martes, 17 de febrero de 2015

Etarra a la vista

Etarra a la vista. Juana Chaos regenta una licorería en Chichiribiche, Venezuela. Cuna de la Democracia. Sic. Sale apuesto, delgado, bonachón, en la foto que publica El Mundo en portada. Las manos en el bolsillo, buscando un céntimo. Mira al tendido como buscando a su alma gemela. A su chichiribiche. Se gana la vida vendiendo licores en una zona calurosa y tropical. Quién se lo puede imaginar en bañador, con jubón de esparto y sombrero ladeado, tapando la incipiente calva, repartiendo abrazos y sonrisas por doquier, con su novia chichirivachona, tumbado en la playa, living la vida loca.

Vacaciones a full time. En Venezuela no falta de nada si eres del Régimen. Salió de Irlanda escondido como una rata -ni las ratas merecen el desprecio que merece un etarra-  y anidó en el paraíso tropical de Venezuela, donde en lugar de una embajada española hay una embajada de ETA. "Pasaporte euskaldún", dice el cónsul. "Macho, que somos colegas", espeta Juana. "Son formalidades capitalistas", replica el cónsul. Colegueo y trapicheos entre asesinos, con el beneplácito de Nicolás Maduro, ornitólogo a tiempo parcial y médium de vez en cuando si se le presentan los espíritus de ancestros bolivarianos.

Qué gracia tendría el escrito si detrás de este personaje no hubiera un alma pérfida que asesinó a veinticinco personas. Qué gracia tendría su vida en el trópico, bebiendo piña colada y comiendo espetos, si hace treinta años no hubiese colocado un coche bomba en Madrid y matase a cinco agentes de la Guardia Civil. Qué jolgorio si un año después no hubiese asesinado con una furgoneta bomba a otros doce miembros de la Benemérita. Qué risa si no hubiese disparado a sangre fría contra miembros del Ejército como el comandante Sáenz de Ynestrillas o el coronel Vesteiro. Y qué bonito hubiese sido todo si hubiese cumplido su condena en prisión en lugar de chantajear al Gobierno de España metiendo barriga -ahora incipiente, oronda- y alzando el puño, encamado, sujeto como el perro peligroso que es, en fotos vendidas a esa clase de prensa inglesa tan amarilla como la orina de un cirrótico.

Iñaki Juana de Chaos, ese apuesto cuarentón de apariencia bonachona, lleva tras de sí la guadaña que segó la vida a más de una veintena de personas en nombre de una organización criminal. Es un asesino y lo seguirá siendo. Al Gobierno de Venezuela no le importa ampararlo en su país, porque cualquier persona con dos dedos de enfrente sabe qué es Venezuela desde la subida de Chávez al poder. La Audiencia Nacional que lo liberó hace siete años lo está buscando. Señoras y señores jueces, ecce homo. Sométanlo a su destino con la sociedad de una puta vez.

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