martes, 20 de enero de 2015

Je suis nigérian

Todos nos hemos sentido Charlie tras los atentados contra la sede de Charlie Hebdo en París. La condena internacional fue unánime y los parisinos se echaron a la calle tras el asesinato de casi una veintena de personas a sangre fría, entre la sede del semanario y el supermercado judío. Más de un millón de personas se manifestaron en un claro rechazo contra la barbarie yihadista y defendiendo las libertades y derechos inalienables a la vida en Occidente. Por un dia, el mundo entero centró su mirada en París y apoyó a los franceses sin parangón, salvo los escasos ayatolás del porrompompero que, bajo el paraguas de Guillermo Toledo, ven conspiraciones judeomasónicas hasta en la sopa de fideos.

La respuesta fue contundente, tal y como debería haber sido. Pero cabe recordar que, apenas un par de días después, Boko Haram asesinó a 2000 personas en Baga, al norte de Nigeria, en una ola de destrucción que llega cercanada la vida a más de tres mil personas en las tres semanas que van de año 2015. La barbarie islamista ha provocado también un millón de desplazados a países vecinos, pero la vida de los nigerianos parece valer un ardite. La reacción internacional sobre el atentado de Boko Haram parece casi inaudible, y la cobertura mediática es, cuanto menos, paupérrima. Sin necesidad de establecer términos comparativos entre atentados, es significativo que se silencie la pesadilla que está viviendo el pueblo nigeriano, desde que conociéramos la actividad de Boko Haram con el secuestro de más de cien niñas

Si con dicho secuestro se emprendió la campaña #Bringbackourgirls, ¿por qué no existe la misma regla de medir para una catástrofe humanitaria como la que vive Nigeria y el hashtag #Jesuisnigériane no es trending topic? Si los atentados de París han abierto el debate para la reforma de leyes inmigratorias, ¿por qué no abren los atentados de Boko Haram el debate para combatir el terrorismo internacional sobre el terreno? ¿Por qué Occidente solo abre los ojos cuando le hacen despertar de su letargo en la tranquilidad de su país con un tiroteo o una bomba? ¿Por qué los gobiernos no expresan a Nigeria el mismo apoyo prestado prestado a Francia y la misma celeridad para combatir el fanatismo musulmán? ¿Por qué la sociedad no sale también en masa a la calle centrando la atención de los gobernantes en ese punto distante del planeta que es Nigeria, y del que los europeos todavía tenemos responsabilidad después del colonianismo ejercido en siglos anteriores? Ojalá algún día miremos del mismo modo una vida occidental que una vida africana porque, al fin y a la postre, todos somos seres humanos en el punto de mira del Estado Islámico.

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