jueves, 26 de febrero de 2015

¿Qué queda del Partido Popular?

El Partido Popular parece abocado al gran fracaso de su historia. Después de casos de corrupción e imputados que se cuentan a docenas, uno se plantea qué queda en realidad del Partido Popular. Qué fue del partido que una vez gobernó España después de la era felipista, destronando al socialista imbatible y llevando a España al euro y al siglo XXI. Qué pasó realmente con el PP. ¿Ha sido todo un mal sueño o es real todo lo que cuenta la prensa? ¿Es posible que el Partido Popular, un partido destinado a aglutinar las fuerzas del centro-derecha español, se haya convertido en una simple red clientelar de mafiosos orquestados desde Génova, sin una amalgama ideológica que cimente la relación entre el partido y la ciudadanía?

Desde luego, este apartado no quiere desmerecer la labor de miles de personas, militantes y simpatizantes, que realizan su trabajo en ayuntamientos y concejos pequeños. Que día tras día trabajan en pos del beneficio común, con una verdadera vocación de servicio público. Que luchan por mejorar la vida de sus vecinos y arriesgan incluso su dinero, como en casos que tengo el placer de conocer. No es esa mi crítica, porque aunque el espíritu del Partido Popular -y del resto de los partidos políticos- resida en las circunscripciones pequeñas, es en las altas esferas, desde los Parlamentos autonómicos hasta Génova 13, donde se cuece el clientelismo y las corruptelas que difaman a diario el verdadero trabajo vocacional de la política y que insultan el trabajo del verdadero político, que acaba pagando el pecado del corrupto.

Es en Génova donde tienen un problema monumental. En la podredumbre de Luis Bárcenas, Pedro Sepúlveda, Rodrigo Rato, Francisco Granados y decenas de nombres que apuntan a una profesionalización de la política en descrédito del ciudadano, como vía de enriquecimiento ilícito, dando lecciones de ética y moral ante las cámaras mientras se llenaban los bolsillos a manos llenas. Pero también en la falta de un proyecto de liderazgo de Mariano Rajoy, un personaje sin personalidad, un político sin chicha ni limoná, con plante de plasma, que evita en todo momento a la prensa, dejando las preguntas en el aire, como la canción de Isabel Pantoja. Todavía recuerdo aquel «parece que llueve» tras la abolición de la doctrina Parot.

Yo, sinceramente, no reconozco en el Partido  de hoy al Partido Popular de hace diez años. En lugar de un progreso en materia ideológica hacia un liberalismo europeísta, veo una involución hacia los primeros años de Alianza Popular y una amalgama extraña con el zapaterismo, lo que me lleva a plantearme si en realidad Rajoy no será en realidad un disfraz de José Luis Rodríguez Zapatero. Y si no lo es, ¿por qué sube los impuestos si hacía campaña contra la subida del IVA zapateril? ¿Por qué no afronta la reforma administrativa que prometió? ¿Por qué se llena la boca hablando de las pymes si después las ahoga en un desenfrenado mar de trabas burocráticas kafkianas? ¿Por qué si protestaba contra la política penitenciaria de Zapatero comete el mismo error con Josu Bolinaga? ¿Acaso era todo una pantomima, sonrisas postreras de cara a la galería, con el fin de contentar a un electorado y arrastrarlo a las urnas para después darles un puntapié? ¿Por qué ese empecinamiento en agrandar un Estado con hipertrofia e hiperplasia? ¿Por qué ese empecinamiento en ocultarse detrás de pantallas de plasma o en evitar a la prensa cuando Mariano Rajoy es un magnífico parlamentario capaz de hablar sin tener un papel delante?

En el continuo desgaste del bipartidismo actual, que amenaza la estabilidad social y política de nuestro país, Mariano está poniendo en riesgo la propia estructura del Estado con sus políticas ambivalentes, traicionando a los diez millones de votantes que le llevaron a la Moncloa. Está desaglutinando el electorado del centro-derecha desde que en su famoso contubernio de Valencia animó a conservadores y liberales a irse del partido. Ergo, Mariano, ¿qué es entonces tu Partido Popular? ¿Reconoces en tu partido las mismas corrientes ideológicas heredadas de José María Aznar o preferiste darle un vuelco näif e inmiscuirte en el frikismo político arriolesco, haciendo zaranjadas más propias del socialismo como subir los impuestos

