lunes, 16 de marzo de 2015

Teniente Díez

Hace unos meses, Sosa Wagner, eurodiputado de UPyD, propuso que su partido estudiase una posible alianza con Ciudadanos, la formación política encabezada por Albert Rivera en Cataluña y en proceso de expansión territorial. La decisión de Rosa Díez fue unánime. Emulando las formas de Iosif Stalin, con la salvedad del poblado bigote, señaló con su dedo autómata a Wagner y bravó: «¡Purga!». Al menos un servidor, que tiende a adornar la vida real con un surrealismo de tintes horteras, lo ve así. Y Wagner fue purgado y sustituído por Enrique Calvet, en el punto de mira de su Lideresa por díscolo.

Rosa Díez es publicitada como una dirigente contestataria y de fuerte carácter, una imagen de la que ella reniega. No obstante, gobierna con buen golpe de timón un partido llamado en su momento a regenerar la vida política española. El problema es que, quizás por el silencio mediático que ella critica, quizás por sus maneras poco convincentes de cara a la ciudadanía, UPyD ha sido desplazado por Ciudadanos en el centro político que Rosa ocupaba hasta ahora en soledad. Porque decir que el PSOE es centro-izquierda y el PP centro-derecha es para empezar a reír hasta doblarse y guillotinarse por el diafragma. Y en plena competición por la predominancia de ese espacio, Rosa no está dispuesta a perder un ápice de terreno. «Aquí estaba yo primero», diría Rosa, empujando a un Albert dispuesto a priori a pactar por la convivencia de dos fuerzas emergentes. Nuevamente, adornos de tinte surrealista.

UPyD estaba llamado a regenerar la vida política de España con un movimiento reformista de trasfondo socialdemócrata, de tintes color magenta, en contraposición al inmovilismo de un PSOE escorado a la izquierda hippie y näif, gustoso de hacerle la pelota a grupos nacionalistas -tradicionalmente opuestos a la socialdemocracia; gracias, Zapatero-, y a un Partido Popular sin conservadores ni liberales, como bien gusta a Mariano Rajoy. Y Ciudadanos está llamado a ocupar ese mismo espectro político en pleno momento de convulsión nacional con un mensaje claro: dejar atrás el pasado de las trincheras y mirar hacia un futuro construído por la ciudadanía española. La clave política es la misma: regeneracionismo, reformismo, progresismo y socialdemocracia.

Y cuando se compite por un mismo espacio político, en un momento donde las fuerzas de izquierdas están creando un nuevo Frente Popular con el único propósito de alzarse con el poder, ¿por qué no pactar? ¿Dónde está el problema? ¿Por qué Rosa sigue empeñada en purgar voces críticas como las de Sosa Wagner y Enrique Calvet? ¿Acaso quiere silenciar una corriente interna de UPyD que sabe de la necesidad de sumar fuerzas para que la ciudadanía española que apuesta por el centrismo no esté infrarepresentada en un Parlamento por una Ley D'Hont que castiga a las terceras fuerzas en las circunscripciones? ¿Por qué se escuda Rosa Díez en problemas con la expansión territorial de C's y en informes sobre opacidad que ya han sido corregidos?

Recuerdo que su lema en las elecciones europeas rezaba: «La unión hace la fuerza». Y que el eslógan de Ciudadanos decía: «La fuerza de la unión». O quizás fuese al revés, no recuerdo. En cualquiera de los casos, el mensaje es claro. Albert insiste en que está cansado de llamar a la puerta de UPyD. Rosa niega la mayor y dice que ni pares ni nones. Que para mí el puchero, la garcilla, el plato y tú convidas. Al final, Rosa parece un caballo de Troya del bipartidismo (PP y PSOE) y del rupturismo constitucional (Podemos) que pretende silenciar la voz de una ciudadanía que aboga por el reformismo sin necesidad de procesos constituyentes, por la regeneración democrática sin necesidad de regresar a los autos de fe, por la reforma administrativa y fiscal sin necesidad de encender antorchas y parasitar la Plaza del Sol, por la reconstrucción de España sin los dictámenes de Ángela Merkel ni de Nicolás Maduro. Una pena, desde luego, pero es menester advertir a Rosa Díez que luego no vaya plañidera a quejarse de los resultados electorales. La realidad es la que es y Rosa, teniente de un cuerpo de marines, tal y como ella define a su partido, parece obviarla.

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