martes, 27 de enero de 2015

70 años de Auschwitz

Tal día como hoy, hace 70 años, el Ejército soviético entraba en el campo de concentración de Auschwitz en su implacable avance por el frente oriental. El fin de la Segunda Guerra Mundial era inminente y varios meses después Adolf Hitler se suicidaba en su búnker de Berlín. Dios bendiga esa bala. Es ilustrativo también que, mientras el Ejército rojo liberaba a los presos del campo de concentración de Auschwitz, Iosif Stalin utilizara las mismas técnicas de tortura y represión en la Rusia soviética, donde la crueldad de la KGV y de la posterior Stasi solo tiene parangón con la de las SS nazis.

Setenta años después, no existe un número concreto de víctimas del Holocausto. Se calcula que el ciego antisemitismo nazi cercenó la vida de seis millones de judíos en campos de exterminio como Auschwitz-Birkenau. Pero también hubo más víctimas del fanatismo de Hitler y secuaces: además de presos de guerra, se calcula la muerte de en torno a un millón de gitanos, 250 000 personas con discapacidades físicas y mentales y 9 000 homosexuales. Los números varían según las fuentes consultadas, pero al fin y a la postre, son muertos por ningún motivo, por el mero hecho de ser diferentes, por una ideología abyecta y sanguinaria que hablaba de la supremacía de la raza aria y de una conspiración judeomasónica global para controlar el avance de Alemania. Mamarrachadas diabólicas que calaron en una sociedad mermada por una anterior guerra y dispuesta a recuperar un orgullo patrio aunque fuera matando.

Hoy es necesario recordar lo sucedido con la unión global de la Humanidad en torno al recuerdo de las víctimas del Holocausto. En 1933, los alemanes dieron las riendas de su país a un genocida, a un chiflado, al mayor hijo de la gran puta que parió el planeta, convencidos de su humillación en una guerra anterior que debía ser respondida. Es necesario recordar también que Alemania pasó de ser una democracia a una dictadura genocida por el voto de los alemanes, lo que nos da un conocimiento de lo débil que es una democracia y cómo sus enemigos hacen uso de ella para derrocarla. Y es necesario recordar que lo sucedido durante doce años tuvo lugar con la complaciencia de una sociedad débil que miraba a otro lado mientras se sucedían, uno tras otro, los crímenes contra la Humanidad. Gente que nunca levantó la voz y fue complaciente del régimen de terrorque instaló Hitler en Alemania y en los territorios que ocupaba.

Hoy, Auschwitz es el mayor símbolo del Holocausto y representa el mal absoluto al que puede llegar el hombre más abyecto, ruin y miserable. Su nombre y las imágenes de horror que evoca deben traspasar fronteras y conmover el corazón de los seres humanos. De lo contrario, todavía habrá gente de piedra que no merezca piedad. Solo entendiendo el horror de un pasado tan cercano, generado por un odio irracional contra los judíos, Europa puede vivir en paz y evitar que el ciclo de la Historia vuelva a repetirse. Las instituciones europeas, con el repunte del antisemitismo en pleno siglo XXI, debe ser vigía permanente para evitar que el fanatismo, el odio y la miseria vuelva a imperar sobre la razón y las democracias liberales. Apenas setenta años después de la Segunda Guerra Mundial, un minuto en la historia de la Humanidad, hay que seguir actuando como Winston Churchill y no como Neville Chamberlain, en memoria y recuerdo de los millones de muertos en nombre de la libertad.

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