Señores marianistas, respondan, por favor.

lunes, 23 de febrero de 2015

Los cojines de Rodrigo Rato

Hubo un tiempo en el que Rodrigo Rato era el dueño del cotarro, el jefe de la jet set banquaria, el puto amo. Fue Vicepresidente segundo del Gobierno y Ministro de Economía en los gobiernos de José María Aznar, y poco después pasó a dirigir el Fondo Monetario Internacional con ávida tozudez. Su carrera profesional continuó entre un mar de sonrisas, levantando el pulgar y repicando campanillas de latón como Presidente de Bankia, instantánea perdurable en la imagen colectiva. Pero su sino, igual que ascendió hasta límites insospechados, cayó hasta las más profundas y nauseabundas alcantarillas con los innumerables escándalos asociados a su gestión en la entidad bancaria, cuya cúspide parece tener forma de tarjeta black.

Aun con tamaña mala suerte, por llamarlo de alguna manera, Rato parece querer mantener su orgullo en lo alto de una picota, evitando exponerse a los mordiscos de los cuervos, ávidos de sacarle hasta el líquido de los ojos. En su último movimiento, incluso nos hemos reído a mandíbula batiente en torno a una mesa con un café, el cual, entre tanto estertor, acabó por los suelos, mientras los comensales de otras mesas se preguntaban qué diantres nos pasaba. Y es que Rodrigo Rato acaba de reclamar 380 euros en la Oficina Municipal de Gijón, su ciudad adoptiva, a una costurera que le extravió dos cojines. Cojines, con i latina, de una herencia familiar que había mandado reparar en verano, y que, ante la prolongada ausencia del propietario, la costurera depositó en un contenedor de ropa usada, con la cristiana idea de que sirvieran de asiento a culos más nobles.

Se dice en los mentideros que Rato, conociendo los pormenores de sus cojines, montó en cólera, y que no le quedó sino reclamar un dinero paupérrimo en la Oficina Municipal porque, como ustedes saben, es un hombre de pocos recursos y no puede llegar a fin de mes sin esos 380 euros. El problema está en que, si quiere recuperar sus cojines, debe realizar una trazabilidad que ya quisieran muchas industrias alimentarias. Y es que, desde el contenedor de ropa usada, los cojines pervivieron hasta las últimas Navidades en el Rastrillo de la Parroquia de San Antonio de Padua, a quien rogamos que vele por los cojines de Rato. 

Preguntada por la Policía Local, la organizadora del Rastrillo afirmó haber vendido los cojines, que,  después de media herencia juntos, fueron separados como siameses en una operación quirúrgica: el uno recayó en manos de una señora que afirmó comprarlo «como cama para su perro». El otro fue adquirido por una mujer de etnia gitana, cuyo noble culo ahora encuentra reposo en un cojín de largo y tortuoso recorrido. Y es que no todo el mundo puede decir que su culo encuentra mohín asiento en el cojín de Rodrigo Rato, figura emergente del Partido Popular y de la economía internacional hasta que conocimos su afición al licor y a las prostitutas.

martes, 17 de febrero de 2015

Etarra a la vista

Etarra a la vista. Juana Chaos regenta una licorería en Chichiribiche, Venezuela. Cuna de la Democracia. Sic. Sale apuesto, delgado, bonachón, en la foto que publica El Mundo en portada. Las manos en el bolsillo, buscando un céntimo. Mira al tendido como buscando a su alma gemela. A su chichiribiche. Se gana la vida vendiendo licores en una zona calurosa y tropical. Quién se lo puede imaginar en bañador, con jubón de esparto y sombrero ladeado, tapando la incipiente calva, repartiendo abrazos y sonrisas por doquier, con su novia chichirivachona, tumbado en la playa, living la vida loca.

Vacaciones a full time. En Venezuela no falta de nada si eres del Régimen. Salió de Irlanda escondido como una rata -ni las ratas merecen el desprecio que merece un etarra-  y anidó en el paraíso tropical de Venezuela, donde en lugar de una embajada española hay una embajada de ETA. "Pasaporte euskaldún", dice el cónsul. "Macho, que somos colegas", espeta Juana. "Son formalidades capitalistas", replica el cónsul. Colegueo y trapicheos entre asesinos, con el beneplácito de Nicolás Maduro, ornitólogo a tiempo parcial y médium de vez en cuando si se le presentan los espíritus de ancestros bolivarianos.

