martes, 24 de marzo de 2015

UPyDEP

Tras las elecciones andaluzas del 22 de mayo y los pésimos resultados de UPyD, Rosa Díez sigue sin hacer autocrítica. Ni se va ni se replantea una convergencia con Ciudadanos. No quiere saber nada de Albert Rivera. «¿Quién es ese?», podría decir de un momento a otro, intentando en vano soltar un chascarrillo propio de Rosa. De fondo suenan cuchillos afilados: Irene Lozano y Álvaro Anchuelo, con otros tres dirigentes del partido, hacen las maletas. «Si me queréis, irse», Rosa dixit imitando a Lola Flores.

El desastre electoral de Andalucía es solo la gota que colma el vaso. El cisma upydiense comenzó a tomar forma con la consolidación de Ciudadanos a nivel nacional y generó la primera ola de inconsistencia con las declaraciones de Sosa Wagner. De aquellas, Irene, Álvaro y la cúpula del partido llamaron a Sosa de todo. Les faltó decir que Sosa era el conde Drácula y que de noche bebía la sangre de niños inocentes a través de una cánula camuflada en su pajarita. Cualquier reunión con Ciudadanos acababa del mismo modo, en una relación sempiterna que siguió su curso natural hasta que el aprendiz -Albert- superó a la profesora -Rosa-. Y Rosa, cómo no, se puso hecha un basilisco y cargó contra la formación naranja en El País con su tono habitual, escupiendo fuego y predicando en el desierto.

A pesar de los hechos, reconozco que Rosa es un baluarte político con una trayectoria interesante a leer entre renglones, en ocasiones torcidos. Pero más de treinta años en política son muchos. Son tres décadas de pasos errantes entre el PSOE y UPyD. Y el tiempo, con una sociedad que reclama nuevos rostros, juega en su contra y en beneficio de Albert. De hecho, es su principal punto débil, unido al personalismo de UPyD. Porque, hablemos claro, UPyD es «el partido de Rosa Díez» y Rosa Díez es UPyD. UPyD podría llamarse, de hecho, Rosa Díez et al.

Por eso, Rosa tiene que entender a los díscolos de su formación. No puede perder peones con la relevancia de Irene Lozano del modo en que hizo con Sosa Wagner. El tiempo de las siglas ya pasó y es hora de realizar un camino unido sin personalismos antes de que UPyD quede sepultada en el fango político por luchas internas o desmembrada y partida a la mitad entre convergentes y divergentes, salvo que quiera acabar como Izquierda Unida, desvaneciéndose en un limbo mientras sus filas son aspiradas por Podemos.

Será duro para una mujer del carácter como Rosa compartir liderazgos y toma de decisiones, pero la única salida honorable es la convergencia con Ciudadanos, tanto para su formación como para la sociedad española que quiere una opción política fuerte entre el bipartidismo y el auge de Podemos, capaz de regenerar el espacio político español respetando la Constitución y sin volar el edificio construído en la Transición. Lo cual, ojo al dato, no significa la integración de UPyD en el partido de Rivera, sino la formación de una alianza como mínimo de cara a las elecciones generales. Cualquier otra salida es un paso en falso que seguirá llevando a UPyD al abismo y a los chascarrillos que hablan de UPyDEP. En manos de Rosa está sumar fuerzas y crear un grupo parlamentario sólido y fuerte que une a la población centrista y constitucionalista de este país o seguir anclada en los personalismos y en las amargas luchas de titanes que llevarán a su formación por la calle de la amargura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario