viernes, 8 de agosto de 2014

El verdadero caso de Jordi Pujol

Hace poco tiempo, en una galaxia más bien cercana, existían dos facciones adversarias: los dendritos y los cagapinos. Los dendritos, del planeta Dendros, solían vagar con las manos -ocho- en los bolsillos -siete- y gustaban de una vida fácil y placentera, pues su sistema de organización era sencillo: no conocían el capitalismo ni el socialismo y solo necesitaban sendas fuentes de energía y materia para subsistir, que obtenían lamiendo fango de las piedras y luego masticando las piedras. Su vida era amena y distendida; su existencia, afable y pintoresca; sin embargo, su sociabilidad era como un pepino en vinagre. Exterminaban cuanta vida encontraban en Dendros, desde los malacondritos hasta los gilipomperos, especies semejantes a los cangrejos cacerola terrestres pero bípedos, de simetría bilateral y deuteróstomos: oséase, que el ano les salía por el blastoporo de la blástula dentro del desarrollo embrionario. Aun así, encontraban una resistencia feroz en los cagapinos, oriundos de Cagapín, que utilizaron Dendros como una colonia interestelar. Los cagapinos eran seres expeditos, de simetría radial, con tentáculos prénsiles en lo alto de una cabeza coronada por cristales de oxicoronita que se clavaban mutuamente para reproducirse, y protóstomos, por lo que el culo era el culo y la boca era la boca, de toda la vida.

Aunque los dendritos aludieron a diferencias sobre el blastoporo para aleccionar a los cagapinos, la verdad es que su naturaleza belicosa los hizo cargar con saña contra los pocos colonos de Dendros. Cargados con palos de circonita, grapadoras de diamante y gomas de borrar Milán, azuzaron a los extranjeros para que abandonaran el planeta. «Me'lé aftori'de o quete'dén» era el lema que coreaban los dendritos, que en castellano significa: «Vamos a daros hasta en el carné de identidad». Los cagapinos, tozudos pero diplomáticos, expidieron como respuesta un dossier de veinticinco páginas aludiendo razones para establecer una colonia permanente en Dendros e inaugurar relaciones diplomáticas con sus vecinos. Pero los dendritos no solo no sabían leer, tan triste era la situación de su civilización, sino que endiosaban al papiro, dado que Papiris era su único Dios, y verlo manchado de tinta de sepia terrestre era la peor ofensa que alguien podía hacer a Papiris. Con lo cual, los dendritos cargaron contra los cagapinos en la conocida Primera Batalla Ridícula, que exterminó de la faz de Dendros a los segundos. Y con sus cadáveres hicieron un último trabajo antes de volver a vagar con las manos -ocho- en los bolsillos -siete-, a modo de ofrenda a Papiris: prensarlos en una única masa celulósica, dividirlos en series rectangulares y otorgarles nombres ofensivos: 5 -en español, sarasa-, 10 -equivalente a pichafloja-, 20 -que viene a significar cenutrio-, 50 -cara de pandereta-, 100 -bocachancla- y 500 -me cago en tu estampa y en toda tu estirpe-.

Estos tributos a Papiris eran de forma tan similar a los billetes en circulación dentro de la Unión Europea del planeta Tierra que cualquier banco con mala praxis -Bankia, sin ir más lejos- los habría utilizado como moneda legal. Y he aquí el quid de la cuestión: porque un homenaje que habría de ser guardado en el templo a Papiris salió expedido a la galaxia por el pésimo estado del sistema de calefacción del santuario. La explosión provocada por su mal estado lanzó el tributo hecho con los cadáveres de los cagapinos a la galaxia exterior a una velocidad de vértigo, con tan mala suerte que cayeron, varios miles de años después, en el planeta Tierra, cuya escala trófica está coronada por el ser humano, una especia animal cordada, mamífera, vertebrada y deuteróstoma que vive apilada en colmenas de ladrillo llamadas edificios y se da el lujo de utilizar un sistema de reproducción dioico en vez de la gemación o la bipartición, como Dios manda.

Un localizador GPS asociado al tributo a Papiris posicionó la colisión en Ultramort, un pueblo de la comarca del Ampurdán con 208 habitantes según una cosa llamada INE. Y entre ellos, de vacaciones, estaba un tal Jordi Pujol i Soley, que según la Wikipedia es «un ladrón catalán», el cual miró con expectación el fajo de cadáveres de los cagapinos. Confundiéndolos con billetes en circulación, y oteando ora a un lado ora a otro para ver si venía alguien, los cogió, no sin antes llamar a Oriol Pujol, fruto de las relaciones con una progenitora del sexo contrario.

-"Fill meu, my son, mon fils...".
-"¿Qué coño quieres, pare?".
-"Que me lleves este dineral que me he encontrado a Andorra".
-"¿Más dinero? ¡Ya no hay más cajas fuerte en Andorra! ¿Pero de qué dineral me hablas?".
-"De uno que ha llovido del cielo".
-"Ya, claro, y yo voy y me lo creo".
-"Si mi propio hijo, mi fill, mi son, mi fils no me cree, ¿cómo me va a creer el Fisco del Estat opresor español?".
-¿Con quién hablas, pare?".
-"Calla, fill meu, my son, mon fils, que no te enteras, tonto del culo, ximple, que eres un ximple, y ven de inmediato".
-¿Qué coche quieres que lleve?
-"El Testarrosa".
-"¡Jo, pare, déjame conducir el Lamborghini!".
-"Antes me hago madrileño".
-"Cachis...".

Y este es el turbio y verdadero origen del dinero oculto de Jordi Pujol, manchado con el líquido intravascular de los nefridioporos de los cagapinos muertos en la Primera Batalla Ridícula contra los dendritos. Resuelto el misterio, es lógico que Pujol no se atreva a confesar el origen del monto de dinero, dado que nadie le creería y sería objeto de una burla sistemática entre el populacho, siempre mal pensado, que no es capaz de entender que un cagapino puede convertirse en dinero contante y sonante con las presas hidráulicas y la avanzada tecnología de los dendritos.

1 comentario:

  1. Clarísimo, ha quedado todo clarísimo...

    PS: Yo tampoco le hubiera dejado el Lamborghini...

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