domingo, 15 de febrero de 2015

Fonoteca: Shadows in the Night


Cuando leí que Bob Dylan iba a hacer un disco de versiones de Frank Sinatra, me eché a reír a mandíbula batiente. «Otra vez el tío Bob haciendo de las suyas», pensé. En aquel momento me imaginé un resultado hilarante capaz de dejar confundido a sus más acérrimos seguidores. Pero al mismo tiempo que me llevaba las manos a la cabeza, pensé: "Un momento. Es Dylan. Tiene un as debajo de la manga". Y es que es menester hacer un repaso a su dilatada trayectoria musical para saber que, cuando creemos que Bob va a seguir un camino recto, siempre toma la primera circunvalación. Lo hizo después de la trilogía entre Bringing It All Back Home y Blonde on Blonde, volviendo al agreste folk en John Wesley Harding. Y cuando pensaban que retomaba al redil del folk, salió con Nashville Skyline, su dúo con Johnny Cash y sus escarceos por el country. Y a posteriori, cuando le tiraban del brazo para que se subiera al atril del happy flower y de Woodstock, sacó Self Portrait. Y en los setenta, del magmánimo Blood on the Tracks y las lágrimas por el fin de su relación con Sara pasó al circo rodante y a Desire.

Con semejantes regates que desmarcan al personal, ¿quién no iba a creer que, después de convertirse en un historiador de la música norteamericana, apropiándose del R&B, del blues y del rockabilly en Love and Theft, en Modern Times y de bajar a la frontera entre California y México con Together Through Life, nos iba a deleitar con otra jugarreta? Shadows in the Night es precisamente lo que nadie espera de un músico con más de cincuenta años de trayectoria musical a la espalda. Un disco de versiones de La Voz, ni más ni menos. De SINATRA. Así, en mayúsculas. Porque la figura de Sinatra, a cien años de su nacimiento, ha tenido tiempo para trascender lo musical e incluso lo cultural para convertirse en una institución per se.

Para cualquier músico con una larga reputación, hacer un Shadows in the Night puede ser un movimiento en falso, capaz de hundirle en el fango y la miseria a apenas tres años de una jubilación de oro. Pero detrás de las versiones, Dylan ejerce un striptease musical que adapta temas como «I'm a Fool to Want You» y «Stay with Me» a su propia lógica, con un inmenso respeto por los originales y siempre ubicando las canciones en su propio espacio. Y lo hace sin la necedad de otros artistas por «imitar» la canción original: al contrario, tal y como dijo el propio Dylan, se encargó de desenterrar las canciones y hacerlas suyas, sin la más mínima gana de competir con Frank Sinatra. Quizás porque, todo sea dicho, nadie puede competir con Sinatra.

En Shadows in the Night, Bob Dylan brilla por hacer lo que otros músicos advenedizos no tienen bemoles para hacer. Arriesgarse a derrapar en una carretera helada, llevando consigo el equipaje de toda una vida. Y sin embargo, el movimiento de Bob se trastoca en una figura maestra que homenajea tanto a Frank Sinatra, con una humildad vehemente, como al cancionero tradicional de las décadas anteriores al rock and roll, a Elvis Presley, Bill Haley o Fats Domino. Un servidor no tenía puestas muchas esperanzas en Shadows in thhe Night, y quizás sea por eso por lo que el álbum lleva varias semanas rotando en el plato del tocadiscos mientras miro los surcos del disco .Al fin y a la postre, Dylan sigue siendo capaz de sorprender con 73 años del mismo modo que sorprendía con veintipocos. (9/10)

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