chistera para delinquir. 

Porque celebrar una consulta sin Junta Electoral, sin censo y sin una Ley que la regula es un delito y no puede quedar impune en un Estado de Derecho. Por mucho que los amics de la ANC, de Omnium Cultural, de Esquerra o de las CUP se dediquen a pervertir el lenguaje y llamarlo Democracia, no lo es. No es Democracia una consulta soberanista si no hay garantías democráticas. No es Democracia una consulta que no se ampara en la Ley, ni lo es una consulta que salta por encima de la Constitución y del Estatuto de Autonomía. No es, ni mucho menos, legal ni democrática una votación con urnas de cartón, con apoderados de mesas politizados o con quince días de plazo para seguir votando. De paso, por qué no, que sean treinta. O tres meses, por si queda algún rezagado en febrero que no se haya enterado.

Y entre vencedores y vencidos, el máximo responsable, que por si la gente aun lo duda, no es Artur Mas, es Mariano Rajoy Brey, Presidente del Gobierno de España gracias a casi once millones de votantes que depositaron en él su confianza hace tres años, otorgándole una mayoría absoluta que no sirve para nada. Once millones de papeletas y de ilusiones pudriéndose en el fondo de un fangal por culpa de un partido salpicado por una corrupción sistémica en todo su organigrama, y cuyo Presidente cree que su función patriótica es asistir pasivo al descuartelamiento del Estado. Que debe esperar a que las aguas vuelvan a su cauce, como si los problemas se solucionasen solos, sin mediación humana. Un Presidente temeroso de los medios de comunicación, sin capacidad comunicativa, parco de palabras, que bien se oculta tras una pantalla de plasma para evitar las preguntas de la prensa sobre el caso Bárcenas o te hace un parte metereológico para no hablar sobre la sentencia de Estrasburgo sobre la doctrina Parot.

Mariano, qué quieres que te diga, eres un Presidente que parece cometer el mismo delito de sedición que Artur Mas pero en versión pasiva. Porque uno se pregunta quién es más traidor a su Nación: si el responsable político de convocar un referéndum ilegal o el Presidente de un Gobierno que, teniendo en su mano los instrumentos para ejercer el poder, hace oídos sordos y no establece los medios necesarios para evitar una insurrección contra el orden institucional y legal. Juraste fidelidad a una Constitución que ayer se pisoteó con un ejercicio antidemocrático, sacando urnas de cartón y haciendo uso de espacios públicos para hacer propaganda independentista institucional, y cuya repercusión mediática ha alcanzado a la prensa internacional. Traicionaste tu juramento y encima tienes la desfachatez de hacer salir al Ministro de Justicia diciendo varias mamarrachadas para quedar bien de cara a la galería. Así que te voy a dar un consejo, mil veces mejor que los de Pedro Arriola, si aún tienes un poco de sensatez, de orgullo y de patriotismo: convoca elecciones generales anticipadas, piérdete en la espesura de un bosque y no vuelvas. Porque ayer el mayor traidor a España no fue Artur Mas, querido Mariano. Fuiste tú.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Reflexiones tras la Diada


Resulta triste ver la ingente multitud de catalanes presentes en las calles de Barcelona con motivo de la Diada. Y digo que resulta triste porque la Diada debería ser una celebración de todos los catalanes y no un día politizado. Igual que nadie entiende un 8 de septiembre en Asturias o en Extremadura como marcapáginas de una agenda política, es triste y humillante ver la caída en picado que lleva a Cataluña al abismo, a la fractura social y política, al choque entre sectores de la población solo por una idea preconcebida de forma errónea: la independencia. No se trata solo del derecho a decidir, porque las leyes internacionales son claras al respecto. Tampoco de la tergiversación histórica de 1714 como fecha clave del envite nacionalista; quien quiera tiene los libros de Historia y es libre de conocerla sin que nadie le diga cómo pensar. Tampoco se trata del creciente fervor nacionalista e independentista de las últimas décadas derivada a golpe de una educación institucionalizada y del sometimiento de los medios de comunicación a la Generalitat. No seré yo quien juzgue al conde de Godó y a sus acólitos. 