Qué gracia tendría el escrito si detrás de este personaje no hubiera un alma pérfida que asesinó a veinticinco personas. Qué gracia tendría su vida en el trópico, bebiendo piña colada y comiendo espetos, si hace treinta años no hubiese colocado un coche bomba en Madrid y matase a cinco agentes de la Guardia Civil. Qué jolgorio si un año después no hubiese asesinado con una furgoneta bomba a otros doce miembros de la Benemérita. Qué risa si no hubiese disparado a sangre fría contra miembros del Ejército como el comandante Sáenz de Ynestrillas o el coronel Vesteiro. Y qué bonito hubiese sido todo si hubiese cumplido su condena en prisión en lugar de chantajear al Gobierno de España metiendo barriga -ahora incipiente, oronda- y alzando el puño, encamado, sujeto como el perro peligroso que es, en fotos vendidas a esa clase de prensa inglesa tan amarilla como la orina de un cirrótico.

Iñaki Juana de Chaos, ese apuesto cuarentón de apariencia bonachona, lleva tras de sí la guadaña que segó la vida a más de una veintena de personas en nombre de una organización criminal. Es un asesino y lo seguirá siendo. Al Gobierno de Venezuela no le importa ampararlo en su país, porque cualquier persona con dos dedos de enfrente sabe qué es Venezuela desde la subida de Chávez al poder. La Audiencia Nacional que lo liberó hace siete años lo está buscando. Señoras y señores jueces, ecce homo. Sométanlo a su destino con la sociedad de una puta vez.

lunes, 16 de febrero de 2015

Monedero es casta

425.000 euros. Esa es la cifra que Juan Carlos Monedero cobró realizando «trabajos» para Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua en un proyecto sobre «una moneda común para Latinoamérica». Entiéndanse bien las comillas, por favor. Monedero, tan amigo de la moneda común latinoamericana y de salir del euro en España, siempre y cuando nos atengamos al primer programa electoral de su formación, parece haber regularizado un pago de 200.000 euros a Hacienda después de todo el petate informativo de las últimas semanas. Como un servidor no es inspector de Hacienda, no puedo saber si su situación con el fisco es legal, ilegal, alegal o puro maquiavelismo retórico y frugal palabrería. Porque, en última instancia, algunos respiran aliviados al saber que no Monedero no ha cometido fraude fiscal, aunque su ética y moral queden en entredicho.

Se ha hablado mucho de fraude y de tipología penal. Bien. Nos hemos enterado, señores de Podemos. Pero déjenme que les aclare una cosa. El salario mínimo interprofesional en España es de 645 euros al mes. Para llegar a la cuantía que brindan a Monedero por «trabajos sobre una moneda común para Latinoamérica», un currante, un obrero que cobrase el SMI neto, tendría que trabajar 658 meses. 54 años. Más de medio siglo madrugando, llegando al empleo, llevando una jornada de ocho horas diarias más extras y volviendo a casa. Y así, ad infinitum, hasta 54 años después. Y si redondeamos la nómina a 1.000 euros netos, el tante y sonante ascienden a 35 años de cotización.

Dicen que los dirigentes de Podemos entienden los problemas de la calle. Que representan la «mayoría social». Pues bien, la «mayoría social», la mayor parte de la sociedad, tarda 54 años en llevar 425.000 euros a sus casas si cobra el salario mínimo interprofesional, y 35 años si su nómina es de 1.000 euros. Una cantidad que Monedero se levanta en un renuncio por «trabajos para una moneda común para Latinoamérica», así, en general, sin saber a día de hoy qué clase de trabajos, porque no hay informes a la vista, y las especulaciones llevan a hablar de una financiación a través del Gobierno de Venezuela.

