martes, 14 de octubre de 2014

El puto cura y la hipocresía de Occidente


Resulta ilustrativo ver a personajes de la red entonar cánticos diabólicos contra Miguel Pajares. Tras su trágica muerte a causa del ébola, son decenas, por no decir centenares, las voces que se han alzado contra el Gobierno de España por repatriarlo y darle un tratamiento digno. Algo que, por cierto, realizan otros países europeos como Francia, Alemania y Noruega con sus ciudadanos afectados por el virus del ébola. Apelativos como «el puto cura» y «el maldito cura», «el cura de los cojones y la puta que lo parió» se repiten ad nauseam por las redes sociales como un fluido viscoso y lamentable que inunda las pantallas de los ordenadores. Y perdón por los improperios, que reproduzco fielmente. Gente abyecta en sus más bajos instintos verbales, lumpen con una diarrea mental propia de terroristas, escoria de la alcantarilla más profunda, afloran en los medios de comunicación tiñendo con su más baja vileza comentarios a raíz de la muerte de Miguel Pajares.

Sin embargo, mientras unos ladran y escupen sus heces por la boca, otros consideramos que Miguel Pajares es el penúltimo héroe español por ayudar desinteresadamente a enfermos de un virus casi desconocido en países como Liberia y Sierra Leona que pocos de nosotros sabríamos situar sobre el mapa. Un adalid de la verdadera solidaridad, un alma caritativa en cuyo espejo deberíamos reflejarnos todos, temerario del horror que supone enfrentarse a lo desconocido junto a sus compañeros de la Orden de San Juan de Dios o junto a organizaciones como Médicos Sin Fronteras y Cruz Roja. Todos ellos merecen no solo nuestro reconocimiento a la labor en términos de cooperación internacional que realizan, sino despertar nuestro asombro por entregar su vida a una causa noble y humanitaria. Sean vidas seculares o laicas, son vidas a las que debemos el apelativo de Humanidad.

Sin embargo, mientras otros arriesgan su vida en África, en el seno de una crisis sanitaria internacional, otros corren a protestar contra un Gobierno por repatriar a un misionero y darle asistencia sanitaria. Protestan por poner en riesgo «nuestras vidas», las de los españoles, como estableciendo prioridades entre occidentales y africanos, o porque no saben si los procolos son seguros, o porque usan mamparas o biombos y recomiendan cámaras de presión negativa al convertirse en nuevos expertos en Epidemiología y Salud Pública, ahora que todos los imbéciles del mundo presumen de título universitario. Todos protestan, insultan, vierten infamias, escupen su bilis y despotrican lo inombrable en la típica fobia anticlerical de la sociedad española. Fobia, todo hay que decirlo, contra la Iglesia católica: porque el despotrique contra Miguel Pajares se transforma en un silencio denso e impenetrable cuando un ser infrahumano del Estado Islámico degolla a periodistas y cooperantes frente a una cámara de televisión. En esa situación, los vanidosos, los nuevos titulados, los solidarios callan. Como putas con la boca llena.

Pero, mientras arrecian los insultos sin sentido, nadie hace nada por frenar el avance del ébola en África. Con la excepción de varias órdenes religiosas y de cooperantes internacionales, ninguno de los soplapollas que pululan por las redes sociales hace las maletras y va a luchar contra el ébola sobre el terreno. Son, en definitiva, la definición expresa del progre de mierda: aquel que se autodefine como progresista, de izquierdas, socialista o comunista, que se llena la boca mascando palabras como solidaridad, igualdad y conceptos vagos, chachis y hippies, pero no mueven un dedo contra las desigualdades. Aquel que sube videos tirándose agua por la cabeza para solidarizarse con una enfermedad, pero no ofrecen un donativo al grupo de investigación contra la esclerosis. Aquel que pone hastags para pedir la liberación de las niñas secuestradas en Nigeria porque no tiene huevos a enfrentarse con un arma en la mano al extremismo islámico del Boko Haram o del Estado Islámico. Aquel que maldice al Gobierno por no destinar dinero a Dependencia, pero que miran a otro lado cuando les hablo de Bridge School, de donar dinero a una asociación que promueve el desarrollo de nuevas tecnologías comunicativas para la comunicación de niños con parálisis cerebral. Aquel que, en definitiva, se mueve por su egoísmo más recalcitrante mientras se da golpes de pecho. Y lo que es peor, abundan por doquier en unas redes que sacan a relucir el reflujo gástrico de nuestros compatriotas más abyectos.

Y es que, al final, quien movió el mundo por un instante para descrédito de los progres de los cojones, fue el puto cura. Miguel Pajares. Mi nuevo héroe. Los demás no son sino chusma que escupen sus reflujos en Internet a la espera de ganar el protagonismo que no tienen en la vida real, donde son parias sin trabajo, putas de oficio sin oficio ni beneficio y chulos que agonizan en los estertores de un piso sin ventilación. Que se los lleve el infierno y sigan mirando de espaldas a los conflictos de la vida y mueran resbalando en el vómito que escupen a diario.

1 comentario:

  1. Los defines perfectamente, mi querido amigo. Todos esos bastardos y malnacidos que cargan las culpas sobre Miguel Pajares, son : " lumpen con una diarrea mental propia de terroristas, escoria de la alcantarilla más profunda",
    Y aquí en España, las alcantarillas están a tope de escoria.
    Un fuerte abrazo, mi querido e inolvidable amigo.

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