Nos gustaría pensar que la intención de Jordi Évole con la entrevista
a Arnaldo Otegi el domingo pasado en 'Salvados' era buena. Que Jordi
cree de verdad en el interés periodístico y que, por tanto, no es
cómplice, ni directa ni indirectamente, de ese blanqueamiento del
historial de ETA al que muchos acudimos perplejos. Queremos pensar eso,
aunque en realidad tampoco sabemos muy bien a qué atenernos, viendo el
currículum del presentador. Pero su interés por dar pábulo a un etarra
como Otegi, que además aspira con grandes ínfulas a ser lehendakari, ha
tenido un efecto colateral, que es el de poner a un mismo nivel la voz
de asesinos y de asesinados, de perseguidores y perseguidos.
Los
que tenemos memoria hemos sufrido el horror de ver cadáveres tirados en
las calles de toda España, en charcos de sangre, con un tiro en la nuca;
o coches volados en mil pedazos por las bombas-lapa de esos gudaris tan
valientes que ni eran capaces de enfrentarse cara a cara con sus
'enemigos'. Años después, con ETA en un segundo plano, aunque aun sin
disolverse, y con sus adláteres en las instituciones democráticas, las
víctimas de ETA encima tienen que sufrir la humillación de ver en
televisión a un impresentable que no solo sigue justificando los
asesinatos, tal y como dejó entrever en su entrevista, sino que se
escuda en mil eufemismos para seguir sin condenar la violencia de ETA,
prueba más que suficiente para que no pueda acceder a un cargo público
en las instituciones de España.
Évole pensará lo contrario, pero
su entrevista dio alas al victimismo permanente de Arnaldo Otegi,
máximo exponente de ese sector abertzale de la sociedad vasca que sigue
podrida hasta la médula, que cree en el heroísmo de sus gudaris y que
mantiene el valor de afirmar que hay vidas que valen más que otras, y
que los concejales de PP y PSOE y los miembros de Policía y Guardia
Civil se merecían la muerte para alcanzar la independencia de ese
engendro histórico que llaman Euskal Herría. De hecho, solo faltó que se
autoproclamara como el nuevo Madiba, el segundo Simón Bolívar, el nuevo
prócer del independentismo.
La imagen de Otegi, por muchos
intentos de blanquearla a través de entrevistas, sigue siendo tan negra
como su infecta y pútrida alma. Porque estamos hablando del hombre que
paseaba alegre, tomando el sol, por la playa de Zarautz cuando
asesinaban a Miguel Ángel Blanco. De ese gudari que intentó difundir
videos de ETA en la propaganda de Herri Batasuna a mediados de la década
de 1990. De ese sujeto que homenajeó a etarras fallecidos al
explotarles un coche bomba que estaban a punto de activar. De ese 'ente'
que acudía a los funerales de etarras como Argala y Castresana, pero
que nunca puso un pie en los entierros de Ordóñez, Múgica, Giménez Abad,
Lluch, Jiménez-Becerril y otros 830 asesinados por los suyos. De ese
hombre que dice delante de una cámara, sin inmutarse, «el día que Miguel
Ángel Blanco apareció muerto», como si hubiese fallecido así, de
repente, por chocarse con una bala que encontró en el camino. Del
dirigente que intentó reorganizar la cúpula directiva de Batasuna por
orden directa de los 'jefes' de ETA. En definitiva, de un cretino que
sigue legitimando la violencia y el terrorismo de ETA.
Por mucho
que un sector de la política española, encabezada por Pablo Iglesias y
Alberto Garzón, nos intente vender la imagen perfumada y edulcorada de
Otegi como hombre de paz que lucha por el fin del 'conflicto vasco' y
por mucho que intenten revertir la historia, los que estamos a este lado
de la trinchera sabemos que Otegi sigue siendo el rostro visible y la
cara amable del último bastión del fascismo en Europa, de ese aborto de
ideología que cree en la superioridad de los unos sobre los otros y
envuelve la violencia y el terror en mil eufemismos dignos de la
propaganda nazi de Joseph Goebbels. Su entrevista en 'Salvados' ha
servido para saber que sigue siendo el mismo de hace veinte años y que
su 'proceso de paz' sigue pasando por aislar en el recuerdo a casi un
millar de víctimas, por hacer borrón y cuenta nueva, dejando en la
cuneta el dolor y la rabia de las familias que un día perdieron a sus
parientes.
Frente a ese intento por trocar la historia, frente a
los rastreros aduladores del lobo con piel de cordero, frente a ese
mezquino intento por blanquear los últimos cuarenta años de ETA, los que
estuvimos, estamos y estaremos SIEMPRE junto a las víctimas de ETA no
vamos a tolerar nunca que se les pisotee, se les humille y se les haga
perder el respeto y la dignidad que merecen.
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