martes, 23 de diciembre de 2014

Feliz Navidad


Desde La sardina colirroja os deseamos feliz Navidad
y nuestros mejores deseos para que 2015
sea un año lleno de prosperidad, ilusión y esperanza.



viernes, 12 de diciembre de 2014

La noche de los mensajes cortos

Revisitar los días posteriores al 11-M es doloroso. Muchos recordamos con tristeza los atentados de Atocha que cercenaron la vida a 192 personas. Pero otros no solo hablan del 11-M sin ningún tipo de dolor, sino que se pavonean utilizando el dolor de las víctimas para encender una llama de indignación en la sociedad española, pervertirla y usarla contra el Gobierno en un día de reflexión. Apenas veinticuatro horas antes de abrir los colegios electorales, comenzaron a circular SMS en los que se llamaba a sitiar las sedes del Partido Popular. Práctica noble el asedio donde las halla, especialmente si existiere casus belli. Pero en pleno siglo XXI, el casus belli es apenas un recuerdo borroso de la Edad Media, y las concentraciones en sedes del Partido Popular no solo boicotearon una jornada de reflexión, sino que fueron una deslealtad hacia las víctimas del terrorismo y hacia el dolor de sus familiares. Nunca la izquierda española en su larga historia fue tan vil, tan despreciable y tan mezquina. 

Arcadi Espada la llama la noche de los mensajes cortos. Una reminiscencia de la Kristallnacht de 1938, en la que se desató una ferviente locura antisemita en el seno de la Alemania nazi. Entre ambos momentos históricos, diez años después de los atentados, pulula Pablo Iglesias, que en una entrevista reciente con Iñaki Gabilondo se autoproclama creador del SMS. Mientras Pablo saca pecho de su ingenuidad, Iñaki se agazapa, sonríe y deja que Pablo se crezca en su egolatría. Hablamos de Iñaki, cuya profesionalidad como periodista feneció horas después del 11-M al alertar desde su micrófono de la SER sobre «fuentes antiterroristas que apuntaban la posibilidad de que un terrorista se haya inmolado en uno de los trenes». Iñaki, que dio pábulo al maquiavelismo radiofónico y participó de la conjura contra el Gobierno de José María Aznar con el fin premeditado de dar sepultura y misa de réquiem al Partido Popular. Iñaki Gabilondo, asalariado del Grupo PRISA y batuta de la orquesta sinfónica de un golpe de Estado para arrebatar el poder al Partido Popular, a quien encuestas de la propia SER daban como vencedor en las elecciones, utilizando las cloacas del Estado y la muerte de casi dos centenares de personas de una forma ruin, asquerosa, deleznable, repugnante y vomitiva.

Diez años después, cada 11-M, sigo recordando con dolor a las 192 víctimas. Soy un ciudadano más, usuario habitual de Renfe, que podría haber estado en esos trenes si viviera en Madrid. No existe el día en que vea u oiga un ferrocarril y recuerde las atroces imágenes de esa nublosa mañana de marzo en la que España perdió la poca dignidad que aun guardaba. Sin embargo, otros se regocijan frente a las cámaras, entre tiernas y cándidas sonrisas de enamorados, de haber gestado el golpe de Estado asediando sedes del Partido Popular. En otro país, en otro Estado medianamente civilizado, políticos de derechas y de izquierdas hubieran respaldado al Gobierno en cualquier toma de decisiones, aunando fuerzas para consolar a las víctimas y uniéndose para una lucha conjunta contra el terrorismo, fuese del cariz ideológico que fuese. Pero como anunciaba Manuel Fraga décadas atrás, Spain is different, y aquí se lleva más la escabechina de los cadáveres en caliente para lanzarlos contra sedes de un partido político. Muy democrático. Muy europeísta. Muy civilizado. Me pregunto si Iñaki Gabilondo, Pablo Iglesias y todos los conspiradores que intentaron sacar provecho de 192 cadáveres pueden dormir tranquilos.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Congresos a la búlgara

