Dice Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, que bombardear un país no es
la solución para acabar con el terrorismo. Que hay otras formas de
luchar contra el terror: cortando la financiación del terrorismo,
acogiendo a los refugiados y aislando a los violentos.
Podemos estar de
acuerdo con Colau en que cortar la financiación es un punto primordial
en la lucha contra el terrorismo. El problema radica en que una de las
fuentes de financiación del Daesh es, señora Colau, la venta de petróleo
en el mercado negro. ¿Cómo evitamos que vendan petróleo? ¿Obligamos a
los traficantes de petróleo a hacerse eco-friendlys? Otra de sus fuentes de
financiación son los rescates. ¿Cómo evitamos que secuestren a personas
occidentales en territorio sirio? Y si eso sucediese, ¿dejamos que perezcan a
merced de los carniceros?
De acuerdo, señora Colau, acojamos a
los refugiados sirios que huyen del terror de la guerra, aislando a los
violentos en el territorio origen. La pregunta se torna sencilla: ¿qué
hacemos con los miles de terroristas que siembran el terror en Siria e
Iraq? ¿Los dejamos campar a sus anchas? ¿Llamamos a la ONU para que
reconozca al Daesh y establezca un Califato?¿Cree la señora Colau que
establecido el Califato no seguiría una política expansionista clavada
al Lebensraum del Tercer Reich?
Y lo que es más importante,
¿dejamos a los sirios, iraquíes, kurdos, peshmergas, coptos y a otras
minorías religiosas a merced de la Sharia, del cuchillo de degüello, de
los fusilamientos en masa, de las carnicerías del Daesh, cuando están
pidiendo ayuda de Occidente para frenar el avance militar del Daesh?
Para Ada Colau es sencillo escribir desde su despacho tres párrafos con
los que convencer al personal de que el diálogo es la solución a un
conflicto sangriento. Neville Chamberlain pensaba igual cuando Adolf
Hitler puso en marcha su política expansionista, que había plasmado por escrito en su Mein kampf, y expandió las fronteras de la Alemania nazi primero Alsacia y Lorena y más tarde en Austria y en los Sudetes: démosle lo que pide, así habrá paz. Pero al final no hubo paz, sino guerra, y de las heavys.
No cabe diálogo con quienes fusilan 200
niños en un talud, imitando a las SS en Ucrania. No cabe diálogo con
quienes degüellan a periodistas con un cuchillo de matarife o quema vivo
a un piloto jordano. No puede haber diálogo con quienes ahorcan
homosexuales o los tiran desde una azotea. Y menos aún puede pedir
diálogo los representantes de una izquierda política que enarbola la
bandera de la justicia, la igualdad, la libertad y la fraternidad, unos
valores que Daesh pretende suplantar por una teocracia basada en la
Sharia y el terror.
Es precisamente esa izquierda quien debe
defender a ultranza los valores de la Democracia y olvidarse de la
pantomima del buenismo y del flowerpower con una bestia insaciable que
conoce las debilidades y las contradicciones de su enemigo. Si quieren
trascender la Historia, en sus manos estará ser recordados como
políticos de la talla de Winston Churchill y Franklin Roosevelt o quedar
retraídos a la triste política de apaciguar a la bestia con besos y
caramelos como Neville Chamberlain y Édouard Daladier. Somos conscientes de que la lucha será dura, pero en ello nos va la vida.
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