Se trata de la ausencia de un sentimiento común con el resto de los españoles, de la incapacidad de formar parte de una sociedad plural y de convertirla en homogénea, de la destrucción de siglos de historia común por un despecho de políticos como Jordi Pujol, que han usado el sentimiento nacional como bayoneta, apuntando a un enemigo único: España. Y cabe recordar que España no es ningún enemigo. España, ese nombre que tanto intríngulis hace sentir a muchos, es nuestro hogar común, el lugar donde hemos nacido, donde, dentro de la identidad particular de España, compartimos un espacio común con hermanos de sangre desde hace más de medio milenio de historia. España es el espacio común de todos, vuestra tierra tanto como la mía, y ninguna jugada política puede levantar murallas o barreras donde siempre hubo, hay y habrá unión y sinergia.

Hoy, en un momento trascendental para la historia de Cataluña y del resto de España, a escasos dos meses de la celebrada fecha del 9-N, no queda sino rebatir los fatuos argumentos que elevan la discordia y la separación frente al entendimiento y la unión. Que los representantes políticos tanto catalanes como españoles no entiendan estos conceptos no significa que la sociedad sepa mejor cuál es la verdad. Y la verdad es la contraria a la que promueven partidos y asociaciones independentistas: que es más lo que nos une que lo que nos separa, que no debe existir un sentimiento de dicotomía entre lo catalán y lo español del mismo modo en que tampoco lo hay entre ser extremeño y español, gallego y español, vasco y español o andaluz y español. Porque aunque algunos se empeñen en pintar una España grande y libre de color gris marengo para sembrar odio y rememorar tiempos pasados, esa España ya no existe, mal que les pese a muchos. España en el siglo XXI, la España de las Autonomías, que a pesar del entente socialista es sinónimo de federalismo, es la suma de todos sus ciudadanos, y resulta absurdo levantar fronteras entre ellos coincidiendo con una era globalizadora.

El afán sospechosamente independentista que mueve a CiU y a Artur Mas, después de décadas de nacionalismo ambiguo, tiene que ser rechazado por los propios catalanes en otro afán unionista que vuelva a conectar a la sociedad catalana con el resto de los españoles. Cataluña no puede moverse a la deriva por una multitud manejada como rebaño por una casta política corrompida hasta el tuétano. Debe entender que los ataques a sus políticos no son ataques a la sociedad catalana, del mismo modo que criticar a Ana Botella no significa atacar a todos los madrileños. Y a partir de ahí, debemos volver a tender puentes entre regiones porque todos somos parte intrínseca de España, sin necesitar la intermediación de unos políticos inmovilistas a ambos lados del espectro. Existen vías intermedias y reformistas para adaptar la realidad catalana dentro del marco español, pero siempre siguiendo el camino emprendido en la Transición y optando por la concordia y el entendimiento. De lo contrario, el problema catalán no solo significará una ruptura política con España, sino que abrirá un cisma civil en el seno de su sociedad de proporciones desconocidas. Ir en un sentido u otro depende no ya de Artur Mas o de Mariano Rajoy, sino de la altura de miras de las sociedades catalana y española.

viernes, 8 de agosto de 2014

El verdadero caso de Jordi Pujol

Hace poco tiempo, en una galaxia más bien cercana, existían dos facciones adversarias: los dendritos y los cagapinos. Los dendritos, del planeta Dendros, solían vagar con las manos -ocho- en los bolsillos -siete- y gustaban de una vida fácil y placentera, pues su sistema de organización era sencillo: no conocían el capitalismo ni el socialismo y solo necesitaban sendas fuentes de energía y materia para subsistir, que obtenían lamiendo fango de las piedras y luego masticando las piedras. Su vida era amena y distendida; su existencia, afable y pintoresca; sin embargo, su sociabilidad era como un pepino en vinagre. Exterminaban cuanta vida encontraban en Dendros, desde los malacondritos hasta los gilipomperos, especies semejantes a los cangrejos cacerola terrestres pero bípedos, de simetría bilateral y deuteróstomos: oséase, que el ano les salía por el blastoporo de la blástula dentro del desarrollo embrionario. Aun así, encontraban una resistencia feroz en los cagapinos, oriundos de Cagapín, que utilizaron Dendros como una colonia interestelar. Los cagapinos eran seres expeditos, de simetría radial, con tentáculos prénsiles en lo alto de una cabeza coronada por cristales de oxicoronita que se clavaban mutuamente para reproducirse, y protóstomos, por lo que el culo era el culo y la boca era la boca, de toda la vida.

