martes, 19 de abril de 2016

Blanqueando a ETA

Nos gustaría pensar que la intención de Jordi Évole con la entrevista a Arnaldo Otegi el domingo pasado en 'Salvados' era buena. Que Jordi cree de verdad en el interés periodístico y que, por tanto, no es cómplice, ni directa ni indirectamente, de ese blanqueamiento del historial de ETA al que muchos acudimos perplejos. Queremos pensar eso, aunque en realidad tampoco sabemos muy bien a qué atenernos, viendo el currículum del presentador. Pero su interés por dar pábulo a un etarra como Otegi, que además aspira con grandes ínfulas a ser lehendakari, ha tenido un efecto colateral, que es el de poner a un mismo nivel la voz de asesinos y de asesinados, de perseguidores y perseguidos.

Los que tenemos memoria hemos sufrido el horror de ver cadáveres tirados en las calles de toda España, en charcos de sangre, con un tiro en la nuca; o coches volados en mil pedazos por las bombas-lapa de esos gudaris tan valientes que ni eran capaces de enfrentarse cara a cara con sus 'enemigos'. Años después, con ETA en un segundo plano, aunque aun sin disolverse, y con sus adláteres en las instituciones democráticas, las víctimas de ETA encima tienen que sufrir la humillación de ver en televisión a un impresentable que no solo sigue justificando los asesinatos, tal y como dejó entrever en su entrevista, sino que se escuda en mil eufemismos para seguir sin condenar la violencia de ETA, prueba más que suficiente para que no pueda acceder a un cargo público en las instituciones de España. 

Évole pensará lo contrario, pero su entrevista dio alas al victimismo permanente de Arnaldo Otegi, máximo exponente de ese sector abertzale de la sociedad vasca que sigue podrida hasta la médula, que cree en el heroísmo de sus gudaris y que mantiene el valor de afirmar que hay vidas que valen más que otras, y que los concejales de PP y PSOE y los miembros de Policía y Guardia Civil se merecían la muerte para alcanzar la independencia de ese engendro histórico que llaman Euskal Herría. De hecho, solo faltó que se autoproclamara como el nuevo Madiba, el segundo Simón Bolívar, el nuevo prócer del independentismo. 

La imagen de Otegi, por muchos intentos de blanquearla a través de entrevistas, sigue siendo tan negra como su infecta y pútrida alma. Porque estamos hablando del hombre que paseaba alegre, tomando el sol, por la playa de Zarautz cuando asesinaban a Miguel Ángel Blanco. De ese gudari que intentó difundir videos de ETA en la propaganda de Herri Batasuna a mediados de la década de 1990. De ese sujeto que homenajeó a etarras fallecidos al explotarles un coche bomba que estaban a punto de activar. De ese 'ente' que acudía a los funerales de etarras como Argala y Castresana, pero que nunca puso un pie en los entierros de Ordóñez, Múgica, Giménez Abad, Lluch, Jiménez-Becerril y otros 830 asesinados por los suyos. De ese hombre que dice delante de una cámara, sin inmutarse, «el día que Miguel Ángel Blanco apareció muerto», como si hubiese fallecido así, de repente, por chocarse con una bala que encontró en el camino. Del dirigente que intentó reorganizar la cúpula directiva de Batasuna por orden directa de los 'jefes' de ETA. En definitiva, de un cretino que sigue legitimando la violencia y el terrorismo de ETA.

Por mucho que un sector de la política española, encabezada por Pablo Iglesias y Alberto Garzón, nos intente vender la imagen perfumada y edulcorada de Otegi como hombre de paz que lucha por el fin del 'conflicto vasco' y por mucho que intenten revertir la historia, los que estamos a este lado de la trinchera sabemos que Otegi sigue siendo el rostro visible y la cara amable del último bastión del fascismo en Europa, de ese aborto de ideología que cree en la superioridad de los unos sobre los otros y envuelve la violencia y el terror en mil eufemismos dignos de la propaganda nazi de Joseph Goebbels. Su entrevista en 'Salvados' ha servido para saber que sigue siendo el mismo de hace veinte años y que su 'proceso de paz' sigue pasando por aislar en el recuerdo a casi un millar de víctimas, por hacer borrón y cuenta nueva, dejando en la cuneta el dolor y la rabia de las familias que un día perdieron a sus parientes.

Frente a ese intento por trocar la historia, frente a los rastreros aduladores del lobo con piel de cordero, frente a ese mezquino intento por blanquear los últimos cuarenta años de ETA, los que estuvimos, estamos y estaremos SIEMPRE junto a las víctimas de ETA no vamos a tolerar nunca que se les pisotee, se les humille y se les haga perder el respeto y la dignidad que merecen.

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