Abril de 2008. Mariano Rajoy se presenta a la reeleción como candidato del Partido Popular para unas segundas elecciones generales. Las anteriores las había perdido un 14-M, tres días después el fatal atentado de Atocha que acabó con la vida de 192 personas. En aquel momento, un joven Rodríguez Zapatero se aupó al poder aunque encuestas previas daban victorioso a un PP aun quemado con casos como el hundimiento del Prestige o la guerra de Iraq. Con la caló propia de abril en tierras valencianas, Rajoy comparece ante los micrófonos de un estrado rodeado de compañeros de partido. No lleva corbata, su gesto es adusto y reafirmante. Rajoy agita una mano, mira al frente y dice: «Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya». A alguno le da un patatús, pero una ovación cerrada -¿cómo serán las ovaciones abiertas?- clausura el congreso del Partido Popular y sentencia al partido de muerte, que deja de tener una ideología clara y precisa después de ocho años de aznarismo. Se abre el coto de caza para gente como María San Gil, Esperanza Aguirre y Jaime Mayor Oreja para prisorizar el partido, para darle un lavado de cara y convertirlo en un centro-derecha näif. Es un congreso a la búlgara, sin candidatos que puedan contradecir al carismático, cariacontecido y carituresco líder, que emana el licor de la victoria mientras levanta los brazos y exhibe las axilas.

Noviembre de 2014. Pablo Iglesias se presenta como candidato a la secretaría general de su partido. Unas pocas semanas antes se forma su partido, Podemos, en una asamblea constituyente en el Palacio Vistalegre de Madrid. Todo son ovaciones cerradas -¿cómo serán las ovaciones abiertas?-. Una seguidora da a Pablo un azote en el culo que le impulsa al estrado. Pablo sube al estrado victorioso: su candidatura organizará la primera asamblea de Podemos con un 86% de los votos. Una vez realizada la asamblea, Pablo se convierte en secretario general de Podemos con un 90% de los votos, y sus acólitos, presentes en una lista cerrada, copan los principales puestos del partido. Su principal rival en materia de organización, Pablo Echenique, que prefería organizar el partido con varios secretarios, decide no presentar candidatura. Para qué, pues quién si no la candidatura de Pablo va a copar los puestos políticos del partido de Pablo. No hay sitio para Trotskis.

Es Podemos. El partido que iba a tomar las decisiones de abajo arriba, de forma asamblearia, contando con el parecer de las bases, de los ciudadanos, de una forma distinta de entender la política, más cercana a la plebe. Ahora las asambleas, los círculos locales, ya perdieron interés. No tienen ninguna potestad organizativa. Se decidió que la toma de decisiones la decidiese Pablo. Pablo dice "digo" y la gente aclama: "¡Claro que digo!". Y Pablo dice "Diego" y la plebe exclama: "¡Claro que Diego!" o "Uy, qué miedo le tenéis a Diego". Todo depende de lo que Pablo saque por la tráquea. Pablo habla del pueblo soberano, del pueblo decide, de que si el pueblo obladí, de que si el pueblo obladá. Pero los votos son para Pablo. Porque son Pablo y su equipo quienes salen en televisión y quienes llevan impreso el logotipo de Podemos en la frente. Podemos Inc. Podemos trademark. De hecho, el rostro de Pablo es trademark en las papeletas del partido en las elecciones al Parlamento Europeo. ¿Quién si no iba a dirigir Podemos? ¿El Círculo de Enfermería? ¿El Círculo de Terapias Naturales? Pues no, oigan, no estuvo Pablo maquinando su ascenso al poder durante casi diez años para que vengan ahora circulitos fantasmas a arrebatarle el dulce caramelo que saborea con bouquet a Moncloa.

En 2008, Mariano Rajoy fue aclamado líder indiscutible del Partido Popular. Los que ahora le levantan la voz en el seno de su partido, antes aplaudían con las orejas y bailaban sardanas con tacones de aguja. En 2014, Pablo Iglesias fue aclamado líder indiscutible de Podemos, una nueva formación que dice situarse en las antípodas del Partido Popular. Pero la distancia entre unos y otros no es tan amplia. Ambos gustan de modelar congresos a la búlgara, una fórmula caucásica de elegir al Líder, donde o bien solo hay un candidato que señalar con el dedo índice, caso del Partido Popular, o bien se disfraza la elección de un único candidato con una votación cuyo resultado es sabido de antemano, caso de Podemos. En cualquier situación, es un fraude a la Democracia.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

