A Pablo Iglesias no se le puede quitar el mérito de 'emprendedor'
dentro del ámbito político, aunque otros preferimos llamarlo
'arribismo'. Tanto en un caso como en otro, varios años después de sus
inicios en la política como asesor de la mano de Izquierda Unida, el
hijo pródigo está a un paso de cometer un sonoro parricidio en su
intento por fagocitar a IU y deshacerse de cualquier competencia en ese
juego de 'matriuskas' que es la izquierda española. Y Alberto Garzón,
actual dirigente de IU, parece feliz de hacer ese abrazo del oso que le
va a dejar las costillas al aire y los pulmones sin pleura donde
sostenerse.
No sabemos muy bien si Garzón es de corta memoria,
pero huelga decir que los desplantes de Iglesias a Izquierda Unida
fueron numerosos y sonoros. No solo llamó "cenizos", "tristones",
"amargados" y "aburridos" a sus ex-compañeros y les espetó que fueron
"incapaces de hacer nada en 25 años", sino que, en su intento por
'reunificar' la izquierda que él mismo rompió por gemación, una vez roto
el posible pacto con Alberto para las elecciones del 20-D, Iglesias se
despachó a gusto con sus antiguos camaradas, elevando el tono y
cercenando cabezas por doquier, en una parodia muy explícita de Juego de
Tronos.
Aquellos días fueron un cruce de fuego enemigo entre un
Garzón cordial y un Iglesias rabioso, al estilo de los sucesos de mayo
de 1937 entre PCE y POUM. Mientras Garzón guardaba silencio y se
mostraba educado, Iglesias llamaba a su partido el "Pitufo Gruñón" de
Podemos y, agitando su dedo índice por doquier, soltó perlas tales como
que "no voy a ceder a ningún chantaje" y cosas por el estilo. Todo a
raíz de una propuesta que Garzón proclamaba como 'de unidad popular'
-eufemismo progre de 'coalición'- y que Iglesias llamaba de otro modo,
no recuerdo muy bien cómo, pero que era una forma muy al uso de decir
'disuelve tu partido y te ofrezco un puesto en el mío'.
Sin
embargo, hora que las encuestas de cara a unas posibles elecciones el
26-J le otorgan una pérdida de votos, Iglesias parece dispuesto a ir en
coalición con Garzón. O como dicen ellos, a alcanzar la 'unidad
popular'. Y Garzón parece haber borrado su disco duro y estar encantado
con todo ese asunto. Viéndolo desde los ojos del dirigente comunista, no
encontramos otra forma mejor de que alcance lo que nunca fue capaz de
conseguir siendo líder del PCE. Pero visto desde los ojos de un simple
espectador, huelga decir que Iglesias parece sediento de poder, y que
para abrir apetito, quiere merendarse al partido de Garzón, fagocitar
sus votos y apalancar su preciado culo en la silla de la Presidencia del
Gobierno. Todo ello a costa de la desaparición del PCE, una
organización con casi un siglo de historia a sus espaldas que no tiene
nada que envidiar al neonato Podemos, y donde el hijo pródigo empezó su
carrera, fue expulsado, y tras su prédica en el desierto, regresa para
decir: "Hijos míos, inmolaros en mi nombre y os prometeré el cielo de
Marx".
Si Alberto Garzón quiere aceptar la humillación de
disolver IU en la sopa de Podemos, allá él. No seremos nosotros quienes
marquemos su política. Pero por mucho que se esmere en hablar de 'unidad
popular', es difícil hacer una piña con quienes, por ejemplo, en
Comunidades como Asturias se posicionan del lado del PP y boicotean un
pacto de estabilidad presupuestaria entre PSOE e Izquierda Unida. Y más
difícil de entender es que sea una organización federal quien se diluya
en el unitarismo de Podemos. Y más difícil aun es que lo haga un partido
con 95 años de historia frente a uno con solo dos años en su mochila. Y
más difícil aun, si cabe, es hacerlo con quien fue el principal
responsable de dividir el voto de la izquierda y de dilapidar las
aspiraciones electorales de IU creando otro partido que, una vez en el
poder, ha permitido mantener a Rajoy en el Gobierno antes que alcanzar
un pacto con el PSOE. En fin. En cualquier caso, Garzón, te recomendamos
coraza, coquilla y yelmo de hierro para los abrazos de oso y los
posibles piolets voladores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario