lunes, 24 de noviembre de 2014

Pablo Iglesias vs. Mediaset

Parece que Pablo Iglesias, después de ser encumbrado a la secretaría general de un partido tras su paseo por las televisiones de todo el país, le está cogiendo cierta tirria a los platós. Su primer plantón tuvo lugar el sábado noche en el programa Un tiempo nuevo de Telecinco, al que, 48 horas antes de ser emitido, declinó la invitación que le ofrecieron. La dirección de Podemos intentó primero pactar una sola pregunta a través de un monitor de plasma, y luego que en lugar de Pablo, acudiesen al programa cinco miembros de Podemos. ¿Os suena a algo la pantalla de plasma? ¿Os imagináis que Mariano Rajoy, en caso de aparecer en un programa de televisión, obligase a la cadena a que le rodeasen cuan escuderos Soraya Sáenz de Santamaría y Cristobal Montoro? 

Pocos meses han pasado desde la génesis de Podemos para que Pablo y sus acólitos cojan los vicios de lo que ellos denominan casta política. Esa misma casta que critican desde otros platós, desde otras cadenas, y que nos tenía acostumbrados a pactar preguntas -igual que Pablo- o a enchufar periodistas acólitos en el plató -igual que Pablo-. Y es que, aunque parecía un titán invencible, Pablo también deambula por entresijos que le llevan a cometer errores garrafales. El segundo, después de la entrevista con Ana Pastor en El objetivo de La Sexta, tuvo lugar con su «boicot» a Un tiempo nuevo, intentando coaccionar al programa para que se ajustase a las exigencias del nuevo sultán. «O hacéis lo que nosotros os digamos o no vamos», podría haber sido la conversación entre Mediaset y el representante de Podemos.

Y es que, cuando uno critica con intransigencia mordaz a la casta política, cuando deambula por los platós de televisión denostando a todos los políticos por igual, metiendo en el mismo saco a corruptos y a inocentes, cuando lanza protoideas de un programa venidero donde habla de someter las televisiones privadas a las cuitas personales de Papá Estado, personajes como Pablo se someten a la lupa del ciudadano, del telespectador, con un énfasis igual o incluso superior al del resto de políticos. Porque si está llamado a gobernar, tendrá que decir cómo piensa hacerlo. Si despierta una ilusión dormida en la juventud abstencionista, tiene que decir cómo no va a defraudarles, porque la sociedad no se alimenta de tweets de 140 caracteres. Pero lo que no puede hacer, de ninguna forma, es coger los vicios de la casta política de antemano, sin haber pisado todavía un despacho, y no dar explicaciones no solo de su futuro programa, sino de los problemas que ya atañen a su partido, cuando es invitado a un programa de televisión y pretende imponer sus condiciones a lo Belén Esteban. Algo que, por cierto, deja entrever cuál sería su relación con los medios de comunicación si llegase a tocar poder. Una relación de autoritarismo voraz que acabaría con la iniciativa privada y la pluralidad de los medios de comunicación.

A modo de post scriptum, quisiera que hicieran un ejercicio mental para conocer vuestra pureza mental. Imaginaos que, en lugar de a Pablo Iglesias, Mediaset invitase a su plató a Mariano Rajoy. Y que Mariano marease la perdiz al programa durante dos semanas. Y que Mariano, cuarenta y ocho horas antes del programa, rechazase la invitación porque quería pactar una única pregunta a través de un plasma. Y que después de que Mediaset se negase, el Partido Popular propusiese que fuera no solo Mariano, sino también Soraya, Montoro, Margallo y Mato. Y que, ante la negativa de Mediaset, por suponer una imposición a la editorial del grupo mediático, el Partido Popular escribiese en Twitter: «No les funcionó el miedo, tampoco lo harán sus difamaciones. Juntos, vamos a cambiar este país». ¿Os imagináis los calificativos que penderían del cuello de Rajoy a modo de cuentas de rosario? ¿Os imagináis la mordaz crítica sobre el PP, a quien tildarían de someter los medios de comunicación a su antojo, de no tener valor a responder las libres preguntas de un periodista? Pues bien, la diferencia es que si sustituís Mariano Rajoy y Partido Popular por Pablo Iglesias y Podemos, el párrafo se convierte en la sucesión de hechos que tuvo lugar durante la semana anterior. Tras lo cual me formulo una simple pregunta: ¿Por qué la gente aplica un rasero distinto dependiendo de sobre quién estemos hablando?

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