En defensa de Sergio Martín

Suelo ver de vez en cuando La noche en 24 horas, una tertulia nocturna de Televisión Española presentada por Sergio Martín y ahora en la picota de la actualidad por su reciente entrevista a Pablo Iglesias, líder de Podemos. Y aun a riesgo de que me tachen de neoliberal comeniños desde los soviets informativos del ente público, la razón de elegir este programa es muy sencilla: en La noche en 24 horas se escucha a los tertulianos. Sí, señoras y señores: a diferencia de debates y tertulias como Las mañanas de la Cuatro, Un tiempo nuevo de Telecinco, El cascabel o La marimorena de 13TV, en La noche en 24 horas se suele escuchar la opinión de los diferentes tertulianos con respeto desde las diferentes discrepancias ideológicas, dando la casualidad de que opinadores que en otros medios graznan e interrumpen a sus adversarios, en La noche en 24 horas se comportan con educación, sosegados y tranquilos, respetando los tiempos de los demás, cuando están  en La noche. Todo ello, bajo la dirección de Sergio Martín, a quien pretenden barrer del ente público por mostrarse conciso e hiriente con Pablo Iglesias.

Según el Consejo de Informativos de TVE, el tono que empleó Sergio Martín con Pablo Iglesias fue "mucho más agresivo que el habitual", en alusión al momento en el que el presentador insinuó que Iglesias podía estar de enhorabuena por la excarcelación de dos etarras. Después de ver la entrevista, creo que el revuelo mediático montado con la figura de Martín es excesivo, porque ni la forma ni el tono fueron insidiosos ni mucho menos hirientes. Pablo Iglesias se ha mostrado públicamente a favor de la reinserción de etarras, lo cual es muy "loable", y Martín aprovechó, cuanto menos, el momento de la excarcelación de Santi Potros y Plazaloa para inquirir a Iglesias. Debido a ello, no entiendo muy bien dónde está el problema. ¿Qué se supone que deben hacer los presentadores con Iglesias? ¿Deben tratarlo con loas, salvas y ayes a Iglesias en lugar de sonsacarle con sacacorchos su ideología oculta con una máscara de falsa socialdemocracia? ¿No usó acaso Sergio Martín un tono incisivo similar al de Ana Pastor en su penúltima entrevista a Iglesias en El objetivo?

El problema viene cuando la opinión pública utiliza un doble rasero para medir las cosas. Sergio Martín, a quien tengo visto en varias ediciones de La noche de Televisión Española, utiliza un tono similar con el resto de los invitados, especialmente cuando son políticos. Carlos Floriano, vicesecretario del Partido Popular, puede dar fe de ello cuando Martín le preguntó repetida y abruptamente por los casos Gürtel, Púnica y Bárcenas. Entonces, ¿a qué viene esa campaña de acoso y derribo contra Martín? ¿Por qué Televisión Española debe tratar a Pablo Iglesias con deferencia si los dirigentes políticos deben someterse siempr al escrutinio de los ciudadanos y de los medios de comunicación, tal y como reconoce el Consejo de Informativos? ¿Por qué se descontextualiza un breve momento de la entrevista y no se recalca el mensaje económico que propuso Pablo en el ente público? Y ya que estamos, ¿por qué en TVE hay que prescindir de economistas liberales como Juan Ramón Rallo?  

Sergio Martín es un buen periodista que dirige con profesionalidad una tertulia política sin parangón en la televisión nacional. Un espacio televisivo plural, con comunicadores que abarcan todo el espectro político, y en donde la cordialidad y el respeto mutuo son señas de identidad. En el otro extremo, están los patios de instituto que abundan en Cuatro, La Sexta y 13 TV, donde los contertulios parecen macacos en celo a punto de precipitarse por el peñón de Gibraltar en un frenesí apocalíptico. ¿Pudo surgir una mala expresión en un mal momento en su entrevista con Pablo Iglesias? Quizás si o quizás no. El tono y la forma que unos pretenden ofensivo otros lo pueden considerar inocuo.