Acólitos de Podemos: ¿Creéis que una persona honrada, luchadora y trabajadora pueda cobrar semejantes cifras por consultorías? ¿Qué pensaríais si la prensa hubiese destapado que un dirigente del Partido Popular o del PSOE, a quien gustáis de meter en el saco roto de «la casta», cobrase casi medio millón de euros por «asesorar» a Gobiernos extranjeros? ¿No sería acicate más que suficiente para cargar la fusta y el ariete contra el bipartidismo? ¿Quién tiene en su cartilla 200.000 euros para liquidar su deuda con Hacienda sino un político con sus espaldas cargadas de corruptela? No valen excusas de que «él se lo gana con su trabajo», porque todos sabemos las clases de negocios que se ocultan detrás de las asesorías. Véase, sin ir más lejos, a Iñaki Urdangarín. Pues que me aspen si Juan Carlos Monedero no es, según su propia terminología, casta.

domingo, 15 de febrero de 2015

Fonoteca: Shadows in the Night


Cuando leí que Bob Dylan iba a hacer un disco de versiones de Frank Sinatra, me eché a reír a mandíbula batiente. «Otra vez el tío Bob haciendo de las suyas», pensé. En aquel momento me imaginé un resultado hilarante capaz de dejar confundido a sus más acérrimos seguidores. Pero al mismo tiempo que me llevaba las manos a la cabeza, pensé: "Un momento. Es Dylan. Tiene un as debajo de la manga". Y es que es menester hacer un repaso a su dilatada trayectoria musical para saber que, cuando creemos que Bob va a seguir un camino recto, siempre toma la primera circunvalación. Lo hizo después de la trilogía entre Bringing It All Back Home y Blonde on Blonde, volviendo al agreste folk en John Wesley Harding. Y cuando pensaban que retomaba al redil del folk, salió con Nashville Skyline, su dúo con Johnny Cash y sus escarceos por el country. Y a posteriori, cuando le tiraban del brazo para que se subiera al atril del happy flower y de Woodstock, sacó Self Portrait. Y en los setenta, del magmánimo Blood on the Tracks y las lágrimas por el fin de su relación con Sara pasó al circo rodante y a Desire.

Con semejantes regates que desmarcan al personal, ¿quién no iba a creer que, después de convertirse en un historiador de la música norteamericana, apropiándose del R&B, del blues y del rockabilly en Love and Theft, en Modern Times y de bajar a la frontera entre California y México con Together Through Life, nos iba a deleitar con otra jugarreta? Shadows in the Night es precisamente lo que nadie espera de un músico con más de cincuenta años de trayectoria musical a la espalda. Un disco de versiones de La Voz, ni más ni menos. De SINATRA. Así, en mayúsculas. Porque la figura de Sinatra, a cien años de su nacimiento, ha tenido tiempo para trascender lo musical e incluso lo cultural para convertirse en una institución per se.

Para cualquier músico con una larga reputación, hacer un Shadows in the Night puede ser un movimiento en falso, capaz de hundirle en el fango y la miseria a apenas tres años de una jubilación de oro. Pero detrás de las versiones, Dylan ejerce un striptease musical que adapta temas como «I'm a Fool to Want You» y «Stay with Me» a su propia lógica, con un inmenso respeto por los originales y siempre ubicando las canciones en su propio espacio. Y lo hace sin la necedad de otros artistas por «imitar» la canción original: al contrario, tal y como dijo el propio Dylan, se encargó de desenterrar las canciones y hacerlas suyas, sin la más mínima gana de competir con Frank Sinatra. Quizás porque, todo sea dicho, nadie puede competir con Sinatra.

En Shadows in the Night, Bob Dylan brilla por hacer lo que otros músicos advenedizos no tienen bemoles para hacer. Arriesgarse a derrapar en una carretera helada, llevando consigo el equipaje de toda una vida. Y sin embargo, el movimiento de Bob se trastoca en una figura maestra que homenajea tanto a Frank Sinatra, con una humildad vehemente, como al cancionero tradicional de las décadas anteriores al rock and roll, a Elvis Presley, Bill Haley o Fats Domino. Un servidor no tenía puestas muchas esperanzas en Shadows in thhe Night, y quizás sea por eso por lo que el álbum lleva varias semanas rotando en el plato del tocadiscos mientras miro los surcos del disco .Al fin y a la postre, Dylan sigue siendo capaz de sorprender con 73 años del mismo modo que sorprendía con veintipocos. (9/10)

