jueves, 26 de febrero de 2015

¿Qué queda del Partido Popular?

El Partido Popular parece abocado al gran fracaso de su historia. Después de casos de corrupción e imputados que se cuentan a docenas, uno se plantea qué queda en realidad del Partido Popular. Qué fue del partido que una vez gobernó España después de la era felipista, destronando al socialista imbatible y llevando a España al euro y al siglo XXI. Qué pasó realmente con el PP. ¿Ha sido todo un mal sueño o es real todo lo que cuenta la prensa? ¿Es posible que el Partido Popular, un partido destinado a aglutinar las fuerzas del centro-derecha español, se haya convertido en una simple red clientelar de mafiosos orquestados desde Génova, sin una amalgama ideológica que cimente la relación entre el partido y la ciudadanía?

Desde luego, este apartado no quiere desmerecer la labor de miles de personas, militantes y simpatizantes, que realizan su trabajo en ayuntamientos y concejos pequeños. Que día tras día trabajan en pos del beneficio común, con una verdadera vocación de servicio público. Que luchan por mejorar la vida de sus vecinos y arriesgan incluso su dinero, como en casos que tengo el placer de conocer. No es esa mi crítica, porque aunque el espíritu del Partido Popular -y del resto de los partidos políticos- resida en las circunscripciones pequeñas, es en las altas esferas, desde los Parlamentos autonómicos hasta Génova 13, donde se cuece el clientelismo y las corruptelas que difaman a diario el verdadero trabajo vocacional de la política y que insultan el trabajo del verdadero político, que acaba pagando el pecado del corrupto.

Es en Génova donde tienen un problema monumental. En la podredumbre de Luis Bárcenas, Pedro Sepúlveda, Rodrigo Rato, Francisco Granados y decenas de nombres que apuntan a una profesionalización de la política en descrédito del ciudadano, como vía de enriquecimiento ilícito, dando lecciones de ética y moral ante las cámaras mientras se llenaban los bolsillos a manos llenas. Pero también en la falta de un proyecto de liderazgo de Mariano Rajoy, un personaje sin personalidad, un político sin chicha ni limoná, con plante de plasma, que evita en todo momento a la prensa, dejando las preguntas en el aire, como la canción de Isabel Pantoja. Todavía recuerdo aquel «parece que llueve» tras la abolición de la doctrina Parot.

Yo, sinceramente, no reconozco en el Partido  de hoy al Partido Popular de hace diez años. En lugar de un progreso en materia ideológica hacia un liberalismo europeísta, veo una involución hacia los primeros años de Alianza Popular y una amalgama extraña con el zapaterismo, lo que me lleva a plantearme si en realidad Rajoy no será en realidad un disfraz de José Luis Rodríguez Zapatero. Y si no lo es, ¿por qué sube los impuestos si hacía campaña contra la subida del IVA zapateril? ¿Por qué no afronta la reforma administrativa que prometió? ¿Por qué se llena la boca hablando de las pymes si después las ahoga en un desenfrenado mar de trabas burocráticas kafkianas? ¿Por qué si protestaba contra la política penitenciaria de Zapatero comete el mismo error con Josu Bolinaga? ¿Acaso era todo una pantomima, sonrisas postreras de cara a la galería, con el fin de contentar a un electorado y arrastrarlo a las urnas para después darles un puntapié? ¿Por qué ese empecinamiento en agrandar un Estado con hipertrofia e hiperplasia? ¿Por qué ese empecinamiento en ocultarse detrás de pantallas de plasma o en evitar a la prensa cuando Mariano Rajoy es un magnífico parlamentario capaz de hablar sin tener un papel delante?

En el continuo desgaste del bipartidismo actual, que amenaza la estabilidad social y política de nuestro país, Mariano está poniendo en riesgo la propia estructura del Estado con sus políticas ambivalentes, traicionando a los diez millones de votantes que le llevaron a la Moncloa. Está desaglutinando el electorado del centro-derecha desde que en su famoso contubernio de Valencia animó a conservadores y liberales a irse del partido. Ergo, Mariano, ¿qué es entonces tu Partido Popular? ¿Reconoces en tu partido las mismas corrientes ideológicas heredadas de José María Aznar o preferiste darle un vuelco näif e inmiscuirte en el frikismo político arriolesco, haciendo zaranjadas más propias del socialismo como subir los impuestos

Señores marianistas, respondan, por favor.

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