Aunque los dendritos aludieron a diferencias sobre el blastoporo para aleccionar a los cagapinos, la verdad es que su naturaleza belicosa los hizo cargar con saña contra los pocos colonos de Dendros. Cargados con palos de circonita, grapadoras de diamante y gomas de borrar Milán, azuzaron a los extranjeros para que abandonaran el planeta. «Me'lé aftori'de o quete'dén» era el lema que coreaban los dendritos, que en castellano significa: «Vamos a daros hasta en el carné de identidad». Los cagapinos, tozudos pero diplomáticos, expidieron como respuesta un dossier de veinticinco páginas aludiendo razones para establecer una colonia permanente en Dendros e inaugurar relaciones diplomáticas con sus vecinos. Pero los dendritos no solo no sabían leer, tan triste era la situación de su civilización, sino que endiosaban al papiro, dado que Papiris era su único Dios, y verlo manchado de tinta de sepia terrestre era la peor ofensa que alguien podía hacer a Papiris. Con lo cual, los dendritos cargaron contra los cagapinos en la conocida Primera Batalla Ridícula, que exterminó de la faz de Dendros a los segundos. Y con sus cadáveres hicieron un último trabajo antes de volver a vagar con las manos -ocho- en los bolsillos -siete-, a modo de ofrenda a Papiris: prensarlos en una única masa celulósica, dividirlos en series rectangulares y otorgarles nombres ofensivos: 5 -en español, sarasa-, 10 -equivalente a pichafloja-, 20 -que viene a significar cenutrio-, 50 -cara de pandereta-, 100 -bocachancla- y 500 -me cago en tu estampa y en toda tu estirpe-.

Estos tributos a Papiris eran de forma tan similar a los billetes en circulación dentro de la Unión Europea del planeta Tierra que cualquier banco con mala praxis -Bankia, sin ir más lejos- los habría utilizado como moneda legal. Y he aquí el quid de la cuestión: porque un homenaje que habría de ser guardado en el templo a Papiris salió expedido a la galaxia por el pésimo estado del sistema de calefacción del santuario. La explosión provocada por su mal estado lanzó el tributo hecho con los cadáveres de los cagapinos a la galaxia exterior a una velocidad de vértigo, con tan mala suerte que cayeron, varios miles de años después, en el planeta Tierra, cuya escala trófica está coronada por el ser humano, una especia animal cordada, mamífera, vertebrada y deuteróstoma que vive apilada en colmenas de ladrillo llamadas edificios y se da el lujo de utilizar un sistema de reproducción dioico en vez de la gemación o la bipartición, como Dios manda.

Un localizador GPS asociado al tributo a Papiris posicionó la colisión en Ultramort, un pueblo de la comarca del Ampurdán con 208 habitantes según una cosa llamada INE. Y entre ellos, de vacaciones, estaba un tal Jordi Pujol i Soley, que según la Wikipedia es «un ladrón catalán», el cual miró con expectación el fajo de cadáveres de los cagapinos. Confundiéndolos con billetes en circulación, y oteando ora a un lado ora a otro para ver si venía alguien, los cogió, no sin antes llamar a Oriol Pujol, fruto de las relaciones con una progenitora del sexo contrario.

-"Fill meu, my son, mon fils...".
-"¿Qué coño quieres, pare?".
-"Que me lleves este dineral que me he encontrado a Andorra".
-"¿Más dinero? ¡Ya no hay más cajas fuerte en Andorra! ¿Pero de qué dineral me hablas?".
-"De uno que ha llovido del cielo".
-"Ya, claro, y yo voy y me lo creo".
-"Si mi propio hijo, mi fill, mi son, mi fils no me cree, ¿cómo me va a creer el Fisco del Estat opresor español?".
-¿Con quién hablas, pare?".
-"Calla, fill meu, my son, mon fils, que no te enteras, tonto del culo, ximple, que eres un ximple, y ven de inmediato".
-¿Qué coche quieres que lleve?
-"El Testarrosa".
-"¡Jo, pare, déjame conducir el Lamborghini!".
-"Antes me hago madrileño".
-"Cachis...".

Y este es el turbio y verdadero origen del dinero oculto de Jordi Pujol, manchado con el líquido intravascular de los nefridioporos de los cagapinos muertos en la Primera Batalla Ridícula contra los dendritos. Resuelto el misterio, es lógico que Pujol no se atreva a confesar el origen del monto de dinero, dado que nadie le creería y sería objeto de una burla sistemática entre el populacho, siempre mal pensado, que no es capaz de entender que un cagapino puede convertirse en dinero contante y sonante con las presas hidráulicas y la avanzada tecnología de los dendritos.