jueves, 12 de febrero de 2015

Don Tomás & The PSM Band

Ayer despertábamos con la noticia de que Pedro Sánchez sacaba pecho y cortaba la cuajada del PSM. Tal y como le recomendaba un servidor hace un par de días: que entrara con una katana en Ferraz y cercenara cabezas de viejos díscolos, empezando por Rodríguez Zapatero y José Bono. El caso es que rodaba la cabeza de Tomás Gómez por las redacciones de los periódicos cuando el susodicho salía a un estrado, estirado, galán cuan portugués, a despotricar contra Pedro. Igual que un niño de teta cuando lleva las notas a los padres y dice que suspendió porque «el profesor le tiene manía», igual que el pichafloja cuando no se le levanta y echa la culpa a los psicofármacos, Tomás echó balones fuera —algún balón le dio en el ojo a un periodista— y puso a parir a los presentes. «Pedro, hijoputa, caca, pedo, culo, pis», le faltó decir.

A su vera, José Antonio Carmona, alcaldable de Madrid. Como es ignífugo, dice poner las dos manos sobre las ascuas, en un intento por demostrar la inocencia de Tomás —Don Tomás a partir de ahora, no vaya a tacharme de aguirrista—. Ya puestos a quemar extremidades, me pregunto por qué las manos y no los pies. Detrás de Don Tomás, palmeros con complejo de periquitos, cuello arriba, cuello abajo. Cuidado con la artrosis, Maru. Entre todos afilaron cuchillos, sierras y material de matarife. «Vamos a por ti, Pedro, cabrón, caca, pedo, culo, pis», vinieron a decir, porque según la cúpula del PSM, Tomás es el Mesías, los domingos comen su cuerpo y su sangre y todo el guirigay es ilegal. Vamos, que Tomás —perdón, Don Tomás— merece un respeto. ¡Qué respeto! Merece ir bajo palio por la Gran Vía y desayunar una lubina a la plancha en Casa Lucio todos los miércoles. Lubina a buen ser de Tazones.

Todos hemos pedido en miles de ocasiones que las cúpulas de los partidos políticos sean menos benevolentes con la mínima sospecha de corrupción. Les hemos pedido crueldad, sangre, sudor, vísceras y hematuria cuando circulaban por corrillos y mentideros que Fulanito había trincado dinero. Y justo cuando el Fiscal emite unas conclusiones sobre el caso judicial del tranvía de Parla, Pedro Sánchez —reconozco que cada día me cae mejor— hace lo que debe hacer un Secretario General. Matarlos a todos, que Dios los seleccione y pulsar el botón de reset. No basta con descabezar una organización, sino también apartar a todo el equipo capaz de respaldar al corrupto.

Lo más chusco del asunto es ver a un perdedor innato como Tomás —perdón, Don Tomás—, otrora invicto alcalde de su cama de nido, torpe parlamentario, hinchando la pechera y poniendo su testiculera por sombrero, hablando de conspiraciones «de la derechona en consonancia con PRISA y Rubalcaba» sin que se eche a reír de sus propias ocurrencias de patán patético, y atrincherándose en la sede del PSM como el POUM en la Barcelona de 1936. A pesar de ser expulsado —quizás porque Pedro Sánchez sabe más de lo que conoce la opinión pública—, Don Tomás podría haberse marchado digno, elocuente y sensato, dando una rueda de prensa en la que explicaba su renuncia por estar en el punto de mira de la Justicia. Al fin y a la postre, uno sospecha de un sobrecoste de más de cien millones de euros en las obras de un tranvía, cuando incluso la Comunidad de Madrid escribía al Ayuntamiento para para que frenara las obras y las supliera por nuevas líneas de autobús.

Por el contrario, Don Tomás eligió el envite en una rueda de prensa con el aire enrarecido de andrógenos, arropado por una decena de palmeros que asentían hasta cuando les hacía comer un cuesco —cuánto daño hacen los palmeros— y señalando con los dedos de las manos —y de los pies— a todo cuanto se moviera. Aplausos, aplausos y más aplausos. Con semejante banda de payasos lamiendo mis botas, yo me creería ser Marlon Brando. Dentro de unos días, cuando pase la tormenta y las rotativas pongan el ojo en otras noticias, quedarán rémoras de lo que fue evidente: que Pedro Sánchez, conociendo de primera mano las sospechas del PSM, hizo lo correcto y que Tomás & The Band, con sus palmas, sus berrinches, sus papagayos y sus elocuentes ayes y arsas, hicieron un monumental ridículo grabado para la posterioridad en las hemerotecas. Lo cual no me sorprende en absoluto de Tomás, harto de hacer el ridículo en la Comunidad de Madrid, pero sí de Antonio Carmona, a quien tenía por un político más elocuente.

