martes, 17 de noviembre de 2015

Apaciguando a la bestia con caramelos

Dice Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, que bombardear un país no es la solución para acabar con el terrorismo. Que hay otras formas de luchar contra el terror: cortando la financiación del terrorismo, acogiendo a los refugiados y aislando a los violentos.

Podemos estar de acuerdo con Colau en que cortar la financiación es un punto primordial en la lucha contra el terrorismo. El problema radica en que una de las fuentes de financiación del Daesh es, señora Colau, la venta de petróleo en el mercado negro. ¿Cómo evitamos que vendan petróleo? ¿Obligamos a los traficantes de petróleo a hacerse eco-friendlys? Otra de sus fuentes de financiación son los rescates. ¿Cómo evitamos que secuestren a personas occidentales en territorio sirio? Y si eso sucediese, ¿dejamos que perezcan a merced de los carniceros?

De acuerdo, señora Colau, acojamos a los refugiados sirios que huyen del terror de la guerra, aislando a los violentos en el territorio origen. La pregunta se torna sencilla: ¿qué hacemos con los miles de terroristas que siembran el terror en Siria e Iraq? ¿Los dejamos campar a sus anchas? ¿Llamamos a la ONU para que reconozca al Daesh y establezca un Califato?¿Cree la señora Colau que establecido el Califato no seguiría una política expansionista clavada al Lebensraum del Tercer Reich?

Y lo que es más importante, ¿dejamos a los sirios, iraquíes, kurdos, peshmergas, coptos y a otras minorías religiosas a merced de la Sharia, del cuchillo de degüello, de los fusilamientos en masa, de las carnicerías del Daesh, cuando están pidiendo ayuda de Occidente para frenar el avance militar del Daesh?

Para Ada Colau es sencillo escribir desde su despacho tres párrafos con los que convencer al personal de que el diálogo es la solución a un conflicto sangriento. Neville Chamberlain pensaba igual cuando Adolf Hitler puso en marcha su política expansionista, que había plasmado por escrito en su Mein kampf, y expandió las fronteras de la Alemania nazi primero Alsacia y Lorena y más tarde en Austria y en los Sudetes: démosle lo que pide, así habrá paz. Pero al final no hubo paz, sino guerra, y de las heavys.

No cabe diálogo con quienes fusilan 200 niños en un talud, imitando a las SS en Ucrania. No cabe diálogo con quienes degüellan a periodistas con un cuchillo de matarife o quema vivo a un piloto jordano. No puede haber diálogo con quienes ahorcan homosexuales o los tiran desde una azotea. Y menos aún puede pedir diálogo los representantes de una izquierda política que enarbola la bandera de la justicia, la igualdad, la libertad y la fraternidad, unos valores que Daesh pretende suplantar por una teocracia basada en la Sharia y el terror. 

Es precisamente esa izquierda quien debe defender a ultranza los valores de la Democracia y olvidarse de la pantomima del buenismo y del flowerpower con una bestia insaciable que conoce las debilidades y las contradicciones de su enemigo. Si quieren trascender la Historia, en sus manos estará ser recordados como políticos de la talla de Winston Churchill y Franklin Roosevelt o quedar retraídos a la triste política de apaciguar a la bestia con besos y caramelos como Neville Chamberlain y Édouard Daladier. Somos conscientes de que la lucha será dura, pero en ello nos va la vida.

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