En cualquier caso, hay que entender que, al fin y a la postre, todos somos humanos y cometemos errores. Pero lo que no se puede hacer es juzgar la carrera de un periodista por una sola frase. Y en ningún caso Sergio Martín merece el linchamiento mediático que sufre desde determinados sectores que piden su dimisión. Antes de pedir cabezas rodantes y llamar al carpintero para montar un auto de fe y quemar brujas, vean ustedes la dinámica del programa varias noches, con entrevistados de diferentes partidos políticos, y saquen sus propias conclusiones. No les vendría mal pensar por su propia cuenta y dejar de seguir a la marabunta podemista.

lunes, 1 de diciembre de 2014

De Francisco Granados a Tania Sánchez

Francisco Granados era el número dos del Partido Popular en la Comunidad de Madrid. Solía pasearse por los platós de televisión hablando de cualquier tema, apoderado de una rabia visceral contra la corrupción, ora en el seno de su propio partido, ora en otras formaciones políticas. Agitaba con sorna su veintena de pulseras en la muñeca derecha y afirmaba que el que la hacía la tenía que pagar, y cosas por el estilo. Le preguntaban sobre el caso Bárcenas, sobre el clan Pujol, sobre Isabel Pantoja, sobre la ley de Hubble, y él contextualizaba, con una sempiterna sonrisa en los labios, diciendo lo que el público quería oir de un dirigente del PP. Que trabajaría enérgicamente contra la corrupción, que no había caja B en Génova, que todos al trullo o al paredón, que uy uy uy del que meta la mano en la caja, que voy y se la corto con un mandoble.

Un buen día un periódico desveló que Francisco Granados tenía una cuenta en Suiza. Patriota suizo aletargado, corrió vestido de guardia -suizo- a un plató de televisión y dijo que nones, que él no tenía nada que ocultar y empezó a sacar papeles. En un momento determinado, los lanzó todos al aire, gritó «¡confeti!», se subió a la mesa y bailó una polka. Pocos meses después, la Policía desveló el caso Púnica, arrestó a Granados y le cortaron el grifo suizo con un mandoblazo similar a los que él pregonaba. Ahora calza babuchas en una cárcel que años atrás inauguró. Como diría Esperanza Aguirre: «Me la han metido doblá».

En otro orden de cosas, Tania Sánchez es diputada por Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid. Es conocida por ser tertuliana de debates televisivos de Telecinco y La Sexta, en los que atiza con una fusta a la casta capitalista y neoliberal, a quien acusa de estar corrompida desde sus cimientos. Es conocida su acalorada contrapasión por Eduardo Inda, periodista de El Mundo con porte de torero y tripolar de maneras firmes, con quien se exalta de tal modo que hasta el público del plató se mea en las bragas del miedo. Miedo everywhere.

Pero cuando un desconocido a los ojos del espectador precona limpieza democrática, siempre hay gente que revisita currículos y se destapa el pasado. Tania entró como asesora municipal de IU en Rivas de la mano de su padre, Raul Sánchez, quien vaga por el Ayuntamiento desde 1999. Entended que la limitación de mandatos se adscribe al PP-PSOE, no a la izquierda. Y siendo su padre concejal de Deportes y ella coordinadora, en abril de 2008, firmó un contrato con una empresa que contaba con un técnico de la misma concejalía como apoderado de esa misma empresa. Varios meses después, adjudicó otro contrato a una sociedad participada por su hermano. Adjudicaciones de contratos a la famiglia que ni siquiera han sentado bien en el seno de Izquierda Unida.

Meses después, mientras Francisco Granados gasta sus huesos en prisión, Tania Sánchez ha sido aupada como candidata de IU por la Comunidad de Madrid. Pero, ¿qué hubiera pasado si Tania fuese del Partido Popular y Paquito de Izquierda Unida? ¿Sería Francisco Granados aupado al number one de Madrid con dos cuenta en Suiza o saldría en masa la marabunta, dibujando columnas romanas, por las calles castizas? ¿Se discutiría la honorabilidad de Sor Tania por adjudicar contratos a la Famiglia? ¿Cuál sería el papel de los medios de comunicación en ambas situaciones? Establezcan ustedes comparativos, que haberlos haylos, querido Sancho.