jueves, 7 de mayo de 2015

¿Y qué opina Mariano?

Según el CIS, el Partido Popular de Mariano Rajoy conseguiría un 25,6% de los votos en las próximas elecciones generales. Toda una sorpresa, teniendo en cuenta la continua infamia que salpica a la cúpula del Partido Popular y a las autonomías con más peso y solera dentro de su organigrama: a saber, Valencia y Madrid. De aquellos casi once millones de votantes que depositaron su confianza en Rajoy a modo de enmienda a la totalidad del régimen zapateril, hoy apenas quedaría menos de la mitad de su electorado repitiendo la misma papeleta en las próximas urnas.

Pero a Mariano Rajoy nada parece alarmarle. Tampoco le disgusta perder la mayoría absoluta en varias autonomías, incluso en Castilla y León. Todo apunta a una atomización del voto, pero sigue aferrado al clavo ardiendo de los datos macroeconómicos para decirnos que todo está bien, que no saltemos por la ventana, que esperemos a que nos salgan alas y podamos echar a volar. Solo se pone nervioso cuando le nombran a Luis Garicano, asesor economico de Ciudadanos, y es entonces cuando pierde los papeles, grita y parpadea como escribiendo con el ojo un mensaje cifrado en clave morse. Quién pudiera verle así, gritando, efervescente como una aspirina, retomando su afición a la oratoria. 

Pero parece que no, que a Mariano todo le importa un higo. Que si Génova 13 está en llamas, le pongan la calefacción en su despacho, que tiene frío. «Soraya, por favor, sube el termostato, que se me congela la barba». No necesita ningún Congreso nacional para poner sobre el papel un programa consensuado. Su organización se rige por el caudillismo, el servilismo y la falta de autocrítica entre los barones y sus diputadas señorías. Tampoco requiere pisar la calle y conocer los entresijos de una sociedad española atomizada y radicalizada desde su ascenso al poder.

Suponemos que en el Partido Popular habrá ediles, concejales, afiliados y simpatizantes mordiendo las uñas y los puños a la vista de los sondeos, esperando que suenen mejores pífanos sobre la economía para repuntar. Pero el daño de la crisis persiste, y desde la calle Génova la realidad es una dimensión paralela a la ficción en la que viven a perpetuidad desde hace tres años. Y es que deducimos que a Mariano parece bastarle con ganar las elecciones generales, aunque eso le suponga arrastrar tras de sí la amarga sangría de cinco millones de votos, sin hacer un ápice de autocrítica y sin entender que el principal problema del PP, aparte la corrupción, es la ausencia de unos principios básicos del centro-derecha liberal y europeísta, los cuales Rajoy se encargó de violar desde el minuto cero de su mandato de la mano de Cristobal Montoro y adláteres.

Sin principios ideológicos, y con el auge de nuevas formaciones como Ciudadanos que pretenden ocupar el espacio centrista del espectro político, el PP tiene difícil una nueva mayoría. A lo sumo, tendrá una minoría absoluta con los peores resultados del partido desde los tiempos de Manuel Fraga. Y todo porque la continua improvisación y la carencia de ideas espantan a un electorado hastiado de ver rostros del PP como Rodrigo Rato declarando ante el juez. Eso, al menos, es lo que opinan numerosos votantes del partido, dispuestos a quedarse en casa en las próximas citas electorales. ¿Pero qué opina Mariano?

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