lunes, 27 de octubre de 2014

Adán y Eva

La telebasura ha alcanzado su cénit. Adán y Eva, el nuevo programa de Cuatro, es sin duda alguna el cúlmen de todo despropósito contra la inteligencia del pueblo. Aunque a estas alturas pocos desconocen su modus operandi, Adán y Eva puede calificarse como un refrito de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? con los concursantes en porretu. Es decir, en pelota picada. Como Dios los trajo al mundo, enseñando nabos, berzas y demás hortalizas. Cuando lo vi por primera vez el pasado martes me asaltaron dos dudas, bastante diferentes a las del resto de la gente que aupó al programa como uno de los más comentados en las redes sociales: la primera fue una representación mental de la posible reunión de creadores, guionistas y realizadores en la que se fraguó la idea del programa. Una imagen sórdida que borré de inmediato de mi mente, no por temor a contagiarme de su agudeza mental, sino por saber que semejante gente llega a fin de mes y cobra un buen sueldo, lo cual es triste conociendo la tasa de paro actual. No obstante, es menester felicitarlos. Enhorabuena, chicos, brindo por vosotros. Chin, chin. 

La segunda duda, y la más importante, fue una pregunta. ¿Puede ser Adán y Eva una broma pesada siguiendo el formato de Salvados sobre el 23-F con el fin de conocer la reacción del telespectador? No, me contesté, no es ninguna broma. Conociendo los precedentes y recordando programas como Aquí hay tomate y Sálvame, es fácil reconocer que la televisión de España es así y parece derivar hacia ese formato, entre tertulias monográficas sobre política que critican el bipartidismo PP-PSOE para llevarnos al bipartidismo PPSOE-Podemos y los llantos de Rosa Benito entre llamada y llamada de Pedro Sánchez. Y es que el Grupo PRISA, gran amigo mío y del clan Pujol Ferrusola, parece apostar por una programación chabacana y sórdida donde airear miserias personales, dedicada a un público cínico y consumidor de lo que Jorge Javier Vázquez llama fast TV: televisión para consumir en el acto. Una televisión cada vez más patética que da visibilidad a machos alfa inflados por los esteroides y a mujeres con silicona en el cerebro.

Los detalles sobre la "Alambrada" que los protagonistas pronunciaron en el programa son nimiedades en comparación con estos aspectos. Todos conocemos chonis y poligoneros que parecen los reyes del barrio con sus vistosos atuendos y sus errantes formas de caminar y de relacionarse, entrechocando nudillos o cabezas como venados. Caminamos las mismas calles, montamos en los mismos autobuses, habitamos los mismos espacios y son una fauna más dentro del complicado y extenso ecosistema humano. Pero darles una proyección mediática innecesaria solo porque unos realizadores saben que la chabacanería alcanza elevadas cuotas de pantalla obliga a replantearse ciertos dilemas. Y es que la televisión debería ser consciente de su sitio en el ocio y entretenimiento de la sociedad, un tiempo que puede emplearse bien, con programas divulgativos que merezcan la pena, especialmente cuando se habla de la juventud y de la adolescencia, o mal, con programas como Adán y Eva que representan una vía de agua más en la línea de credibilidad de la televisión.

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