No sé si quedaba alguna duda sobre el acervo ideológico de Pablo
Iglesias. Quizás algunos crean en el poder redentor de su silla
giratoria, pasando del Europarlamento al Congreso, pero los que somos
perros viejos no creemos en los milagros. Y menos en los milagros
leninistas. Tras la salida de prisión de Arnaldo Otegi, Iglesias no ha
hecho más que reiterar su verdadera forma de pensar: que es un hombre de
paz, que ha hecho una gran labor por la paz en Euskadi, que era un
crimen que estuviera en prisión, que es un preso político, que si
patatín y patatán. Y permítanme la coletilla: sic, sic y más sic ad
nauseam.
A sus acólitos, hooligans y berberechos, inmersos en ese
estado de autismo permanente salvo cuando brava el Líder Supremo, da
igual decirles so que arre porque no conocen el criterio de la
divergencia de opiniones. Para ellos no hay sino solo la Versión Oficial
del Miniver y todo lo demás, según la retórica podemista, es caca,
pedo, culo, pis. Les importa poco que Otegi estuviera en prisión por
hechos probados de colaboración con banda terrorista, cuando intentó
reconstruir Batasuna por orden directa -repito, por orden directa- de
los líderes de ETA. Tampoco les merece atención que Otegi hiciera
apología del terrorismo en público durante décadas o que siga sin
condenar o pedir perdón por su vinculación al brazo político-militar de
ETA. Y menos aún que el Líder Supremo caiga en la continua contradicción
de decir que Otegi es un preso político y a la vez digan que Leopoldo
López está preso en Venezuela por exaltación de la violencia.
De
hecho, a los hooligans todo esto les importa un rábano, porque para
ellos solo existe la Verdad Suprema del Amado Líder, y todo cuanto
contradiga sus tweets y sus discursos son Propaganda Fascistoide. Son
varios millones de sordos -y algún que otro despistado- que seguirán
fielmente al Líder, creyendo en el poder redentor de su palabra, de su
discurso, de su programa, según el cual los corruptos irán a una prisión
del medievo, la gente comerá maná llovido del cielo y podremos aumentar
el gasto público en 100.000 millones de euros sin cumplir objetivos de
déficit y disparando la deuda pública porque Draghi y Merkel se van a
hacer íntimos amigos de Errejón y de Bescansa y fluirá el crédito del
BCE. Algo tal que así.
Pero detrás del discurso facilón está la
ideología que lo vincula políticamente con Otegi: el leninismo amable
que mete con calzador en cada discurso, el verdadero yo desde su tierna
adolescencia, esa ideología que, a modo de iceberg, oculta bajo el agua
su certero planteamiento político, basado en la desestabilización del
poder. Y no lo ocultan: tuiteaba Errejón que "nuestro paso es repetir a
Lenin". Y en eso están en pleno debate de investidura: en boicotear la
formación de cualquier Ejecutivo y repetir elecciones ad infinitum hasta
llegar al poder. "O estáis conmigo o contra mí". A Pablo, Íñigo y
compañía ni siquiera les va a hacer falta explicar a sus votantes por
qué prefieren mantener a Mariano Rajoy en la Presidencia, dado que sus
votantes-lazarillos seguirán sumisos y fieles a sus amos putativos.
Al final, entre Arnaldo Otegi y Pablo Iglesias hay pocas diferencias.
Salvando la participación del primero en secuestros y extorsiones, que
muchos parecen olvidar, el trasfondo ideológico de ambos, así como el
odio a una España vertebrada como Democracia liberal y como Estado de
Derecho a través de la Constitución de 1978, es el mismo, con un pequeño
margen de discrepancias. Ambos persiguen, en su justa medida, un fin
común, el uno en su taifa norteña y el segundo en lo que quede de la
actual Nación una vez desgajada Euskadi y Cataluña, que no es sino una
especie de Estado socialista con retratos de Vladimir Lenin y de Hugo
Chávez donde antes estaban Juan Carlos I y Felipe VI, el uno agitando el
puño al grito de 'askatuta' y el otro al ritmo de 'sí se puede'. Así
que no sabemos muy bien por qué algunos se llevan las manos a la cabeza
pensando que Iglesias diga tamaña barbaridad, si el problema no es que
lo diga: el problema es que, en realidad, lo piensa.
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