jueves, 21 de abril de 2016

La noche de los piolets voladores

A Pablo Iglesias no se le puede quitar el mérito de 'emprendedor' dentro del ámbito político, aunque otros preferimos llamarlo 'arribismo'. Tanto en un caso como en otro, varios años después de sus inicios en la política como asesor de la mano de Izquierda Unida, el hijo pródigo está a un paso de cometer un sonoro parricidio en su intento por fagocitar a IU y deshacerse de cualquier competencia en ese juego de 'matriuskas' que es la izquierda española. Y Alberto Garzón, actual dirigente de IU, parece feliz de hacer ese abrazo del oso que le va a dejar las costillas al aire y los pulmones sin pleura donde sostenerse.

No sabemos muy bien si Garzón es de corta memoria, pero huelga decir que los desplantes de Iglesias a Izquierda Unida fueron numerosos y sonoros. No solo llamó "cenizos", "tristones", "amargados" y "aburridos" a sus ex-compañeros y les espetó que fueron "incapaces de hacer nada en 25 años", sino que, en su intento por 'reunificar' la izquierda que él mismo rompió por gemación, una vez roto el posible pacto con Alberto para las elecciones del 20-D, Iglesias se despachó a gusto con sus antiguos camaradas, elevando el tono y cercenando cabezas por doquier, en una parodia muy explícita de Juego de Tronos. 

Aquellos días fueron un cruce de fuego enemigo entre un Garzón cordial y un Iglesias rabioso, al estilo de los sucesos de mayo de 1937 entre PCE y POUM. Mientras Garzón guardaba silencio y se mostraba educado, Iglesias llamaba a su partido el "Pitufo Gruñón" de Podemos y, agitando su dedo índice por doquier, soltó perlas tales como que "no voy a ceder a ningún chantaje" y cosas por el estilo. Todo a raíz de una propuesta que Garzón proclamaba como 'de unidad popular' -eufemismo progre de 'coalición'- y que Iglesias llamaba de otro modo, no recuerdo muy bien cómo, pero que era una forma muy al uso de decir 'disuelve tu partido y te ofrezco un puesto en el mío'. 

Sin embargo, hora que las encuestas de cara a unas posibles elecciones el 26-J le otorgan una pérdida de votos, Iglesias parece dispuesto a ir en coalición con Garzón. O como dicen ellos, a alcanzar la 'unidad popular'. Y Garzón parece haber borrado su disco duro y estar encantado con todo ese asunto. Viéndolo desde los ojos del dirigente comunista, no encontramos otra forma mejor de que alcance lo que nunca fue capaz de conseguir siendo líder del PCE. Pero visto desde los ojos de un simple espectador, huelga decir que Iglesias parece sediento de poder, y que para abrir apetito, quiere merendarse al partido de Garzón, fagocitar sus votos y apalancar su preciado culo en la silla de la Presidencia del Gobierno. Todo ello a costa de la desaparición del PCE, una organización con casi un siglo de historia a sus espaldas que no tiene nada que envidiar al neonato Podemos, y donde el hijo pródigo empezó su carrera, fue expulsado, y tras su prédica en el desierto, regresa para decir: "Hijos míos, inmolaros en mi nombre y os prometeré el cielo de Marx".

Si Alberto Garzón quiere aceptar la humillación de disolver IU en la sopa de Podemos, allá él. No seremos nosotros quienes marquemos su política. Pero por mucho que se esmere en hablar de 'unidad popular', es difícil hacer una piña con quienes, por ejemplo, en Comunidades como Asturias se posicionan del lado del PP y boicotean un pacto de estabilidad presupuestaria entre PSOE e Izquierda Unida. Y más difícil de entender es que sea una organización federal quien se diluya en el unitarismo de Podemos. Y más difícil aun es que lo haga un partido con 95 años de historia frente a uno con solo dos años en su mochila. Y más difícil aun, si cabe, es hacerlo con quien fue el principal responsable de dividir el voto de la izquierda y de dilapidar las aspiraciones electorales de IU creando otro partido que, una vez en el poder, ha permitido mantener a Rajoy en el Gobierno antes que alcanzar un pacto con el PSOE. En fin. En cualquier caso, Garzón, te recomendamos coraza, coquilla y yelmo de hierro para los abrazos de oso y los posibles piolets voladores.

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