domingo, 8 de febrero de 2015

La desorientación de Fernández Villa


José Ángel Fernández Villa, secretario general de SOMA-UGT durante más de tres décadas, dice sufrir «desorientación y confusión» para no acudir a la Junta del Principado y explicar una fortuna que asciende a 1,4 millones de euros. Para los menos ilustrados en la materia, Villa ha sido uno de los ejes pivotantes de la política regional asturiana. Como secretario del Sindicato de la Minería, presumía de poner y quitar presidentes, lo cual era muy meritorio. Líder carismático y mediático, presumía también de encerrarse en pozos para boicotear los planes de reindustrialización de Hunosa o salía hablando con picoletos en manifestaciones donde se cortaba la A-66 quemando neumáticos y utilizando técnicas de la kale borroka para conseguir sus fines políticos.

Porque, al fin y a la postre, una vez conocido el patrimonio oculto de 1,4 millones de euros que afloró con la ley de amnistía fiscal del Partido Popular -contradicciones ideológicas-, uno entiende que los fines perseguidos por Fernández Villa no eran sociales. No era alcanzar el paraíso socialista ni el cénit de la igualdad social. Tampoco que sus camaradas, que dejaban salud y vida en la mina, sufriendo silicosis y problemas respiratorios en su vejez, tuvieran una vida mejor. Prefería codearse en mítines de Rodiezmo, rodeado de altos cargos socialistas que le tenían por un meritorio sindicalista y un ejemplo del socialismo español, ese que es capaz de sumar 1,4 millones de euros desempeñando trabajos de diputado por el PSOE y de consejero de Hunosa.
34 años después, la familia de Villa alude «desorientación y confusión» para no declarar ante la Junta del Principado el origen del dinero. Sin embargo, desorientación y confusión es lo que sufren los asturianos cuando ven que los fondos mineros destinados a la reindustrialización de Asturias, claves para modernizar las cuencas mineras en particular y Asturias en general, tan necesitadas de infraestructuras y de tejido industrial, iban a manos de gente como Villa para mantener su estátus de sheriff pancartero y su postureo mediático de aldeano bonachón incapaz de romper un plato. Defensores del proletariado estafando al obrero, sindicalistas mintiendo a los que dejaban su vida y su salud en la mina, embustes sobre el socialismo en Rodiezmo, con puño en alto, cantando La Internacional, mientras acaudalaba 1,4 millones de euros, se compraba un ático en la zona chic de Oviedo y vivía como un marqués.
Y mientras tanto, miles de millones de euros desde los tiempos de José María Aznar perdidos, mal invertidos o quemados, y una región prostituida entre empresarios, políticos y sindicalistas que repartieron un pastel y sufrieron un empacho que dejó a Asturias mermada y diezmada para decenas o incluso siglos. 34 años de reinado villesco, reinado torticero y totalitario, que coinciden con la decadencia social y económica de Asturias, que urgía de un plan de reindustrialización en las Cuencas Mineras para no depender de una minería con cierre asegurado. Y mientras se evitaba el cierre de la minería inyectando dinero a fondo perdido, la reindustrialización de Asturias seguía sin dar señales de vida. Casi 4.500 millones de euros destinado a sustituir el carbón por otras actividades productivas fueron repartidos a mansalva, sin control gubernamental, con la conivencia de Francisco Álvarez Cascos, para hacer museos absurdos, polideportivos en aldeas donde la media de edad supera los sesenta años, crear edificios tecnológicos que nunca se inauguraron, subvencionar la tonada asturiana, hacer cursos de formación de bailes regionales, restaurar hórreos y un largo etcétera. Actividades inproductivas donde el político, el empresario y el sindicalista del concejo de turno se llevaba su mordida.
Entre polideportivos, museos y tonadas, los 4.500 millones de euros del Plan del Carbón fueron disminuyendo. Sin que Asturias conociese unas infraestructuras cercanas a las de Cataluña o País Vasco. Sin que Asturias conociese la reindustrialización. Sin que Asturias tuviese AVE. Sin una miserable Autovía costera, cuya obra finalizó con décadas de retraso hace apenas un mes. Sin que Asturias tuviese una comunicación decente con la meseta ni ferroviaria ni por carretera, con un peaje en el Huerna que sangra el bolsillo. Sin que Asturias sea capaz de desarrollar una actividad empresarial en términos de pymes por la elevada carga impositiva del Gobierno del Principado. Y suma y sigue.

