miércoles, 28 de enero de 2015

Defendiendo a Pedro Sánchez

Nunca pensé que haría esto, pero voy a alzar la voz en defensa de Pedro Sánchez Castejón. Es conocida mi animadversión al PSOE desde tiempos inmemoriales. Quizás desde el advenimiento de Rodríguez Zapatero como Secretario General del Partido y la llegada de todos los males de la izquierda española. Porque, aunque el artículo se centre en Pedro Sánchez y en el aquelarre de brujas que están montando en torno suyo para demonizarlo, la demonización del PSOE comenzó durante la era Zapatero.

Hace unos días se filtró que Rodríguez Zapatero, ínclito Don Quijote, y José Bono, testarudo Sancho Panza, tomaron café y pastas con Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, líderes de Podemos. Podéis, en nuestro caso. La reunión tuvo lugar a espaldas de Pedro Sánchez, quien, enterado de la situación, es de suponer su cabreo. Me imagino la escena de El hundimiento en la que Adolf Hitler comienza a lanzar lápices contra la cúpula del Partido en su búnker de Berlín y en seguida se me dibuja el rostro iracundo de Pedro, salvando, cómo no, la enorme distancia ideológica. 

Y es que sería normal que Pedro montase en cólera, aunque de cara a la galería sonriese y dijese que «no iba a echar más leña al fuego». Que te haga la cama gente con parné y bisoñé, psé. Pero que sean Zapatero y Bono quienes conspiren en las sombras para quitarte la cota de malla y lanzarte a la arena con los leones, debe joder. ¡Joder si debe de joder! Un personaje como Zapatero, la personificación de la hipocresía socialista incapaz de reconocer una crisis económica, de empalar a tres millones de personas y tener la facha de sonreír e irse por los cerros de Úbeda a contar nubes en vez de visitar el cadalso o pudrir su alma en lo oscuro de un desván. Y otro personaje como Bono, enano televisivo de cartón con acento de mamarracho que un día se levanta patriota y al siguiente firma doctrinas en las que el Ejército debe dejarse capturar y morir, gritando en un renuncio Allah akbar, en lugar de vendiendo cara su alma. Si al menos hubieran sido Felipe González y Alfonso Guerra, o Ramón Jáuregui y y Nicolás Redondo, querido Pedro, el dolor sería menor. Lo entiendo. Es como si me dijesen que me destituyen de mi cargo para poner a Leire Pajín. Imaginen qué tercal.

Entiendo tu pena, querido Pedro. Fui de los que alegó que tenías la oportunidad de hacer un PSOE socialdemócrata, pero que ello requería sentenciar de muerte el zapaterismo y el bonismo. Que podías europeizar el partido y adaptarlo a las grandes marcas nacionales de Francia y Alemania. Que podías ser el Manuel Valls de España: echarle un par de cojones, purgar tu partido de payasos y botarates del redil zapateril y aupar a una nueva generación de socialdemócratas. Y aún creo que tienes la oportunidad, querido Pedro, aunque cada día que pasa me caigas como un herpes labial. Serías, en definitiva, el último eslabón en la última gran oportunidad del PSOE por convertirse en un partido estatal capaz de dar estabilidad social, política y económica al país. O socialdemocratizarse o morir fagocitado por Podemos. Sin embargo, con el menage a quatre entre Zapatero, Bono, Iglesias y Errejón, menuda orgía, parece que han elegido la fagocitosis a tus anchas y musculadas espaldas. 

¿Qué puedes hacer, querido Pedro? Si quieres saber mi humilde opinión, alma cándida, opinión de quien considera que España necesita un PSOE socialdemócrata, constitucionalista y progresista, c'est ici: ponte el bigote de Iosif Stalin, entra con paso firme y militar en Ferraz, da un puñetazo en la próxima reunión de la cúpula, grita: ¡PURGA! y llévate a los últimos acólitos de Zapatero a la Lubianka. Saca pecho e imponte, Pedro. Con dos circunscripciones. ¡Coño ya!

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