En aquellos años, Fernández Villa decía, categórico, sin pestañear, mirando desafiante a la cámara: «Antes de cerrar un pozo, tendrán que pasar por encima de mi cadáver». 34 años después, en pleno siglo XXI, el cadáver es Asturias. Gracias a personajes pútridos como Fernández Villa, a quien Dios parece ahora castigar el mal que ha hecho a los asturianos con desorientación y confusión.

domingo, 1 de febrero de 2015

Carta de vexilología a Pablo Iglesias

Estimado Pablo,

Leo con interés un artículo publicado en Rebelion.org en el que opinas que el himno español es una «cutre pachanga fachosa» y te quejas de aguantar «la bandera monárquica y postfranquista». Como profesor universitario que eres, querido Pablo, deberías intentar no confundir al personal y conocer el origen de los símbolos nacionales. Símbolos, por otra parte, adquiridos como tales en la Constitución Española de 1978, ratificada en referéndum por el pueblo español el 6 de diciembre de 1978 con un 88% de votos a favor.

El himno nacional, querido Pablo, como sabrás, es la Marcha Real o Marcha de Granaderos, himno de nuestro país desde el siglo XVIII. En 1770, Carlos III la declaró Marcha de Honor, y aunque no fue hasta el reinado de Isabel II cuando fue adoptada como himno oficial del Reino, es sin duda más longevo que el Himno del Riego, que disfrutó de oficialidad durante la Segunda República. De hecho, incluso durante la Primera República, tras la Gloriosa, querido Pablo, y a pesar de ser convocado un concurso público para crear un himno nacional, la Marcha de Granaderos continuó siendo himno oficial. 

En lo tocante a la bandera, querido Pablo, sé que gustáis de contar la Historia como si Franco fuese el principio y el fin. De hecho, estoy seguro de que os encantaría que no hubiese mundo antes de Franco. Que Dios hubiese dicho en las Escrituras: "Hágase la luz", y al día siguiente clamase: "Hágase Francisco Franco", para así entender el mundo como una dicotomía entre República y Franquismo. Pero hay más mundo y más Historia antes de la Segunda República que legitima la historia de los símbolos nacionales. ¿De verdad, querido Pablo, tengo que ser yo, un humilde mindundi, quien te diga que la actual bandera es el mismo pabellón elegido por Carlos III en 1785? ¿De verdad, querido Pablo, he de ser yo quien te diga que la bandera rojigualda se mantuvo incluso en la Primera República, y que por lo tanto no hay una bandera bicolor monárquica y una bandera tricolor republicana? ¿De verdad tengo que ser yo quien te diga que la bandera rojigualda tiene, tras de sí, más de dos siglos de Historia, mientras que la tricolor solo tuvo seis?

No hace falta ser un lumbreras para conocer estos datos. Cualquier mindundi puede consultarlos en Wikipedia o en alguna página web de interés. Pero sí me sorprende, querido Pablo, que un político llamado a gobernar tenga esa mortífera verborrea en materia de vexilología y heráldica. ¿Es que no conoces la Historia, cosa que pongo en duda siendo profesor de Universidad, o mientes a propósito para crear confusión? Sabrás, querido Pablo, que los símbolos no tienen derechos de autor. Franco no es autor de ningún símbolo. Los símbolos nacionales trascienden gobiernos y regímenes y representan con el paso de los años a la sociedad de cada país. Lo puedes ver en cualquier competición deportiva cuando suena la Marcha Real. Lo mismo sucede con la bandera, cuyo escudo nacional es el símbolo por referencia de la pluralidad territorial de España.

¿De verdad, querido Pablo, puedes aspirar a gobernar un país sometiendo a mofa los símbolos nacionales, que son la quintaesencia representativa de España tanto en el interior como en el extranjero? ¿Acaso Tsipras, de cuyo lado te posicionas, se mofa de la bandera griega? Sé un poco más consecuente con esa exaltación permanente que gastas, estimado Pablo, porque creo que tienes un cacao mental muy profundo.

Un afectuoso saludo.